Entre
los muchos papeles que nos dejó —como su amigo Alfonso Reyes— el erudito
jalisciense José Luis Martínez tenemos algunos relacionados con la Conquista y
la Colonia. El más famoso es, sin duda, la monumental biografía sobre Cortés,
verdadero pozo de información sobre la figura del extremeño que encabezó la
expedición a tierras mexicanas. Otro libro sin duda meritorio es mucho más
pequeño, un ensayo de divulgación que he leído con gratitud: El mundo privado de los emigrantes en Indias
(FCE, 2007, México, 97 pp.).
Su
brevedad permite leerlo en dos sentadas, y a esto ayuda la prosa limpia, sin
aspavientos retóricos, del maestro Martínez. Digo que es un ensayo meritorio
porque gracias a él podemos acceder, como en una amplia glosa, al libro Cartas privadas de emigrantes a Indias,
de Enrique Otte. Lo que hace JLM es recorrer la correspondencia de españoles a
sus parientes en Europa, las “cartas de llamada” de quienes radicaban en
América (las Indias) y se veían forzados por muchas circunstancias a solicitar
el viaje de los suyos a nuestro continente.
El
valor de estas “cartas de llamada” radica en mostrar detalles de la vida
privada de quienes las escribían y enviaban. Si la mayor parte del material
epistolar que obra en los archivos de la conquista y la colonización se refiere
a tratos de carácter comercial y burocrático, las cartas descubiertas y
publicadas por Otte, y comentadas en este libro del Fondo por JLM, son un
corpus documental abundante para configurar una idea de la circunstancia íntima
de los españoles con radicación americana. Son 650 cartas, la mayoría enviadas
desde Nueva España, Perú, Panamá, Potosí y Antillas. La fecha que abrazan va de
1540 a 1616, es decir, cuando ya ha llegado la tercera-cuarta generación de
emigrantes.
JLM
se mete en los entresijos de las cartas y ordena su examen por temas. Por
ejemplo, entre las más numerosas están las de los maridos que solicitan a sus
esposas el viaje a las Indias. También, las de los viejos que desean el brinco de
sus hijos o sobrinos para que les ayuden en la decrepitud y de paso heredarlos.
Los españoles de acá habían hecho fortuna, pero ni así ni con súplicas era fácil
convencer a sus familiares. El viaje en aquellos tiempos era largo y peligroso,
y no cualquiera se animaba a programarlo. Por ello, las “cartas de llamada”,
además de tratar de persuadir a los destinatarios con mimos expresivos y hasta
ruegos, dan instrucciones precisas sobre las providencias que los potenciales viajeros debían tomar
antes de salir de algún pueblito español rumbo a la lejanía de las Indias. Se
da el caso, incluso, de instruir sobre el “matalotaje”, es decir, sobre la
cantidad y la calidad de los alimentos que se debían cargar para sobrevivir a
la travesía atlántica (recordemos que no había embarcaciones de pasajeros, sino
de carga de mercancías, y que en el trayecto no podían parar por chuchulucos en
un Oxxo).
Hago
una cita larga que da idea del tipo de emigrantes asentados en tierras de
América y urgidos de tener cerca a los suyos: “Durante los primeros años de
descubrimientos y conquistas, las oportunidades en las Indias eran para los
aventureros y valientes. Una vez que se fueron consolidando los asentamientos,
se abrió un enorme campo de posibilidades de mejoramiento sobre todo para
quienes trabajaban con sus manos, para los hombres comunes, que dejaban una España
empobrecida. Además de la agricultura y la minería, el comercio fue muy activo
en los primeros años de las colonias, pese a las dificultades del comercio
ultramarino. Y luego llegaron oficiales que encontraron oficiales y artesanos
que encontraron también oportunidades abiertas: cantantes de iglesia,
carreteros, maestros de obras, albañiles, pintores y doradores, sastres,
gorreros, sederos, barberos, azulejeros, cereros, molineros, panaderos, expertos
en batanes o curtidores, cinceladores y torneros. Todos ellos escriben a sus parientes
en España invitándolos a venir a las nuevas tierras y pidiéndoles instrumentos y
materiales para sus especialidades”.
Ellos, sobre todo hombres de trabajo, no nobles ni militares o eclesiásticos, son quienes redactaron las “cartas de llamada”. Lo hacen con sentido práctico, para tener con ellos a sus parientes, pero en el impulso de sus solicitudes no deja de asomar la oreja del sentimiento, la añoranza, el dolor producido por la soledad y u o la tristeza ante la posible negativa del corresponsal. En suma, El mundo privado de los emigrantes en Indias es otro de los buenos libros que nos dejó el prolífico maestro José Luis Martínez.