sábado, diciembre 03, 2022

Sabines entrevistado

 













Nunca dejaré de agradecer al género de la entrevista que, junto con la crónica, admito como uno de mis predilectos a la hora de merodear periodismo. Me gusta sobre todo cuando el diálogo es entablado por un buen entrevistador y, claro, por un entrevistado sensible y/o inteligente. No es necesario que la entrevista sea hostil, persecutoria, pues al conversar con un creador o un intelectual no hay tanta necesidad de desenvainar la espada, sino de mantener, por decirlo así, un clima adecuado a la exposición del pensamiento dentro de la improvisación que supone una entrevista de corte periodístico.

En el libro El poeta, el condenado a vivir (Secretaría de Cultura de Coahuila, Saltillo, 2016, 125 pp., de descarga gratuita en la web de la SEC), además de otros contenidos aparece una de las últimas entrevistas realizadas en vida a Jaime Sabines. Entablada con Ana Cruz, fue transmitida hacia 1996 en el Canal 22 dentro del programa Personajes y escenarios, y en el libro podemos acceder a su transcripción. En ella podemos apreciar con más calma la sencillez del poeta chiapaneco que, como sabemos, dejó una obra poética rica en experiencias compartidas en modo conversacional, sin aspavientos, lista para ser no sólo comprendida, sino también sentida por todos.

Lo primero que le pide la entrevistadora es una especie de definición: “la poesía es un ejercicio necesario, absolutamente necesario; inevitable, diría yo. En alguna ocasión dije que era como un destino. Más que una vocación, la poesía es un destino. En ella se encuentra un cincuenta o sesenta por ciento de oficio, de rigor, de disciplina. Lo demás es lo que antiguamente se llamaba inspiración, aunque actualmente ya no es una palabra muy aceptada. Hay quienes prefieren hablar del subconsciente o cualquier otro término de la psicología moderna. Pero se refiere a lo mismo, es la facilidad con la que al poeta se le dan los poemas, como algo natural”.

Un poeta no descubre de inmediato que es poeta, de manera que a veces pasa mucho tiempo antes de que advierta lo inexorable de tal “destino”: “En realidad empecé a tomarla en serio cuando me vine a estudiar medicina a la Ciudad de México en 1945. Aquí, desgraciadamente, la soledad de esta gran urbe resultó para mí un ambiente bastante cruel. Yo era un muchacho de provincia al que le asustaba la ciudad; entonces, como una forma de huir de mis miedos, me echaba encima de las libretas a escribir todas las noches, desaforadamente, compasivamente”.

Antes de adentrarse en el comentario de algunos de sus libros, responde a una pregunta sobre la libertad creativa: “se adquiere, paradójicamente, con el mayor rigor y la mayor disciplina. Así es la creación poética. Alguna vez dije que era un ejercicio impúdico, en el que el hombre se tiene que desnudar para escribir. El poeta tiene que darse totalmente en cuerpo y alma. (…) Sólo a través de muchos años se van obteniendo resultados, únicamente cuando se ha hecho una buena siembra se van cosechando productos consistentes”.

Un buen librito es El poeta, el condenado a vivir, y podemos leerlo gratis.