La publicación que esta tarde nos reúne nació hace varios
meses, en septiembre del año pasado. En aquellas fechas, Saúl y yo sabíamos ya
que muy probablemente en 2023 sería convocado un encuentro para recordar el
nacimiento de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S). También sabíamos que
sería casi en el arranque del año y se celebraría en Guadalajara, pues la Liga
fue constituida en marzo de 1973 en la capital de Jalisco. Proyectamos que,
pese a cualquier contingencia, debíamos asistir, y así fue: en marzo de este
año nos apersonamos en al auditorio Salvador Allende de la Universidad de
Guadalajara para estar presentes en la conmemoración.
Tras el viaje, ambos acordamos escribir un cuento que tuviera
al menos dos propósitos: recordar el quincuagésimo aniversario de la Liga y el
acto público que lo conmemoró en Guadalajara. En realidad, era una pauta muy
abierta, de manera que en nuestros relatos sólo planteamos esos dos mínimos
bordes, apenas una tenue exigencia para el soporte argumental. El resultado que
obtuvimos fue “Guerra prolongada” y “Cincuenta años de la LC23S”, relatos que
hoy hospeda Dos relatos ligados a la Liga,
opúsculo que, como decimos en la presentación, ofrecemos “En un tiempo que demoniza y en el más
benévolo de los casos olvida a los jóvenes militantes de la LC23S [lo que
constituye un] modesto tributo a su valor”.
Decimos que este
tiempo “demoniza” a la Liga y es seguro que debemos ampliar el espectro
temporal: si los demoniza ahora, ya podemos imaginar el tamaño de la
demonización cuando se puso en marcha su acción política. La persecución fue
brutal, y no tomó en cuenta la legitimidad de los reclamos que palpitaban en la
superficie y en el fondo de aquella lucha. La Liga se radicalizó por dos
razones que explica la coyuntura de dos décadas, la de los sesenta y los
setenta: por un lado, en la primera se expandió en América Latina y en otros
continentes el ejemplo de la revolución cubana, lo que atizó las ya de por sí
fuertes tensiones de la Guerra Fría, y, en México, el régimen había sofocado
las posibilidades de otra lucha política que no fuera la de la simulación en
elecciones que se caracterizaban por el carro completo. El 2 de octubre y el
Jueves de Corpus fueron los hitos que mostraron lo difícil que sería avanzar
ante un gobierno ya enmohecido y ebrio de autoritarismo.
En el mismo
marco internacional y con especificidades locales, en casi todos los países
latinoamericanos se dio un fenómeno similar al mexicano, de ahí que no debamos
llamarnos a extrañeza por la aparición de la Liga en 1973. Por mencionar sólo
unos casos, en Uruguay los Tupamaros; en Argentina los Montoneros y el Ejército
Revolucionario del Pueblo; en Chile el Frente Patriótico Manuel Rodríguez; en
Ecuador la lucha de Alfaro vive, carajo; en Nicaragua el Frente Sandinista y en
El Salvador el Frente Farabundo Martí. Era la guerrillera una vía común entre
la juventud, y su sujeto político más importante fue el estudiante
universitario, aunque no el único.
En México, la
respuesta del régimen, en aquel momento encabezado por Luis Echeverría, fue la
cacería despiadada de revolucionarios en la llamada Guerra Sucia. Además de
poner en guardia al Ejército, se diseñó un aparato parapoliciaco especial y con
todos los recursos para perseguir, torturar, matar y en muchos casos
desaparecer a los opositores armados. Los medios, todavía sometidos a un férreo
control del régimen, propalaban que los guerrilleros eran delincuentes comunes,
guiñoles de ideologías extranjerizantes, incluso terroristas. La labor de
estigmatización fue tan tenaz que hasta la fecha sobrevive la idea de que la
Liga en particular y el comunismo en general son dos entes que debemos colocar,
para siempre, en el basurero de la historia. Obviamente, ni Saúl ni yo
coincidimos con ese destino, y aunque podamos tener diferencias de matiz en
cuanto al papel de la Liga en la historia de México, ambos creemos que no es el
que actualmente se le da, que es, en el más benévolo de los casos, repito, el
del olvido, un olvido que no merecen porque de alguna forma las luchas
radicales forzaron una apertura gradual del régimen en lo político y en lo
periodístico, pues no es casual que los partidos de izquierda salieran a la luz
a finales de los setenta y que tres de los medios de comunicación más críticos,
como Unomásuno, Proceso y La Jornada,
aparecieran entre 1976 y 1983.
