miércoles, enero 24, 2024

Melancoholía de Alfredo García Valdez

 











Además de la aparición de arrugas, canas y dolores físicos, otra de las desventuras que acarrean los años es la sensación de que el tiempo se evapora a una velocidad inaudita: mientras la niñez ha caminado sobre nosotros a paso de tortuga, en la edad avanzada los años parecen galopar en nuestra percepción y nos llevan a considerar que la vida restante será muy corta, casi un parpadeo. Esta reflexión apesadumbrada me embosca al ver que hace dos años ya, en enero de 2022, partió el poeta y periodista Alfredo García Valdez (Cedros, Zacatecas, 1964).

Aunque zacatecano, Alfredo desarrolló casi todo su trabajo de escritura en Saltillo. Allí ejerció el periodismo sobre todo cultural y, lo más importante, allí urdió una obra literaria cuya mayor peculiaridad, para mí, estuvo siempre signada por el cuidado obsesivo de la forma, esto en un grado de perfeccionismo inhabitual en quienes combinan la escritura atrabancada del periodismo con el trabajo ceñido a lo poético.

Como ocurre a casi todos los escritores afincados en provincia, los libros de Alfredo no son de fácil localización. Por suerte, sin embargo, hay uno muy a la mano: Doctrina de varia melancoholía, volumen publicado por la Secretaría de Cultura de Coahuila en cuya web es ofrecido gratis en formato PDF. Se trata de un racimo de poemas —la mayoría cortos— en los que el autor expresa emociones que oscilan entre la acritud y la resignación. Con un despliegue de imágenes imparable, los poemas llegan incluso a rozar el sarcasmo, pero no para granjearse nuestra sonrisa, sino para movernos a pensar en la inevitable catadura de la vida cuando se le mira desde la vigilia: todo lo que nos rodea es incierto, nuestra propia existencia está permeada por el sinsentido, lo que creemos sólido se diluye apenas lo bordeamos con la razón.

Desde que la leí por primera vez en el amanecer del milenio, la obra de García Valdez me pareció ajena a nuestra época; ha sido escrita por una mente que habitaba en otra música, en la fidelidad por ciertos poetas mayores como Darío, López Velarde y González Martínez, de ahí la sensación de extrañeza que sus versos, muchos todavía rimados, nos produce. Su obra es sin duda una de las más peculiares que ha dado Coahuila en las décadas recientes, y así sea en silencio, sin hacerse notar, sus pocos lectores lo tendrán presente como yo en este momento.