sábado, enero 20, 2024

Emprendedurismo Caracortada

 







Como pocas, como ninguna, la ironía es un tropo de excelente rendimiento. Según la definición de Helena Beristáin (Diccionario de poética y retórica, Porrúa, México, 1988), es una “Figura de pensamiento porque afecta a la lógica ordinaria de la expresión”. Para entender el gesto irónico es fundamental el contexto compartido de los interlocutores, el hecho de que estén en la misma sintonía mental para que uno entienda que lo dicho por el otro debe ser decodificado al revés, no en sentido estricto.

“Quizás Obregón 73 sea arrasado con todo y placa para que ocupe su lugar un estacionamiento-taquería de los que tanta fama y belleza han dado a la Ciudad de México”, escribió José Emilio Pacheco en una carta a José Luis Martínez. Sin contexto, la afirmación no se deja descifrar como ironía. Es necesario decir pues que se trató de una carta abierta del poeta y ensayista para solicitar el rescate de la casa donde vivió López Velarde en la Ciudad de México. La frase observa irónicamente que si las autoridades no rescataban el inmueble, se convertiría en un esperpento, en un “estacionamiento-taquería”, por lo que “fama y belleza” operan allí como pinchazos irónicos. Este ha sido un ejemplo.

Entre las características más salientes de la era del vacío lipovetskiano se encuentra el humor como flecha y como blanco, como presencia ubicua en la realidad mediática. Esto significa que hoy vivimos en el universo de la risa en todas sus modulaciones y variantes, en la gracejada perpetua, en la catarsis como dogma de vida cotidiana. Por esto el exitazo de las plataformas como Whastapp y TikTok, dispositivos que viabilizan lo humorístico a un ritmo frenético. Esta tendencia es ya el eje de la industria cultural: lo que divierte, lo que entretiene, lo que relaja y no se “azota” con análisis de cierto espesor o dramatismo, es lo que pasa a tener posibilidades de viralización, anhelo final de todo “contenido”.

Pero una cosa es la guarrada obvia en pos de la risotada y otra el guiño de la ironía. Por supuesto, cuando el humor se emboza y toma el camino de la sutileza es mucho más exigente, demanda del espectador una disposición espabilada. En este caso, el manejo atinado del instrumental lingüístico es imperativo. Voy al ejemplo.

En el mundo de la autoayuda o del llamado “emprendedurismo” (horrible palabra) el vocabulario habitual acumula expresiones como “liderazgo”, “esfuerzo”, “lealtad”, “disciplina”, “imaginación”, “sueño”, “lucha”, “emprendimiento”, “innovación”, “vocación”, “trabajo”, “tenacidad”, “triunfo”, “éxito”, “respeto” “cambio” y todas sus variantes serias. Decimos: “Bill Gates no dejó de trabajar y desde cero persiguió su sueño con una vocación que al final lo llevó a conquistar el éxito”. Las palabras aquí tienen un uso estricto, pero servirían igual, sólo que en clave irónica, si cambiamos el nombre y el apellido: “Joaquín Guzmán no dejó de trabajar y desde cero persiguió su sueño con una vocación que al final lo llevó a conquistar el éxito”.

Esta inversión irónica del argot exitista es esencial en Los capos de la mafia (2023, Ron Myrick) documental disponible en Netflix. Vi sólo su primer capítulo, el que aborda los empeños de Al Capone para convertirse en Al Capone. El producto audiovisual trabaja con la arcilla de la maldad encarnada en el popular Caracortada, pero la voz narrativa hace el abordaje de la biografía con el vocabulario del “emprendedurismo”, como si la mafia abrazara (¿o sí?) los criterios usados en el capitalismo para medir el éxito de sus personeros más salientes, llámense Bill Gates, Jeff Bezos o Elon Musk.

El documental sobre Capone no parece bromear; en efecto, señala que el mafioso acató pautas empresariales para trepar a la coronilla del poder. La narración avanza por ello como apología del crimen, como relato para que el espectador se autoperciba “loser” y sepa que para sacudirse tal condición es necesario que siga los consejos del manual del perfecto mafioso, el mismo que observó Capone como si se tratara del decálogo mosaico.

“¿Listo para comenzar tu propio imperio?”, es la pregunta detonante ofrecida por el video, y luego viene la guía: “Aprende de los mejores”, “Llévate bien con tu superior”, “Sé leal”, “Defiende tu título”… es decir, las reglas aplicables a la lucha entre empresarios, los mismos códigos, sólo que muy “al margen de la ley”.

Como los horóscopos, el vocabulario de la autoayuda, el echaganismo y la superación personal puede cuadrar a quien sea, de ahí que si aceptamos que es fundamental seguir nuestra vocación y es imprescindible no renunciar a nuestros sueños, Capone puede ser considerado hasta hoy, irónicamente, un modelo a seguir para trascender nuestra calidad de perdedores.