miércoles, diciembre 24, 2014

Respuesta de Forster
















En la pasada Feria Internacional del Libro pude asistir a una mesa argentina en la que se habló sobre medios y poder. La compartieron el periodista Eduardo Anguita, el filósofo Ricardo Forster y como moderador estuvo el también periodista (e hincha de Rácing) Carlos Ulanovsky. Pude hacerles dos preguntas en público, y la segunda fue ésta: “Si bien es cierto México y Argentina tienen simetrías, también tienen grandes asimetrías; una de ellas tiene que ver con los medios de comunicación hegemónicos. En México, los dos grandes consorcios de televisión y radio están totalmente aliados al poder del gobierno federal. En Argentina esto no sucede desde hace algunos años a la fecha. En ambos casos noto un problema: cuando están, como en México, muy cerca del poder, evidentemente nos engañan, la maquillan. En Argentina tienen dos grupos mediáticos poderosísimos, sobre todo el de Clarín, que se dedica a sabotear con la información todo lo que hace el gobierno federal encabezado por Cristina Fernández. Mi pregunta es ésta: ¿en dónde debe ubicarse el periodismo, cuál es la zona que debe ocupar?”
Ricardo Forster, autor de varios libros, dirigente del grupo Carta Abierta y uno de los intelectuales más salientes de Argentina en este momento, respondió algo que, creo, calza bien a México; por ello lo reproduzco aquí en un solo párrafo, íntegro, tal y como lo “redacto” Fortser de botepronto casi al final de la mesa redonda:
“Es muy difícil abrir la caja de Pandora de los medios de comunicación, es un poder sellado, cifrado, entramado con intereses que siempre aparecen como en una zona de niebla. Creo que hay momentos de las sociedades donde se producen rupturas. En Argentina eso ocurrió a partir del 2008 por distintos motivos que no es importante narrar ahora, pero que generaron algo insólito: que una parte no menor de la sociedad comenzara a preguntarse por su manera de ver la realidad a través de los medios de comunicación. Cuando una sociedad comienza a preguntarse eso, cómo mira el mundo mediado por los medios, y cuando pierde, entre comillas, la inocencia, cuando deja de ser virgen frente a una verdad y una objetividad y una autoridad que determinaba su manera de ver el mundo, algo importante está sucediendo en esa sociedad, algo se rompe y algo se abre; a mí me parece que hoy gran parte de la sociedad argentina, esté con quien esté, ya no puede inocentemente ver un periódico, escuchar la radio o ver la televisión, porque sabe que es parte de una gran disputa, porque sabe que es parte de una enorme querella de interpretaciones, que ya no hay una realidad narrada de manera objetiva o verdadera, sino que la realidad también es un campo de batallas, de ideas contrapuestas, que hay poder en el modo de representar la realidad. Entonces yo creo que eso es fundamental. Me parece que lo que está pasando en México ahora, a partir de un desgarramiento muy profundo y de un acontecimiento atroz, puede generar también que una parte importante de la sociedad mexicana salga de una cierta aceptación de lo irrevocable de un orden. Lo peor que le puede pasar a una sociedad es sentir que el orden es irrevocable, y los medios de comunicación, sobre todo los medios de comunicación concentrados, que representan poder económico o político, pero sobre todo representan poder cultural-simbólico, se encargan de señalar que el mundo fue y será una porquería. Bajo esa lógica, la catástrofe, la tragedia, el horror, la miseria, el crimen, la violencia, la corrupción dominan todas las esferas de la vida, y al dominar todas las esferas de la vida ya no hay ninguna oportunidad para imaginar que la sociedad puede ser distinta, que es posible construir derechos, ampliarlos, que se puede construir una democracia que no esté vaciada, sino que la democracia puede ser un ámbito de participación real, que hay un presente que no es el lugar del agobio, de la miseria cotidiana en todos los órdenes, porque el dispositivo mediático es una máquina cultural. Entonces cuando se abre esa máquina cultural y una parte de la sociedad puede discutirla, algo importante está pasando, y en nuestros países, cada uno con su historia, de algún modo esto se está notando, lo están notando los brasileiros, los bolivianos, los venezolanos, los argentinos… los mexicanos ya no aceptan que los cuerpos que se hallan cada día en fosas comunes sean parte de eso irrevocable que seguirá siendo así. Me parece que este es un punto de inflexión para la sociedad mexicana, y que descubrir en la complejidad del lenguaje de los medios de comunicación una parte de la responsabilidad en sostener esa suerte de velamiento es un paso extraordinariamente significativo, que amplía democracia, amplía derechos y le devuelve a la política un lugar tremendamente importante. No es lo mismo sentirse afín a un gobierno que representa intereses democráticos, populares, y hacerlo desde un trabajo periodístico, que estar en disputa por un gobierno encerrado en una visión autoritaria, represiva y antipopular. Esto es parte de lo que se está discutiendo en América Latina y también en otras partes del mundo. No deja de ser sorprendente que en Europa los medios llamados ‘progresistas’ tengan una visión espantosa sobre América Latina. Todo lo que sucede en América Latina bajo experiencias populares, democráticas, es inmediatamente tachado de (y la palabra para ellos es horrible) populista, demagógico, autoritario, una especie de Macondo invertido, digamos, no sólo el exotismo macondiano sino el exotismo de la barbarie latinoamericana. Es interesante invertir esos términos, también preguntar cómo narra El País de España lo que pasa en México y lo que pasa en la Argentina, cómo narra Le Monde, cómo lo hace el New York Times, porque ahí también hay que quebrar la idea de una prensa seria, objetiva, que quiere decirnos lo que sucede. Esto, me parece, es lo que está pasando, en parte, en estos momentos sudamericanos y que en México implica una pregunta inquietante: ¿cómo se abre, desde el horror, la posibilidad de una reparación? Me parece que este punto es central, cómo es posible la reparación de una historia que hoy llegó a un límite. No es fácil”.