En
las pasadas vacaciones de fin de año fui un par de veces a la librería
Educal de Torreón, sucursal que es parte de la numerosa cadena de librerías paraestatales
del gobierno federal. Está, como sabe cualquier lector lagunero, en el Museo
Arocena por el acceso de la calle Cepeda, no por el de la Juárez. Allí, en
compañía de ese lector irrefrenable que es Gerardo García Muñoz, cuya visita a
su tierra obedece al contacto familiar pero también tiene siempre un costado
bibliográfico, compramos cada cual varios libros y luego pasamos a conversar en
el restaurante aledaño que es parte del mismo Museo. Hay pues allí un tándem
perfecto para los biblioadictos: libros y café.
En
una de las incursiones pesqué dos títulos más de la Colección Vientos del Pueblo
coordinada por Luis Arturo Salmerón en el Fondo de Cultura Económica. No sé
cuántos sumo ahora, pero son muchos del ya abundante catálogo de esa serie
caracterizada por sus altos tirajes, la brevedad de sus ejemplares y su bajo precio. Los que
adquirí no pueden ser dos cuadernillos más distintos, lo que de rebote da idea de
la heterogeneidad de mis intereses: Gustavo
A. Madero (México, 2019) y La cancha.
Dónde los invisibles todavía pueden hacerse visibles (México, 2023) de,
respectivamente, Ignacio Solares (Ciudad Juárez, 1945-Ciudad de México, 2023) y
Eduardo Galeano (Montevideo, 1940-2015).
Dada
su corta cantidad de páginas, rasgo que los hace ser plaquettes, opúsculos o cuadernillos más que libros, los leí en dos
ratos de distinto día, ambos en su correspondiente sentada. No quiero posponer un
énfasis, quizá el que debería ser más subrayado: sus precios; el de Solares, once
pesos; el de Galeano, quince. Por supuesto, estas módicas cantidades tienen la
intención de echar por tierra una de las excusas más esgrimidas para no leer:
que los libros son muy caros. Con esta colección se desbaratan pues dos
pretextos de un solo tirón: el económico y, de paso, el de la falta de tiempo
para leer, pues casi cualquiera tiene poco más de diez pesos libres y asimismo media
hora disponible.
No
me equivoqué al escoger los dos títulos que motivan este apunte: Gustavo A. Madero es un ensayo
biográfico; aborda, claro, la figura del hermano del presidente asesinado tras
el golpe de Estado que terminó en la usurpación de Victoriano Huerta. Con
pasión apenas disimulada y para mí justa, el escritor chihuahuense, por cierto
especialista en el periodo revolucionario, describe la personalidad de Gustavo
Adolfo Madero y la generosa cercanía que, pese a cualquier amenaza, mostró frente
a las turbulencias políticas padecidas por Francisco I. Tal relación tuvo, como
sabemos, uno de los desenlaces más cruentos en la historia de México, el de la
Decena Trágica en el que Gustavo A. padeció la muerte más sádica y miserable de
aquel instante bárbaro. El opúsculo aduna como complemento varias imágenes de la
Fototeca Nacional.
La cancha…
de Galeano acoge cinco piezas extraídas de Cerrado
por fútbol, uno de sus dos libros sobre este deporte (el otro es el más
famoso título latinoamericano relacionado con tal tema: El fútbol a sol y sombra, también con tilde en la “ú” de la palabra
que nosotros pronunciamos “futbol”). Es a veces complicado definir el género de
la escritura dejada por Galeano; para no fallar puedo decir que es una mixtura
de ensayo, artículo, crónica, memoria y relato. La prosa del uruguayo es muy
peculiar, inconfundible, infatigablemente ocupada en mostrar la irracionalidad
del poder y la necesidad de la belleza y la solidaridad, entre otras urgencias.
La plaquette añade el aderezo gráfico
del ilustrador Ricardo Peláez, homónimo del goleador necaxista.
Reitero pues que no hay excusa para eludir estas publicaciones buenas, bonitas y baratas, como plantea un añejo pregón publicitario.