Roberto
Gómez Junco, el exfutbolista y hoy periodista deportivo, publica cada tanto
“dislates” (así los llama) que pesca en la crónica futbolera. Siempre son
muchos y muy divertidos, pues dada la improvisación (improvisación en ambos sentidos de la palabra) de los relatores y
comentaristas se dan casos asombrosos de uso torpe de la palabra. No todos son
lapsus de la lengua como los que cualquiera perpetra al conversar, sino
verdaderos casos de atrofia que siembra al menos una poderosa duda: ¿aprobarían
el curso de español elemental? Aquí algunos ejemplos de un reciente lote: “Es
un jugador que tiene una altura no muy alta"; Parece que algo oculto está
por ahí escondido"; “Nadie sabíamos lo que iba a hacer el América";
“La tocó cuando ya había salido fuera"; “Tienen la posibilidad de poder
ganar este partido"; “No hay penal, porque primero toca antes la pelota”;
“Es un momento muy complicado por el momento que vive”; “Eso lo tenían
preparado desde hace una semana atrás”; “No es penal porque él forza la caída”;
“Golpeó el balón después de meterse para dentro”; “En este equipo el nivel de exigencia
no es tan exigente”; “El problema es que mucha gente somos así”; "Cada comentarista
tenemos un mundo"; "El acercamiento de la MLS ya es muy cercano” y “Llegó
antes al balón porque se anticipó al rival”. Como se puede apreciar, es un
grato divertimento.
No
sé si el dislate que comentaré a continuación ya apareció en las frecuentes
listas de Roberto Gómez Junco. Si sí, de todos modos no está de más hacer un
énfasis. Creo que se trata de una muletilla similar a “literal”, que hoy sobrexplotan
innumerables jóvenes. En una conversación informal de estos días no pasan ni
treinta segundos sin que alguno de los interlocutores dispare la famosa palabrita.
Ahora, pues, está de moda decir “literal”
para rematar toda frase, incluso las que son literales: “Hoy desperté a las
seis, literal”, como si hubiera una forma metafórica de despertar a las seis.
En fin, decir “literal” es uno de esos vicios afresados que avanzan como
rémoras en la oralidad cotidiana, de esas palabras que se enquistan y por años
es imposible extirpar de la conversación.
La que destaco aquí es una muletilla como
“literal”, aunque no exactamente. Hablo de la palabra “tema”, agregado reiteradamente
inútil en cualquier explicación. Los narradores y los comentaristas del futbol,
aunque no sólo ellos, la emplean sin piedad, casi en cada una de sus
participaciones. Dicen: “Fulano no jugará el próximo partido por un tema de
lesión”, en lugar de “Fulano no jugará el próximo partido por una lesión”. “La
UEFA se mostró muy preocupada por un tema de discriminación ocurrido en el
estadio de Wembley”, en lugar de “La UEFA se mostró muy preocupada por el caso
de discriminación ocurrido en el estadio de Wembley”. “El Piojo Herrera señaló
que lo que más le interesa es resolver el tema de los refuerzos para su
equipo”, en lugar de “El Piojo Herrera señaló que lo que más le interesa es ver
qué refuerzos llegarán para su equipo”.
Como el anterior, los dislates en la crónica deportiva pueden ser evitados sin mayor problema. Todo es hacerlos visibles y empuñar el bisturí, deshabilitar esas palabras inservibles y, lo peor, recurrentes, tanto que en cualquier partido es disparado un promedio de veinte inútiles “temas”.