Y también a
propósito del olvido, un dato curioso nacido de mis afanes bibliográficos. Hace
unos meses encontré la edición facsimilar del Plan de San Luis redactado por
Madero y algunos cercanos a su lucha. Como sabemos, este documento llamaba al
pueblo mexicano a levantarse en armas (reitero: en armas) contra el gobierno
federal, turbiamente legitimado en las urnas, de Porfirio Díaz. La fecha
elegida para el levantamiento fue, lo sabemos de memoria, el 20 de noviembre de
1910. El facsímil que comento dice lo siguiente en su colofón: “Se terminó la
impresión de este libro el día 9 de abril de 1976…”. Lo extraño es que en el
clímax de la Guerra Sucia, a ocho meses de que concluyera el echeverriato,
fuera publicado un documento en el que Madero señala: “… he designado el
DOMINGO 20 del entrante Noviembre, para que de las seis de la tarde en
adelante, todas las poblaciones de la República se levanten en armas bajo el
siguiente PLAN”. El sello editorial es del PRI, es decir, del poder en aquel
momento.
Lo
contradictorio es que por un lado el régimen recordaba con mirada nostálgica la
gesta de Madero y, por otro, perseguía a jóvenes que, mutatis mutandis, seguían la misma ruta, la de las armas, para
echar abajo una tiranía. En fin, no resistí la tentación de mostrar esta
paradoja de nuestra historia.
Mi relato,
“Guerra prolongada”, es una ficción total, aunque por allí usa dos o tres datos
de mi propia experiencia, como casi siempre. Sus protagonistas son
sustancialmente dos personajes, además del narrador. No tiene como fin
aleccionar, sino, en un bastidor de obligada ambigüedad, urdir una historia que
desea ser congruente con los datos que suministro sobre los personajes. Termino
con la lectura de un pasaje:
“Supe entonces
que algunos veteranos de la agrupación y de la izquierda organizarían en
Guadalajara un encuentro de recuerdo y reflexión. Lo programaron exactamente
para mediados de marzo con el fin de hacerlo coincidir con el nacimiento del
grupo guerrillero medio siglo antes. Confirmé que el encuentro estaría abierto
al público y viajé de madrugada las diez horas del trayecto. Algo molido por el
mal sueño me apersoné en el auditorio Salvador Allende de la Universidad de
Guadalajara. Soy malo para tantear el cupo de un recinto, pero calculo que
entre el presídium y el público había como 150 personas, la mayoría viejos.
Entré pensando que me pedirían identificación o algo así, pero no ocurrió nada.
A los costados de la butaquería varias mantas (les siguen llamando así aunque
ya no sean de manta, sino de plástico) exponían consignas revolucionarias y
rostros de exguerrilleros abatidos o desaparecidos. Acompañados por una joven
que fungía como maestra de ceremonias, en el presídium figuraba Victoria
Montes, viuda de Raúl Ramos Zavala, y a su lado Camilo Valenzuela,
exguerrillero sinaloense. Además de una conferencia del historiador Pedro
Salmerón, el grueso de la ceremonia lo constituyó un desfile de más de veinte
oradores que, cada uno a su modo, recordó avatares de la Liga, la lucha armada
y la brutal represión de los setenta. Se habló de todo, en exposiciones leídas
o comunicadas ad libitum, varias con el tono exaltado de la antigua oratoria
política. Escuché con atención el desfile de participantes, muchos de ellos
exguerrilleros, militantes de la Liga, varias mujeres.
Cerca de mi butaca hacía lo mismo,
escuchar, un hombre como de ochenta años. Sin saber cómo, en un receso
comenzamos, entre café y galletas, una conversación muy informal.
Asombrosamente, me dijo que también era lagunero, de Gómez Palacio, pero vivía
en Durango y desde allá había hecho el viaje hasta Guadalajara. No pregunté
mucho más, pero de él salió decirme que se llamaba Carlos Oropeza y era profesor jubilado. Hacía cinco años que vivía en la
ciudad de Durango, con su hija, pues ya viudo y solo fue atacado por un
padecimiento cuya terquedad lo tenía amagado. Su hija era la única persona que
podía cuidarlo y vigilar su régimen alimenticio y sus medicamentos. Por mi
parte, le dije que me dedicaba a la docencia universitaria, al trabajo
editorial y un poco al periodismo. No quedamos de amigos esa primera vez, pero
al menos cruzamos datos como lo hubiera hecho cualquier otro par de laguneros
que se saluda en el exterior”.
Comarca Lagunera, 27, septiembre, 2023
Texto leído el 27 de septiembre de 2023 en la presentación de Dos relatos ligados a la Liga celebrada en la librería La Tinta, Torreón. Participamos Saúl Rosales y yo. El documento presentado puede bajarse en este enlace.