No
es infrecuente escuchar que la poesía es el más elevado de los géneros. Lo
dicen sobre todo, no sé si con sinceridad o por pose mentirosamente apiadada, los
narradores y los ensayistas. Lo cierto es que sea excelente, buena, regular,
mala o pésima, la poesía tiene el mérito de la supervivencia a contracorriente,
el heroico logro de persistir pese a la falta de lectores y por ello mismo de
ventas en un mundo en el que lo no comercializable está condenado a
desaparecer. De ahí que podamos hacernos algunas preguntas: ¿por qué persiste
la poesía? ¿A qué se debe su presencia en un mundo que la desdeña y no suele
hacerla comparecer ante las cajas registradoras?
Puedo
intuir, a modo de respuesta tentativa, que la poesía subsiste, así sea prendida
con las uñas al universo bibliográfico, por dos de sus rasgos más salientes: al
trabajo artesanal de la palabra y a su capacidad para exponer la intimidad de
sus autores. Otros géneros tienen ventajas para generar conocimiento, para
informar, para entretener, para construir universos mediante la imaginación, para
especular con las ideas más abstractas; la poesía, cuando es genuina, las tiene
para desnudar la subjetividad, para exhibir el yo, para diseccionar la anatomía
del alma. En este sentido, el buen poeta no requiere semblanza: si su obra ha
sido urdida sin dobleces, los versos revelarán su autorretrato. La poesía
permanece pues porque en ella siempre se agazapa un rostro.
Un
autor polimorfo como Saúl Rosales, quien ha ejercido el cuento, la novela, el
ensayo, el artículo, el teatro, la crónica y más géneros, por supuesto que nos
ha dicho quién es en el espectro de su ya larga escritura. Podemos adivinarlo
en sus relatos, podemos suponerlo en sus opiniones periodísticas, pero nunca podremos
hallarlo mejor expuesto que en su poesía, como sucede si nos adentramos en las
páginas de Falacias para un autorretrato
(IMCE, Torreón, 2023, 143 pp.), su libro más reciente. En él, el autor lagunero
ha reunido una colección de poemas que no por personales dejan de concernirnos,
de inquietarnos y en ciertos casos de ayudarnos a pensar, pues también éste es
un usufructo de la poesía.
Falacias para un autorretrato
está dividido en tres habitaciones: la primera lleva el mismo título general
del libro, la segunda es “Instante de la foto” y la última es “Oficio del
alcohol”. Ciertamente hay predomino de una temática específica en cada
apartado, pero esto no significa que el tríptico carezca de un hilo conductor e
inevitablemente el mismo tono melancólico, o más bien francamente
apesadumbrado, en todo el libro. Para lograr un mejor discernimiento de su
contenido hago mi propia clasificación de los poemas de acuerdo a las líneas
temáticas que he percibido en cada uno. Categorizo pues el contenido de Falacias en tres subtemas: de reflexión (digamos)
social, de asombro ante la belleza del arte y de la mujer, y de bancarrota
espiritual. Obviamente, esto no significa que en los poemas no se den mixturas,
cruces, nutricias vinculaciones entre los tres subtemas destacados.
Del primer inciso, el que ubico en la dimensión social, hay muchos ejemplos en la primera sección del libro, la más larga y miscelánea. Poemas como “Dinero llama dinero”, “Sabor fértil del trabajo”, “Quién debe gobernar”, “Destino de revolución”, “Sofocación de la insaciabilidad”, “Viaje único”, “Reserva de desempleados”, “Memorando de la tierra”, “Soledad del sánwich de tomate”, “La mula de la vida”, “Esquina de Progreso y Porvenir”, “Dolor de macrobús” y “Calidad debida”, entre otros. En estos poemas, como rasgo general, se enuncia la posición ideológica, siempre zurda, desde la que mira el poeta, y los temas específicos rondan asuntos como la enajenación, el desempleo, el consumismo, el individualismo, la solidaridad, la falta de compromiso, entre otros. El autor no teme ser aquí tan explícito como es posible:
Un día y otro día el trabajo no
aparece
lo único que existe en abundancia
para la esperanza y las necesidades
juveniles
son plazas en el ejército nacional de reserva…
Otro amplio sector del poemario trabaja con la materia de lo que aquí he denominado “asombro ante el arte y la mujer”. Reitero que lo social, el tema anterior, puede también subyacer en los poemas de esta segunda índole, pero de un modo menos enfático. Casi toda la sección denominada “Instante de la foto” y buena parte de la primera, homónima del libro, destaca el brillo de la mujer como destinataria de veneración y de caricias aunque sólo sean ópticas; también, es resguardo de varios poemas en los que cuaja un asombro similar pero ante el arte principalmente musical y un poco menos el literario. Poemas como “Sueño de pintar”, “Manos de arquitecta” son ejemplo del tributo al imán femenino, y para muestra basta un fragmento de “Regazo de sol” en el que luego de describir la búsqueda de sol de unas precarias plantas domésticas, el poeta acusa igual inclinación, como la de sus árboles:
Igual yo
hacia esa forma de sol que eres
mujer
me desbordo
como hacia el alba, la aurora, la
plenitud, la razón, el fin.
Eres regazo magnético de sol.
En
este mismo territorio deambulan varios poemas asimilables a la llamada ars poética, es decir, aquellos poemas
cuyo tema es la misma poesía (“Taller para el oficio”, “Agua de poetas” y varios
más), además de los ya mencionados poemas de conmoción ante el arte como
“Canción de Grieg”, “Minuto assai”, “Alba de Madera” o “Luna de miel con Gloria
Lasso”
La
sección final, “Oficio del alcohol”, alude al tequila y al vino como sedantes
del infortunio, no como voraz ingesta que desbarata el ser. Igual que en varios
poemas de las otras dos secciones, aquí la consciencia del fracaso, de la
frustración, de la derrota y su deriva en el apocamiento son recurrentes, tanto
que estos sentimientos, a todas luces malqueridos por quien los padece, sólo
pueden ser mitigados con unas gotas de vino y en menos cantidades de tequila.
Son los poemas que hace algunos párrafos ubiqué en el rubro “bancarrota espiritual”
expresada frente a la mancha venenosa de la soledad y sus rigores.
Por
todo lo dicho, y principalmente por todo lo no dicho aunque sobrevolado, Falacias para un autorretrato es un
libro sobre tres poetas que conviven en Saúl Rosales. Podemos dialogar con los
tres, con dos de ellos o con uno solo. En cualquier caso estaremos ante un ser
humano auténtico, transparente en su asombro y en su tenaz abatimiento.
Comarca Lagunera, 25, enero y 202
Nota. Texto leído el 25 de enero de 2024 en la presentación de Falacias para un autorretrato celebrada en el recibidor de El Siglo de Torreón. Participamos Nadia Contreras, el autor y yo.