En
algún punto de su larga escritura, Borges reseñó uno de los primeros libros de
Manuel Maples Arce, capo del movimiento estridentista. Esto ocurrió en la
década de los veinte, es decir, que el libro de Maples apareció en México y
casi al mismo tiempo, apenas unos meses después, lo estaba comentando Borges en
la efímera revista Proa de Buenos
Aires.
Puedo
suponer que el mismo Maples envío el libro a sus homólogos vanguardistas del
cono sur, y que el joven Borges, de apenas 23 años, lo recibió para luego hacer
la crítica de la cual convido este párrafo: “El libro Andamios interiores es un contraste todo él. A un lado el
estridentismo: un diccionario amotinado, la gramática en fuga, un acopio
vehemente de tranvías, vestiladores, arcos voltaicos y otros cachivaches
jadeantes; al otro un corazón conmovido como bandera que acomba el viento
fogoso, muchos forzudos versos felices y una briosa numerosidad de
rejuvenecidas metáforas” (la prosa de Borges todavía estaba allí en trance de perfeccionamiento,
pero ya se insinuaba la revolución que provocaría veinte años luego).
Pero
no es sobre la relación bilateral Maples-Borges en lo que deseo detenerme, sino en lo
que sugiere este tipo de vinculaciones. ¿Qué hacer para lograr que no se nos
pasen todas las buenas noticias de la literatura en español? El contexto al que
aludo es amplísimo, pues abarca toda la América española y España, una zona de
hecho inabarcable por cualquier pobre lector individual. Borges reseñó al
mexicano Maples porque nuestro paisano le envió su libro, el trámite fue
directo. Ahora bien, en un mundo lleno de información y por ello,
paradójicamente, tendiente a la desinformación por culpa del exceso de
noticias, desde hace muchos años me he obligado a diseñar un mínimo plan de
ataque cuya graficación tiene la forma de triángulo escaleno: para abarcar todo
lo que deseo, elegí México, España y Argentina como ángulos. Son, con enormes
lagunas sin embargo, las tres literaturas que mejor conozco, pero sin que en su
área interior sean menos valiosas las demás naciones. Quiero decir que
atender mayoritariamente a la mexicana, la española y la argentina me permite
expandir la recepción de noticias a la chilena, la uruguaya, la colombiana, la
peruana…, y aunque nos llegue poco, no deja de interesarme la centroamericana,
siempre olvidada, o la cubana, cuyos libros localizo sobre todo en la FIL
Guadalajara. ¿Y la literatura de España? Es tan grande y poderosa que nadie
podría abrazarla, pero de cualquier modo es pertinente tenerla sobre la mesa.
Abarcar todo lo que se produce en el inmenso triángulo que he imaginado es un ideal, jamás podrá ser una realización. Intentar esa mirada totalizadora nos lleva necesariamente a encontrar gratas, muy gratas sorpresas literarias.