He
quedado satisfecho y justificado tras leer Cómo
ordenar una biblioteca (Anagrama, 2021), del editor y escritor Roberto
Calasso (Florencia, 1941-Milán, 2021). Cierto que nacer donde él nació le da ventaja a
cualquiera que apetezca hablar sobre libros, pero no es menos cierto que, si
uno lo desea, incluso en una ciudad como la nuestra es posible nutrir una
biblioteca digna de este nombre. Esto significa que quien acumula libros en
algún momento de su empeño se topará con reflexiones similares a las de
Calasso.
Por su aspecto de manual, Cómo ordenar una biblioteca es un título
engañoso. No se trata entonces de un método para dar cuadratura decente al acomodo de
los libros, sino de un ensayo relajado en el que su autor desarrolla una serie de
ideas sueltas, todas enunciadas como en una sobremesa. En medio de la exposición
aparecen temas y subtemas observados con inteligencia, serenidad y no escasa
erudición, tanta que en algún momento me hizo recordar, así sea de lejos, al
apabullante Umberto Eco de La memoria
vegetal.
Tiene
este libro de Calasso un montón de afirmaciones ideales para la cita textual,
útiles para no estorbarlas con una reseña al uso. “Un lector que no sea capaz
de fantasear frente a un catálogo es un lector improbable”, con lo que desea
refutar la idea de los pocos libros. “Es esencial comprar libros que no vayan a
ser leídos enseguida. Al cabo de uno
o dos años, acaso de cinco, diez, veinte, treinta, cuarenta años, llegará el
momento en el que se sentirá la necesidad de leer precisamente ese libro”, lo
que refuerza la idea planteada en la primera cita y echa por tierra la azorada
pregunta del visitante en casa: “¿Y ya los leíste todos?”.
Más
adelante, brinca a otros subtemas. “No agregar a un libro huellas de la lectura
es una prueba de indiferencia —o de mudo estupor—”, con lo que nos invita a
leer con lápiz (así lo hago siempre, por eso marco lo que cito en este caso, y uso
lápiz, no bolígrafo, que es lo que recomienda Calasso). También recomienda no
salir de las librerías (de viejo, sobre todo) sin la sorpresa de lo que no
esperábamos comprar. Y esto: “el orden de la biblioteca no encontrará nunca —no
debería encontrar nunca— una
solución. Simplemente porque una biblioteca es un organismo en permanente
movimiento. Es terreno volcánico, en el que siempre está pasando algo, aunque
no sea perceptible desde el exterior”.
En fin. Salí de este libro muy tranquilizado. Lo recomiendo.