domingo, agosto 14, 2016
Oíd, mortales
Nunca he contado esta anécdota, la anécdota del único momento en mi vida en el que he estado cerca de una ceremonia de entonación de himnos nacionales. A mediados de 2012 yo era director de cultura de Torreón y como tal debía organizar actividades públicas. Por obvias razones, siempre procuré apersonarme en todas las presentaciones, fueran de lo que fueran, pues en esos casos (iba a escribir "eventos", pero no les digo así) siempre existe el peligro de que algo no funcione y se venga a pique la actividad. Yo quería estar presente, pues, en lo que iba organizando para no dejar solos ni a los artistas ni al público. Con problemas y precariedades, todo salió adelante en esos meses tensos y muy agitados para mí.
Por esas fechas tuvimos un pequeño festival de danza folclórica en la Plaza Mayor. Fue popular y gratuito, como todo lo que encabecé. En el encuentro participarían tres grupos: uno paraguayo, otro argentino y uno más mexicano, de Torreón, uno por día. En la inauguración se presentaron unos gauchos y unas chinas argentinos con música en vivo. Eran oriundos, me dijeron, de Campana, ciudad de la provincia de Buenos Aires. Hice la inauguración y presenté al grupo. Invoqué, para exaltar la belleza de su folclor, al gaucho Martín Fierro, a don Ata, a la Negra Sosa, tiré un rollito sobre las milongas, las chacareras y los gatos, y algo agregué sobre Cosquín, el festival gigante que organizan en Córdoba. Ya el público estaba impaciente, lo noté, y aceleré mi remate. Textual, di la bienvenida a los músicos y a los bailarines, con estas palabras: "¡Oíd, mortales, el grito sagrado / libertad, libertad, libertad!", y bajé del escenario.
Poco después, en la cena colectiva con los invitados, el del bombo (un gordito de piel lechosa y pelo de cazuela) me dijo que comenzó a golpear el cuero con lágrimas en los ojos al escuchar el "oíd, mortales". Lo entendí. Quizá me hubiera pasado lo mismo si lejos de mi país escucho "Mexicanos, al grito de guerra".
La foto que acompaña este largo post es de mis hijas (hoy ya no se parecen a ellas, han crecido mucho). Como puede verse, lucen alegres junto al joven gaucho de Campana, provincia de Buenos Aires.