sábado, julio 31, 2021

Miradas desde el dron

 







¿Es posible alcanzar la perfección en un organismo social? ¿Los seres humanos tenemos capacidad para construir un entorno en el que todo funcione como el engranaje de un reloj? Creo que no, que allí donde el homo sapiens se conglomere para desarrollar su vida indefectiblemente habrá conflictos, fealdades, turbulencias y sobre todo reglas y restricciones de toda índole, así que el ideal de perfección quedará en eso, en puro, en inalcanzable ideal. Hay algunas sociedades, sin embargo, que al menos a lo lejos dan la impresión de configurar estructuras en las que todo es armonía, paz, bienestar, equilibrio total entre las apetencias del individuo y las normas de la sociedad que rigen el comportamiento del enjambre humano.

Las ideas del párrafo precedente me las sugirió un documental pescado en YouTube; su título es “Japón desde el aire”, y es espléndido pese a su sencilla producción. Ahora que está de moda usar drones para todo, en muchas películas y documentales vemos con frecuencia tomas áreas o en movimiento de ascenso/descenso que hasta el momento no han dejado de impresionar por lo novedoso que resultan las perspectivas de “picado” en secuencias continuas, sin intercortes, del tipo que en el lenguaje técnico del cine es denominado “plano secuencia”.

En el documental susodicho, unas cortinillas con un mapa de Japón ilustran a qué ciudad nos desplazaremos para admirarla desde el aire. Lo que vemos en seguida es Tokio, Nagoya, Kyoto, Sapporo, Yokohama y demás urbes importantes desde el aire, nunca a ras de suelo, sin acercamientos al detalle de las edificaciones, las personas o los autos. Lo impresionante es la idea de perfección que insinúa cada toma. Los impecables edificios modernos y la urbanización sin tacha, con vialidades sin un bache o un embotellamiento, conviven con templos y jardines antiquísimos que dan la impresión de irrealidad, de maqueta. Las áreas verdes, como las llamamos acá, allá no son sólo verdes, sino tupidamente arbóreas y se pintan con matices ocres, anaranjados, púrpuras y marrones que dan a cada toma un aspecto de pintura al óleo. En suma: Japón desde el aire, al menos en el documental que vi, parece una sociedad que ha alcanzado una impecabilidad sin fe de erratas, para decirlo con una expresión lopezvelardeana. Por supuesto, debo suponer que allá no todo es perfecto, que seguramente habrá incontables escondrijos malolientes y atestados de peligro, aunque en el documental no sea posible visibilizarlos.

Al recorrer como ave las calles y los parques nipones no pude no contrastar con mi entorno lo que admiré gracias a los drones del documental. Sé que un factor imprescindible para lograr aquel conato de perfección está en el poder económico y en la adecuada distribución de la riqueza, pero también, claro, en la cultura, otro factor muy frecuentemente determinado por el ingreso per cápita y la calidad de vida. No digo nada nuevo al afirmar que un dron, por ejemplo, en La Laguna, nos dejará apreciar urbes enclavadas en el amarillo de la estepa, pocos edificios altos y muchas casas irregulares y sembradas algo caóticamente en fraccionamientos que han aparecido aquí y allá un tanto bajo el gobierno del gobierno y otro tanto bajo el gobierno del azar. Veremos asimismo, desde ese hipotético dron, áreas verdes sin color verde, carreteras que acusan esguinces, baches, bordos y bordes imprevisibles, fábricas metidas en espacios residenciales, el pecho de un río sin agua, barrios desmedrados y algunas pocas zonas habitacionales cerradas e inequívocamente dignas en su privilegiado interior.

Sé, como digo, que en muchos casos la sana economía y la equidad determinan un desarrollo urbanístico útil y bello, pero también ayudaría una mejora de la educación que necesitamos para colaborar como ciudadanos al menos tratando de no estropear lo ya construido, lo ya avanzado. Sin perder la esencia de lo que somos, siempre podemos edificar mejores entornos. El comienzo podría estar, por ejemplo, en no tirar basura, pero a veces ni esto, que es elemental, se cumple entre nosotros.