Leo en la página Aciprensa (“Lo que todo católico necesita saber”) una nota que atrajo necesariamente mi atención: “El Papa Juan Pablo II podría ser beatificado el 2 de abril de 2010, cinco años exactos después de su muerte, según informó el periódico polaco Dziennik, que aseguró que la Congregación para las Causas de los Santos de la Santa Sede ya habría tomado la decisión. A principios de este mes, el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Stanislaw Dziwisz, aseguró que el proceso de beatificación del Papa Woytila estaba a punto de terminar y que el mismo Benedicto XVI deseaba cerrar el proceso ‘lo antes posible’ porque es ‘lo que el mundo está pidiendo’. El proceso de beatificación de Juan Pablo II se inició el 28 de junio de 2005, dos meses después del fallecimiento del Pontífice y gracias a la dispensa concedida por su sucesor, Benedicto XVI, para que la causa pudiera empezar sin necesidad de esperar a los cinco años de rigor que deben transcurrir entre el fallecimiento de una persona y el comienzo de su causa”.
Una excelente noticia, sin duda, para los millones de admiradores del pontífice nacido en Polonia, el “Papa viajero”, como fue bautizado luego de recorrer en periplos apostólicos miles y miles de kilómetros que tal vez eran un sacrificio, es cierto, aunque siempre muy bien recompensado por las muestras de cariño que cosechó el rubio Pastor en los rincones del planeta por donde paseó su carismática figura. México gozó de esa mirífica presencia varias veces, y aquí fue aclamado como en pocas partes del mundo: “Tú eres mi amigo del alma, realmente el amigo / que en todo camino y jornada estás siempre conmigo…” (Estadio Azteca lleno y cantando como si fuera una sola formidable garganta).
La Wiki (¡cómo es cuestionada esa megaenciclopedia y qué útil es!), se refiere, por supuesto, al “proceso de beatificación” relámpago: “El 13 de mayo de 2005, el Cardenal Camillo Ruini, Vicario para la ciudad de Roma, dio formalmente por iniciado el proceso de beatificación de Juan Pablo II; para ello, Benedicto XVI concedió el 28 de abril dispensa del plazo de cinco años de espera después de la muerte requerido por el derecho canónico para iniciar el proceso de beatificación, de modo similar a como hizo el mismo Juan Pablo II con el proceso de beatificación de la Madre Teresa de Calcuta. El 2 de abril de 2007, a dos años de su muerte, concluyó la fase diocesana del proceso de beatificación, reuniéndose todos los testimonios sobre su vida y los presuntos milagros (…) En una misa que se realizó en la Plaza de San Pedro el mismo día, el Papa Benedicto XVI aseguró que el proceso va ‘rápidamente’. El 19 de diciembre de 2009 fue declarado Venerable por Benedicto XVI, lo que hace que la fecha de beatificación esté cerca, pero faltaría el milagro”.
El milagro de Juan Pablo II está a la vista, y es que se encuentre en camino de llegar a los altares luego de que desde el 16 de octubre de 1978, es decir, desde el mismísimo arranque de su pontificado, cuando recibió las primeras noticias sobre la depravación de Marcial Maciel, sujeto convertido hoy en escándalo continental, no haya hecho nada para sancionar al cotijense fundador de los Legionarios de Cristo. En vez de eso, como sabemos, en 1991, 1992, 1993 y 1994 le otorgó nombramientos importantes y llegó al colmo de enviarle una carta de felicitación por sus cincuenta años de sacerdocio. La famosa foto de Juan Pablo II tocando la frente de Maciel —el pozolero de la moral— es testimonio elocuente de esas extrañas santidades. Ignoro si alguien puede portar aureola luego de encubrir, por casi tres décadas retacadas de silencio, a un pervertido.
Una excelente noticia, sin duda, para los millones de admiradores del pontífice nacido en Polonia, el “Papa viajero”, como fue bautizado luego de recorrer en periplos apostólicos miles y miles de kilómetros que tal vez eran un sacrificio, es cierto, aunque siempre muy bien recompensado por las muestras de cariño que cosechó el rubio Pastor en los rincones del planeta por donde paseó su carismática figura. México gozó de esa mirífica presencia varias veces, y aquí fue aclamado como en pocas partes del mundo: “Tú eres mi amigo del alma, realmente el amigo / que en todo camino y jornada estás siempre conmigo…” (Estadio Azteca lleno y cantando como si fuera una sola formidable garganta).
La Wiki (¡cómo es cuestionada esa megaenciclopedia y qué útil es!), se refiere, por supuesto, al “proceso de beatificación” relámpago: “El 13 de mayo de 2005, el Cardenal Camillo Ruini, Vicario para la ciudad de Roma, dio formalmente por iniciado el proceso de beatificación de Juan Pablo II; para ello, Benedicto XVI concedió el 28 de abril dispensa del plazo de cinco años de espera después de la muerte requerido por el derecho canónico para iniciar el proceso de beatificación, de modo similar a como hizo el mismo Juan Pablo II con el proceso de beatificación de la Madre Teresa de Calcuta. El 2 de abril de 2007, a dos años de su muerte, concluyó la fase diocesana del proceso de beatificación, reuniéndose todos los testimonios sobre su vida y los presuntos milagros (…) En una misa que se realizó en la Plaza de San Pedro el mismo día, el Papa Benedicto XVI aseguró que el proceso va ‘rápidamente’. El 19 de diciembre de 2009 fue declarado Venerable por Benedicto XVI, lo que hace que la fecha de beatificación esté cerca, pero faltaría el milagro”.
El milagro de Juan Pablo II está a la vista, y es que se encuentre en camino de llegar a los altares luego de que desde el 16 de octubre de 1978, es decir, desde el mismísimo arranque de su pontificado, cuando recibió las primeras noticias sobre la depravación de Marcial Maciel, sujeto convertido hoy en escándalo continental, no haya hecho nada para sancionar al cotijense fundador de los Legionarios de Cristo. En vez de eso, como sabemos, en 1991, 1992, 1993 y 1994 le otorgó nombramientos importantes y llegó al colmo de enviarle una carta de felicitación por sus cincuenta años de sacerdocio. La famosa foto de Juan Pablo II tocando la frente de Maciel —el pozolero de la moral— es testimonio elocuente de esas extrañas santidades. Ignoro si alguien puede portar aureola luego de encubrir, por casi tres décadas retacadas de silencio, a un pervertido.