Maté
a la mariposa, segundo libro de cuentos individual
de Elena Palacios (Torreón, Coahuila, 1967), confirma la calidad artística que
esta autora había mostrado ya en Cuentos cortos para gente que duerme sola
(2018). En efecto, los relatos de su primer título exhibían —o exhiben, pues el
libro perdura— una gran solvencia en su ejecución, una certera noción del
cuento como universo compacto y eficaz en su punch frente al lector,
dicho esto, claro, en alusión a la metáfora pugilística de Cortázar.
Quien
recorra ahora las historias de Maté a la mariposa no dejará de apreciar,
creo, el cuidado orfebre que su autora ha depositado en cada pieza. El cuento,
en la más sólida de sus condiciones, así lo demanda: más que disponer historias
en las que el cuento sólo es cuento a propósito de su brevedad, Elena
Palacios ha vigilado los variados detalles que hacen de sus creaturas obras
breves, sí, pero también dignas de atención y de memoria en función de la
compacidad acatada durante su composición.
Quiero
decir con lo anterior que el impulso narrativo de Elena no se desborda como río
encabritado, sino que fluye como agua gobernada por una sensibilidad cada vez
más diestra en el manejo de los elementos que hacen de cada cuento una pieza
severa, cerrada en su forma y abierta, gracias a la emotividad que de allí
emana, a las inagotables interpretaciones de la subjetividad lectora.
Elena
ha sido rigurosa ante todas las exigencias compositivas: sus cuentos avanzan
hacia una sorpresa o una perplejidad o un desconcierto bien premeditados; sus
cuentos no extravían el impulso poético atañedero a toda literatura digna de
este nombre; sus cuentos indagan en el alma de personajes complejos; sus
cuentos exploran anécdotas en las que refulgen peripecias inusitadas; sus
cuentos tienen, todos, en suma, un esmalte quirogueano de fracaso, dolor,
envidia, desdicha, abuso, amor, locura y muerte.
Así
he podido ver el panorama general de los cuentos abrazados en Maté a la
mariposa. No es poco si pensamos que las exigencias de este género, el
cuento, hacen recular a muchos narradores o, si no, los llevan a encararlo de
una manera relajada hasta el deshuesamiento que deriva en el cuento que es
cuento, como digo, sólo en atención a su cortedad de páginas y no a su
endiablado mecanismo interior.
En
cuanto a su extensión, la mayor parte de los cuentos de este libro tienen un
desarrollo amplio, y son acompañados por textos de contundente brevedad, de una
página o poco más. En muchos se siente un abordaje similar en cuanto al tono y
el asunto, una suerte de aire sobrenatural, aneblado o lóbrego que en varios
casos no llega al terror pero de alguna manera lo insinúa e impregna a las
historias de turbiedad y misterio. Es el caso de cuentos como “Ana en el
espejo”, “Castaño y aceituna”, “Ya no eres tú”, “La reina”, “Asómate y verás” y
“Casa en venta”; en esta lista están, sin duda, varios de los que considero
imperdibles (valga el ya manoseado adjetivo) de estas páginas. Ni cómo dudarlo,
si son cuentos que apuntalan a Maté a la mariposa como excelente libro.
Otra
vertiente, digamos, menos oscura del libro en la tonalidad de su atmosfera, es
la de los cuentos de corte más realista en los que campean menos la sensación
de horror y misterio que las flaquezas humanas, demasiado humanas, como la
envidia, la frustración, el odio y el deseo de venganza. En este casillero
podemos enlistar “Entre la humedad de tus piedras”, “El señor Muñoz quiere
suicidarse”, “Maté a la mariposa”, “La dulzura de mi abuela”, “Jueves de bar” y
“Una insignificancia”, relato este último que casi casi puedo considerar, si
otros no le quedaran tan cerca en términos de redondura, el mejor, o uno de los
mejores, del racimo. Un caso peculiar es el de “Tía-abuela”, obra un tanto
atípica en el libro pero no por ello ineficaz; al contrario, es, por su genuina
ternura, una de las más emotivas del conjunto.
Maté
a la mariposa es, por todo, un libro variado pero
en el que es posible distinguir al menos dos líneas de fuerza tensionadas entre
el cuento realista y el sobrenatural cercano a las inmediaciones del terror. No
dudo en afirmar que los lectores avanzarán en sus páginas con gratitud hacia
Elena Palacios, quien ha volcado aquí su imaginación y su talento en la mejor
de las escuelas cuentísticas.
Finalizo con dos verbos en esdrújula que la autora bien se ha ganado tras escribir estas páginas: celebrémoslo leyéndola.
Comarca Lagunera, 8, noviembre y 2022
Prólogo del libro Maté a la mariposa leído asimismo en la presentación de este volumen celebrada en la Galería de Arte Contemporáneo del Teatro Isauro Martínez el 15 de diciembre de 2022. Participamos Daniel Lomas, Elena Palacios y yo.
Nota. Esta es la última entrega de Ruta Norte en 2022. Les deseo un 2023 pleno de salud y logros. Muchas gracias por su atención de este año y por aquí me seguiré comunicando.