sábado, julio 03, 2021

Dos insectos

 











Pese a que tengo nulo contacto con animales, sus naturalezas me interesan desde el punto de vista científico, de ahí que siempre me haya agradado echar un ojo a documentales y artículos divulgativos sobre el tema. De este gusto se desprende otro: el de la curiosidad que siempre me despiertan los bestiarios, esos libros que desde hace siglos han sido imaginados por el ser humano para describir, la mayoría de las veces en clave fantástica, el mundo animal. Tengo en cierne, con apenas siete piezas, uno sobre insectos. Ojalá guste el par que aquí comparto.

Belitra. Una de las mariposas más bellas creadas por la naturaleza es empero indirectamente mortal sobre todo para las cantantes de ópera, sopranos o mezzosopranos. Hermosa como un billete nuevo, la belitra mide cerca de diez centímetros de ala a ala, y es de un maravilloso color naranja fosforescente que adquiere un tono verdoso cuando está a punto de morir. Tiene una casi invisible cordillera de antenas capaces de detectar los sonidos más delicados. Se sabe, por ello, que la belitra agita sus alas cuando cae un meteorito a miles de kilómetros de distancia, y lo mismo se altera si ocurre un terremoto a la vuelta del planeta. Es, quizá, el animal que mejor percibe el sonido sobre la faz de la Tierra. Esta es la razón por la que también sus alas han sido cargadas de un polvo venenosísimo, como se señala más adelante. Vive en grandes comunidades ajenas a toda forma de presencia animal en el entorno, pues la muchedumbre de belitras sólo tolera su propio zumbido. Se ha sabido de monos y aves que se han extraviado y han caído en el santuario de estas mariposas. Cuando los intrusos cantan o gritan, reciben un peculiar ataque: las belitras vuelan a su alrededor y despiden el polvillo deletéreo. Esto mata a treinta o cuarenta ejemplares de la mariposa, pero también fulmina al animal que produjo el insoportable ruido. Esto ha provocado la edificación de una leyenda. Se cuenta que hace muchos años viajaba por el campo una compañía de teatro. Hizo una parada para descansar de un largo y accidentado recorrido, y como allí iban dos sopranos y una mezzo, se dieron un pequeño momento para ensayar hermosas arias. Fue tal la belleza de sus agudos que un enjambre iracundo de belitras las atacó. Las tres cantantes murieron en el acto y de allí en adelante este animal hipersensible al sonido también es conocida, pardójicamente, como “mariposa del canto”.

Picófeles. El picófeles es un mosquito en apariencia inofensivo, casi transparente y del tamaño de un grano de arroz. Sus alas son parecidas a las del moyote o zancudo, aunque las patas son notablemente más largas. Tiene en la punta de la cabeza una especie de minúsculo chupón en el cual almacena la sustancia que inocula a sus víctimas. Se alimenta de insectos todavía más pequeños y en general tiene un comportamiento inocuo en su relación con los seres humanos. Sin embargo, y esto es lo curioso de esta minúscula alimaña, ataca y segrega su veneno de manera imperceptible. Cuando sus potenciales víctimas, sólo humanos varones, van a un baño insalubre, el mosquito puede verse perturbado en su tranquilidad y, dada esta circunstancia, espera el momento oportuno para atacar. Como es invisible y de zumbido muy discreto, aguarda a que el hombre saque su pene y comience a orinar. Merodea la zona hasta que el torrente deja de salir, y es ahí cuando se pega a la punta del glande para dejar su baba maléfica. En experimentos se ha visto que algunos mosquitos ansiosos se adelantan y son arrastrados por el flujo de orina hasta morir en el inmudo lago urinario. Los que hacen bien su trabajo también mueren al soltar su veneno, pero esa es otra historia, como es otra historia la que deviene para el hombre infectado: en un periodo de cinco a siete meses, la baba del picófeles surte un efecto gradual y terrible, pues provoca la total o casi total impotencia del atacado. Se sabe que los primeros ejemplares de esta especie aparecieron en Asia y luego se diseminaron por los otros continentes. En la actualidad se afirma que algunas compañías farmacéuticas han promovido su propagación para vender más pastillas de sildenafil.