sábado, diciembre 24, 2022

Pilar Rioja: imágenes de una pasión

 











¿Cómo lograr que la danza, arte esencialmente ligado al movimiento, quede detenida en la fijeza del papel? ¿Es posible que lo expresado por la gramática del cuerpo sea aprehendido con la tinta sobre una hoja? Una respuesta apresurada nos diría que no, que el movimiento es la antítesis de la estaticidad impresa, y, por ello, que la danza no puede ser comunicada, o comunicada muy parcialmente, por la fotografía. La otra respuesta es afirmativa: milagrosamente, la danza puede tener movimiento aun en la petrificación del instante que es la foto, y esta paradoja se debe menos a las capacidades de un mecanismo y una lente que a las virtudes del sujeto fotografiado: cuando la realidad que apresa la imagen es una bailarina consumada, deviene el asombro: la foto tiene movimiento, la imagen danza.

El libro Remembrazas (Instituto Municipal de Cultura y Educación de Torreón et al., Torreón, 2022, 148 pp.) es un paseo de fotografías y palabras por la vida de Pilar Rioja, una de las figuras más importantes que ha dado la danza en México. Los textos y las fotos se estrechan las manos en estas páginas para ofrecernos un perfil, si no completo, sí aproximado a la totalidad vital y artística de la maestra Pilar. Era, sin duda, un libro necesario, y da gusto adicional saber que ha sido impreso en el noventa aniversario de la maestra, quien ha podido ver el libro en el homenaje que en septiembre de 2022 se le tributara en el Teatro Isauro Martínez.

Además de las fotos, en las cuales me detendré más adelante, Remembranzas es una compilación de textos que abordan rasgos de la maestra Pilar. Por ejemplo, Enrique Rioja del Olmo, su hermano, nos aproxima al mundo familiar de la artista, a sus orígenes como niña tocada por la inspiración de la danza. Vemos en estos párrafos la circunstancia familiar y el gran, el tremendo esfuerzo de su padre por conseguir para la pequeña bailarina los mejores maestros de su arte. Da cuenta Enrique Rioja de los ires y venires de su hermana por el mundo, desde las fiestas españolas en La Laguna hasta las dificultades, los tropiezos y por supuesto su gradual ascenso al reconocimiento que la convirtió en artista de excelencia aclamada en escenarios de Nueva York, Madrid, Moscú y México, por citar sólo cuatro entre los cientos de ciudades que la vieron comunicar su flamenco.

Textos de recuerdo de muchas otras personas que la evocan (Ramón Shade, Eduardo Navas, Sabás Santos, José Luis Negrete, Guillermo Barclay, Raquel Ríos, Arturo Martínez, Marta Quijano de Saborit, Marilú Treviño, Elisa Pérez, Fernando de la Mora, Raúl Adalid…), o piezas literarias como los poemas que le dedicó Luis Rius, su esposo, van configurando el fresco mediante el cual nos hacemos una imagen de Pilar niña, amiga, compañera de trabajo, hermana, artista. Es impresionante cómo esta mujer logró lo que muy pocos pueden alcanzar: una dimensión en la cual se torna unánime el aplauso, una admiración que no le regateó ninguno de los miles de espectadores que en el planeta la vieron en teatros donde la pasión de Pilar Rioja se derramó sin escatimar belleza. Los textos contenidos en este libro son un ingrediente necesario para redondear en nuestra memoria la calidad humana y creativa de una lagunera excepcional.

Las fotografías de Eduardo Rioja son asimismo un viaje por el virtuosismo de la maestra Pilar. Como dije al principio, la estaticidad de la fotografía es vencida por el sujeto retratado, como si Pilar Rioja bailara en el instante retenido, como si se negara a detenerse en la imagen. Quiero decir con esto que las fotografías transmiten, no sé cómo, la sensación de movimiento, la perfección motriz alcanzada por la maestra Pilar en diferentes obras y escenarios. Y esto ocurre desde la portada, una imagen en la que la artista, con una expresión de dolor contenido en el rostro, tiende una mano que sabemos temblorosa por algún desgarramiento interior.

En cada una de las fotos ocurre un fenómeno semejante: en ellas la maestra Pilar se mueve, comunica pasión, entrega, entereza, luz interior y exterior. En la foto de las páginas 10-11 vemos un vestido guinda extendido casi en la totalidad de la fotografía: es como un mar de sangre movido por el cuerpo de la artista. En la página 17 (y algunas otras) hay una foto tomada “con bulbo”, es decir, con poca luz y el obturador abierto: en ella vemos que la maestra Pilar avanza de derecha a izquierda y el prodigio de su mano derecha que se eleva hacia la oscuridad del cielo. A doble página, la 24-25 nos muestra a la artista en pleno giro, y al fondo su guitarrista rasgando las cuerdas para provocar la vibración corporal de la bailarina. Y así todas las fotos, inmóviles instantes en paradójico movimiento.

Puedo seguir con la enumeración de las fotos de la maestra Pilar, pero prefiero que las veamos directamente en el libro Remembranzas y admiremos a la artista con sus diferentes vestuarios, en distintas puestas, en instantes que retienen la pureza de su expresividad, el apasionamiento que la movió a darnos, desde Torreón al mundo, el privilegio de su baile, la alta belleza con la que nació el 13 de septiembre de 1932, hace justamente noventa años.

Felicidades al fotógrafo Eduardo Rioja Paradela y a todos los colaboradores (personas e instituciones) que han hecho posible este valioso documento. La maestra Pilar Rioja habita ya, para siempre, en estas páginas.

Comarca Lagunera, 18, diciembre y 2022

Texto leído el 19 de diciembre de 2019 en la presentación de este libro celebrada en el Archivo Municipal de Torreón. Participamos Cinthia Gaspar, el autor y yo.