sábado, marzo 28, 2009

Nery de sangre azul



Si mi memoria futbolera no miente, Costa Rica fue el último rival que le ganó a México dentro del Azteca en un partido eliminatorio. Pese a eso, no veo por dónde la selección verde pierda o empate hoy, aunque con Eriksson se ha comportado como equipo imprevisible, con juegos de lástima y uno que otro chispazo más o menos rescatable. Pero hoy, insisto, el factor Azteca y el azuzamiento de los medios deben ser suficiente veneno para unos ticos que no están, según sé, en su mejor momento.
Soy de los que ha ido descreyendo de la selección en la medida en la que sus directivos han metido mano negra para convertirla en una especie de Cancún futbolística: tiene tantos foráneos que uno ya duda de su nacionalidad mexicana. Aunque no le he dicho, dado que el fut no es mi prioridad y por eso le dedico sólo esporádicos maquinazos, creo que la antigua vocación nacionalista de la selección era un rasgo que nos creaba un vínculo con ella. Si perdíamos, lo que ocurría y sigue ocurriendo en demasía, perdíamos los mexicanos, con todo lo que eso implica al menos en el plano de lo simbólico. Ahora, en esa ensalada cosmopolita y mercenaria del seleccionado actual ya no se sabe ni quién gana, ni quién empata ni quién pierde. Y no es chovinismo, como se puede inferir a propósito de las frecuentes derrotas que consigno, sino mero respeto a la costumbre de atestar, sí, a los clubes con extranjeros (salvo el Guadalajara), pero no a la selección, que con la excepción del Charro Lara y de algún otro por allí perdido en el pretérito siempre alineó paisanos, auténticos ratones verdes.
Aunque la rieguen, aunque sean mediocres, aunque siempre se queden en la orillita, es preferible que la selección sea de mexicanos. Si en realidad es un timbre de orgullo para los jugadores locales, no veo la razón para hurtar tres o cuatro lugares a jóvenes que no sólo juegan aquí, sino que aquí nacieron y son hombres generalmente hechos a punta de tortilla. No aceptar nuestra condición, pedir socorro a piernas fuereñas y naturalizadas al cuarto para las doce, añade un ingrediente más de desconfianza en los nuestros, y puede ser tomado de paso como signo de baja autoestima. Por ello, aunque la defeque Rafa Márquez (por cierto, no sé si ya notamos que el defensa central del Barcelona fue clonado por el Vicentillo Zambada), se queda Rafa Márquez, ya que su paso por Europa no le ha quitado un ápice de mexicanidad nopalera a su forma de jugar.
Apelar a mexicanos exprés, como pasó con Nery Castillo, nos expone de paso a situaciones penosas como la sucedida en la rueda de prensa donde el méxico-uruguayo despotricó, como escuincle, contra la prensa. Me bastó ver algunas imágenes para comprobar que ese chico le estorba más de lo que le sirve a la selección, o al menos al concepto de lo que debe ser una selección. Al escupir (es una metáfora, aunque seguramente ganas no le faltaron de hacerlo) contra alguno o algunos reporteros, Castillo señaló que aquí la prensa futbolera sólo resalta lo negativo, jamás lo bueno. Más allá de la banalidad que contiene esa observación elaborada a la carrera, Castillo pudo afirmar eso en cualquier país pambolero del mundo, dado que parte del futbol es precisamente que los jugadores jueguen y que la prensa vea e/o invente señalamientos por lo general aguafiestas. Es, como dicen, parte del negocio, si no cómo meter a la gente en un deporte-espectáculo que suele tornarse soso cuando terminan los encuentros, y de alguna manera deja de serlo gracias a la “polémica”, al “debate”, por más hueros que estos sean. Pero no, Nery se dio el lujo de denostar a sus “compatriotas” y de paso a todos los que no nos fogueamos nunca en Europa dentro de nuestras respectivas chambas. Dijo a un reportero que era mediocre “porque tú estás en México, y yo en Europa”. Caray, qué soberbia tan pendeja. Ni que fuera Maradona en el Nápoles.