Aunque
cada vez menos, tengo medio siglo siguiendo futbol en la tele y nunca había
visto una maniobra similar (aquí la palabra “maniobra” es usada en sentido
estricto: obra hecha con la mano): un jugador del Atlas, Juan Zapata, cubre la
pelota mientras otro del Querétaro, Omar Mendoza, lo presiona casi ceñido a su
espalda para evitar que se dé la vuelta con balón controlado.
Hasta
allí todo normal, una jugada ordinaria, de las que se ven cien veces en el
accionar futbolístico de cada partido. Lo extraño del caso es que el árbitro Fernando
Hernández marcó una falta en contra del defensivo, y todo parecía que iba a
quedar allí. Entonces intervino la gente del VAR y el silbante tuvo que ir al
monitor para revisar algo que ni el cronista (el lagunero Gustavo Mendoza, de
Fox) ni los mismos televidentes teníamos claro. ¿Se trató de un pisotón? ¿Fue
un rodillazo? ¿O un jalón de camiseta? El misterio quedó develado con una de
las tomas en cámara lenta: el jugador de los Gallos Blancos, al mismo tiempo
que defendía, con la siniestra diestra le hizo “serrucho” al futbolista de los
rojinegros, es decir, le encajó algunos dedos entre nalga y nalga. Insólito.
Al
ver la repetición, todos quedamos entre anonadados y sonrientes, incluidos el
relator y los comentaristas de la cadena de televisión: reiteraron la jugada
unas tres o cuatro veces, le hicieron un close
up y era desde ya una imagen para la historia del futbol mexicano, aunque
no por su heroísmo sino por su procaz rareza.
Ciertamente,
el “serrucho” es, o fue, no sé, pues hace mucho que no veía algo así, una
práctica común entre los mexicanos sobre todo en la edad inevitablemente babosa
de la adolescencia. Tenía un sentido vejatorio, como de lo que ahora llamamos bullying, pero no es exacto decir que
era eso, pues se aplicaba a los compañeros con ánimo de ofender, sí, pero más
que nada como juego de seudomachos. En otras palabras, el “serrucho” se infligía
a los amigos, no a los enemigos.
Lo
que jamás imaginé es que alguna vez iba a ver, como hace poco, a un jugador
expulsado de una cancha de primera división por un “serrucho” que sin duda
perdurará en la memoria colectiva por algo parecido a lo que en otros contextos
es denominado “faltas a la moral”.
Supongo
que eso fue. No sé. Es hora de revisar el reglamento.