sábado, enero 27, 2024

Tres miradas en Falacias para un autorretrato













No es infrecuente escuchar que la poesía es el más elevado de los géneros. Lo dicen sobre todo, no sé si con sinceridad o por pose mentirosamente apiadada, los narradores y los ensayistas. Lo cierto es que sea excelente, buena, regular, mala o pésima, la poesía tiene el mérito de la supervivencia a contracorriente, el heroico logro de persistir pese a la falta de lectores y por ello mismo de ventas en un mundo en el que lo no comercializable está condenado a desaparecer. De ahí que podamos hacernos algunas preguntas: ¿por qué persiste la poesía? ¿A qué se debe su presencia en un mundo que la desdeña y no suele hacerla comparecer ante las cajas registradoras?

Puedo intuir, a modo de respuesta tentativa, que la poesía subsiste, así sea prendida con las uñas al universo bibliográfico, por dos de sus rasgos más salientes: al trabajo artesanal de la palabra y a su capacidad para exponer la intimidad de sus autores. Otros géneros tienen ventajas para generar conocimiento, para informar, para entretener, para construir universos mediante la imaginación, para especular con las ideas más abstractas; la poesía, cuando es genuina, las tiene para desnudar la subjetividad, para exhibir el yo, para diseccionar la anatomía del alma. En este sentido, el buen poeta no requiere semblanza: si su obra ha sido urdida sin dobleces, los versos revelarán su autorretrato. La poesía permanece pues porque en ella siempre se agazapa un rostro.

Un autor polimorfo como Saúl Rosales, quien ha ejercido el cuento, la novela, el ensayo, el artículo, el teatro, la crónica y más géneros, por supuesto que nos ha dicho quién es en el espectro de su ya larga escritura. Podemos adivinarlo en sus relatos, podemos suponerlo en sus opiniones periodísticas, pero nunca podremos hallarlo mejor expuesto que en su poesía, como sucede si nos adentramos en las páginas de Falacias para un autorretrato (IMCE, Torreón, 2023, 143 pp.), su libro más reciente. En él, el autor lagunero ha reunido una colección de poemas que no por personales dejan de concernirnos, de inquietarnos y en ciertos casos de ayudarnos a pensar, pues también éste es un usufructo de la poesía.

Falacias para un autorretrato está dividido en tres habitaciones: la primera lleva el mismo título general del libro, la segunda es “Instante de la foto” y la última es “Oficio del alcohol”. Ciertamente hay predomino de una temática específica en cada apartado, pero esto no significa que el tríptico carezca de un hilo conductor e inevitablemente el mismo tono melancólico, o más bien francamente apesadumbrado, en todo el libro. Para lograr un mejor discernimiento de su contenido hago mi propia clasificación de los poemas de acuerdo a las líneas temáticas que he percibido en cada uno. Categorizo pues el contenido de Falacias en tres subtemas: de reflexión (digamos) social, de asombro ante la belleza del arte y de la mujer, y de bancarrota espiritual. Obviamente, esto no significa que en los poemas no se den mixturas, cruces, nutricias vinculaciones entre los tres subtemas destacados.

Del primer inciso, el que ubico en la dimensión social, hay muchos ejemplos en la primera sección del libro, la más larga y miscelánea. Poemas como “Dinero llama dinero”, “Sabor fértil del trabajo”, “Quién debe gobernar”, “Destino de revolución”, “Sofocación de la insaciabilidad”, “Viaje único”, “Reserva de desempleados”, “Memorando de la tierra”, “Soledad del sánwich de tomate”, “La mula de la vida”, “Esquina de Progreso y Porvenir”, “Dolor de macrobús” y “Calidad debida”, entre otros. En estos poemas, como rasgo general, se enuncia la posición ideológica, siempre zurda, desde la que mira el poeta, y los temas específicos rondan asuntos como la enajenación, el desempleo, el consumismo, el individualismo, la solidaridad, la falta de compromiso, entre otros. El autor no teme ser aquí tan explícito como es posible:

Un día y otro día el trabajo no aparece

lo único que existe en abundancia

para la esperanza y las necesidades juveniles

son plazas en el ejército nacional de reserva…

Otro amplio sector del poemario trabaja con la materia de lo que aquí he denominado “asombro ante el arte y la mujer”. Reitero que lo social, el tema anterior, puede también subyacer en los poemas de esta segunda índole, pero de un modo menos enfático. Casi toda la sección denominada “Instante de la foto” y buena parte de la primera, homónima del libro, destaca el brillo de la mujer como destinataria de veneración y de caricias aunque sólo sean ópticas; también, es resguardo de varios poemas en los que cuaja un asombro similar pero ante el arte principalmente musical y un poco menos el literario. Poemas como “Sueño de pintar”, “Manos de arquitecta” son ejemplo del tributo al imán femenino, y para muestra basta un fragmento de “Regazo de sol” en el que luego de describir la búsqueda de sol de unas precarias plantas domésticas, el poeta acusa igual inclinación, como la de sus árboles:

Igual yo

hacia esa forma de sol que eres

mujer

me desbordo

como hacia el alba, la aurora, la plenitud, la razón, el fin.

Eres regazo magnético de sol.

En este mismo territorio deambulan varios poemas asimilables a la llamada ars poética, es decir, aquellos poemas cuyo tema es la misma poesía (“Taller para el oficio”, “Agua de poetas” y varios más), además de los ya mencionados poemas de conmoción ante el arte como “Canción de Grieg”, “Minuto assai”, “Alba de Madera” o “Luna de miel con Gloria Lasso”

La sección final, “Oficio del alcohol”, alude al tequila y al vino como sedantes del infortunio, no como voraz ingesta que desbarata el ser. Igual que en varios poemas de las otras dos secciones, aquí la consciencia del fracaso, de la frustración, de la derrota y su deriva en el apocamiento son recurrentes, tanto que estos sentimientos, a todas luces malqueridos por quien los padece, sólo pueden ser mitigados con unas gotas de vino y en menos cantidades de tequila. Son los poemas que hace algunos párrafos ubiqué en el rubro “bancarrota espiritual” expresada frente a la mancha venenosa de la soledad y sus rigores.

Por todo lo dicho, y principalmente por todo lo no dicho aunque sobrevolado, Falacias para un autorretrato es un libro sobre tres poetas que conviven en Saúl Rosales. Podemos dialogar con los tres, con dos de ellos o con uno solo. En cualquier caso estaremos ante un ser humano auténtico, transparente en su asombro y en su tenaz abatimiento.

Comarca Lagunera, 25, enero y 202

Nota. Texto leído el 25 de enero de 2024 en la presentación de Falacias para un autorretrato celebrada en el recibidor de El Siglo de Torreón. Participamos Nadia Contreras, el autor y yo.