viernes, septiembre 29, 2023

A cincuenta años de la Liga









La publicación que esta tarde nos reúne nació hace varios meses, en septiembre del año pasado. En aquellas fechas, Saúl y yo sabíamos ya que muy probablemente en 2023 sería convocado un encuentro para recordar el nacimiento de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S). También sabíamos que sería casi en el arranque del año y se celebraría en Guadalajara, pues la Liga fue constituida en marzo de 1973 en la capital de Jalisco. Proyectamos que, pese a cualquier contingencia, debíamos asistir, y así fue: en marzo de este año nos apersonamos en al auditorio Salvador Allende de la Universidad de Guadalajara para estar presentes en la conmemoración.

Tras el viaje, ambos acordamos escribir un cuento que tuviera al menos dos propósitos: recordar el quincuagésimo aniversario de la Liga y el acto público que lo conmemoró en Guadalajara. En realidad, era una pauta muy abierta, de manera que en nuestros relatos sólo planteamos esos dos mínimos bordes, apenas una tenue exigencia para el soporte argumental. El resultado que obtuvimos fue “Guerra prolongada” y “Cincuenta años de la LC23S”, relatos que hoy hospeda Dos relatos ligados a la Liga, opúsculo que, como decimos en la presentación, ofrecemos “En un tiempo que demoniza y en el más benévolo de los casos olvida a los jóvenes militantes de la LC23S [lo que constituye un] modesto tributo a su valor”.

Decimos que este tiempo “demoniza” a la Liga y es seguro que debemos ampliar el espectro temporal: si los demoniza ahora, ya podemos imaginar el tamaño de la demonización cuando se puso en marcha su acción política. La persecución fue brutal, y no tomó en cuenta la legitimidad de los reclamos que palpitaban en la superficie y en el fondo de aquella lucha. La Liga se radicalizó por dos razones que explica la coyuntura de dos décadas, la de los sesenta y los setenta: por un lado, en la primera se expandió en América Latina y en otros continentes el ejemplo de la revolución cubana, lo que atizó las ya de por sí fuertes tensiones de la Guerra Fría, y, en México, el régimen había sofocado las posibilidades de otra lucha política que no fuera la de la simulación en elecciones que se caracterizaban por el carro completo. El 2 de octubre y el Jueves de Corpus fueron los hitos que mostraron lo difícil que sería avanzar ante un gobierno ya enmohecido y ebrio de autoritarismo.

En el mismo marco internacional y con especificidades locales, en casi todos los países latinoamericanos se dio un fenómeno similar al mexicano, de ahí que no debamos llamarnos a extrañeza por la aparición de la Liga en 1973. Por mencionar sólo unos casos, en Uruguay los Tupamaros; en Argentina los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo; en Chile el Frente Patriótico Manuel Rodríguez; en Ecuador la lucha de Alfaro vive, carajo; en Nicaragua el Frente Sandinista y en El Salvador el Frente Farabundo Martí. Era la guerrillera una vía común entre la juventud, y su sujeto político más importante fue el estudiante universitario, aunque no el único.

En México, la respuesta del régimen, en aquel momento encabezado por Luis Echeverría, fue la cacería despiadada de revolucionarios en la llamada Guerra Sucia. Además de poner en guardia al Ejército, se diseñó un aparato parapoliciaco especial y con todos los recursos para perseguir, torturar, matar y en muchos casos desaparecer a los opositores armados. Los medios, todavía sometidos a un férreo control del régimen, propalaban que los guerrilleros eran delincuentes comunes, guiñoles de ideologías extranjerizantes, incluso terroristas. La labor de estigmatización fue tan tenaz que hasta la fecha sobrevive la idea de que la Liga en particular y el comunismo en general son dos entes que debemos colocar, para siempre, en el basurero de la historia. Obviamente, ni Saúl ni yo coincidimos con ese destino, y aunque podamos tener diferencias de matiz en cuanto al papel de la Liga en la historia de México, ambos creemos que no es el que actualmente se le da, que es, en el más benévolo de los casos, repito, el del olvido, un olvido que no merecen porque de alguna forma las luchas radicales forzaron una apertura gradual del régimen en lo político y en lo periodístico, pues no es casual que los partidos de izquierda salieran a la luz a finales de los setenta y que tres de los medios de comunicación más críticos, como Unomásuno, Proceso y La Jornada, aparecieran entre 1976 y 1983.

