miércoles, mayo 24, 2023

Veinte años de Corazón de nuez

 











Prácticamente no hay año sin que piense en su reedición, pero sistemáticamente la he pospuesto como tanto se pospone en esta vida. Publicado por primera vez en 2003, Corazón de nuez y otros relatos tuvo un tiraje corto. Yo lo edité y lo imprimió mi amigo Antonio López en Impresora Meridiano. En menos de un año, ese primer y único tiraje quedó agotado y a la fecha creo que conservo un solo ejemplar de archivo.

Una anécdota notable con este trabajo es la que se dio en la Feria del Libro de Torreón 2003 que organizaba entonces la Ibero Torreón. En las juntas de planeación, a las que yo asistía como parte del equipo organizador, alguien comentó la necesidad de presentar un libro para niños, el que fuera, pues para entonces ya estaban amarradas las presentaciones de autores como Noé Jitrik, Luis Humberto Crosthwite, Federico Campbell, entre otros. Fue allí cuando se me ocurrió plantear que estaba por salir el libro de mi hija, y luego de explicar la situación, todos aceptaron su presentación en el marco de la Feria del Libro. Hubo campaña de medios, carteles y toda la promoción pertinente. Lo asombroso fue que los autores consagrados tuvieron, como ocurre siempre con la literatura, una cantidad de público buena, la de nuestros estándares laguneros, cincuenta, sesenta personas por sesión.

En la presentación de Corazón de nuez estuvimos el pediatra de mi hija, Ricardo Acosta; uno de sus maestros, el doctor en pedagogía Sergio Raúl García, y yo. Ricardo Acosta hijo, que tenía siete años entonces y hoy es ya un gran pianista, tocó una pieza. No exagero si digo que pocas veces he asistido a una presentación de libro más concurrida; entre madres y niños había allí (el auditorio de la Ciudad Deportiva de Torreón) aproximadamente 250 personas, lo que rebasó nuestras expectativas. Previendo que la niña no iba a poder dedicar libros con rapidez, antes le hicimos un sello de goma y con eso salimos del apuro. Fue, por todo, un sábado inolvidable. Hoy Renata Iberia, mi hija, tiene 26 años y muchísimo ha cambiado; al repasar con ella sus cuentos de Corazón de nuez —alguna vez reseñados por Vicente Alfonso— no dejamos de reír: qué libertad lucen, qué linda forma tienen los niños de vincularse, sin prejuicios que hagan dique, con las palabras y la imaginación.