Y también a propósito del olvido, un dato curioso nacido de mis afanes bibliográficos. Hace unos meses encontré la edición facsimilar del Plan de San Luis redactado por Madero y algunos cercanos a su lucha. Como sabemos, este documento llamaba al pueblo mexicano a levantarse en armas (reitero: en armas) contra el gobierno federal, turbiamente legitimado en las urnas, de Porfirio Díaz. La fecha elegida para el levantamiento fue, lo sabemos de memoria, el 20 de noviembre de 1910. El facsímil que comento dice lo siguiente en su colofón: “Se terminó la impresión de este libro el día 9 de abril de 1976…”. Lo extraño es que en el clímax de la Guerra Sucia, a ocho meses de que concluyera el echeverriato, fuera publicado un documento en el que Madero señala: “… he designado el DOMINGO 20 del entrante Noviembre, para que de las seis de la tarde en adelante, todas las poblaciones de la República se levanten en armas bajo el siguiente PLAN”. El sello editorial es del PRI, es decir, del poder en aquel momento.

Lo contradictorio es que por un lado el régimen recordaba con mirada nostálgica la gesta de Madero y, por otro, perseguía a jóvenes que, mutatis mutandis, seguían la misma ruta, la de las armas, para echar abajo una tiranía. En fin, no resistí la tentación de mostrar esta paradoja de nuestra historia.

Mi relato, “Guerra prolongada”, es una ficción total, aunque por allí usa dos o tres datos de mi propia experiencia, como casi siempre. Sus protagonistas son sustancialmente dos personajes, además del narrador. No tiene como fin aleccionar, sino, en un bastidor de obligada ambigüedad, urdir una historia que desea ser congruente con los datos que suministro sobre los personajes. Termino con la lectura de un pasaje:

“Supe entonces que algunos veteranos de la agrupación y de la izquierda organizarían en Guadalajara un encuentro de recuerdo y reflexión. Lo programaron exactamente para mediados de marzo con el fin de hacerlo coincidir con el nacimiento del grupo guerrillero medio siglo antes. Confirmé que el encuentro estaría abierto al público y viajé de madrugada las diez horas del trayecto. Algo molido por el mal sueño me apersoné en el auditorio Salvador Allende de la Universidad de Guadalajara. Soy malo para tantear el cupo de un recinto, pero calculo que entre el presídium y el público había como 150 personas, la mayoría viejos. Entré pensando que me pedirían identificación o algo así, pero no ocurrió nada. A los costados de la butaquería varias mantas (les siguen llamando así aunque ya no sean de manta, sino de plástico) exponían consignas revolucionarias y rostros de exguerrilleros abatidos o desaparecidos. Acompañados por una joven que fungía como maestra de ceremonias, en el presídium figuraba Victoria Montes, viuda de Raúl Ramos Zavala, y a su lado Camilo Valenzuela, exguerrillero sinaloense. Además de una conferencia del historiador Pedro Salmerón, el grueso de la ceremonia lo constituyó un desfile de más de veinte oradores que, cada uno a su modo, recordó avatares de la Liga, la lucha armada y la brutal represión de los setenta. Se habló de todo, en exposiciones leídas o comunicadas ad libitum, varias con el tono exaltado de la antigua oratoria política. Escuché con atención el desfile de participantes, muchos de ellos exguerrilleros, militantes de la Liga, varias mujeres.

Cerca de mi butaca hacía lo mismo, escuchar, un hombre como de ochenta años. Sin saber cómo, en un receso comenzamos, entre café y galletas, una conversación muy informal. Asombrosamente, me dijo que también era lagunero, de Gómez Palacio, pero vivía en Durango y desde allá había hecho el viaje hasta Guadalajara. No pregunté mucho más, pero de él salió decirme que se llamaba Carlos Oropeza y era profesor jubilado. Hacía cinco años que vivía en la ciudad de Durango, con su hija, pues ya viudo y solo fue atacado por un padecimiento cuya terquedad lo tenía amagado. Su hija era la única persona que podía cuidarlo y vigilar su régimen alimenticio y sus medicamentos. Por mi parte, le dije que me dedicaba a la docencia universitaria, al trabajo editorial y un poco al periodismo. No quedamos de amigos esa primera vez, pero al menos cruzamos datos como lo hubiera hecho cualquier otro par de laguneros que se saluda en el exterior”.

Comarca Lagunera, 27, septiembre, 2023 

Texto leído el 27 de septiembre de 2023 en la presentación de Dos relatos ligados a la Liga celebrada en la librería La Tinta, Torreón. Participamos Saúl Rosales y yo. El documento presentado puede bajarse en este enlace.