En
la pasada Feria Internacional del Libro pude asistir a una mesa argentina en la
que se habló sobre medios y poder. La compartieron el periodista Eduardo
Anguita, el filósofo Ricardo Forster y como moderador estuvo el también
periodista (e hincha de Rácing) Carlos Ulanovsky. Pude hacerles dos preguntas
en público, y la segunda fue ésta: “Si bien es cierto México y Argentina tienen
simetrías, también tienen grandes asimetrías; una de ellas tiene que ver con
los medios de comunicación hegemónicos. En México, los dos grandes consorcios
de televisión y radio están totalmente aliados al poder del gobierno federal.
En Argentina esto no sucede desde hace algunos años a la fecha. En ambos casos
noto un problema: cuando están, como en México, muy cerca del poder,
evidentemente nos engañan, la maquillan. En Argentina tienen dos grupos
mediáticos poderosísimos, sobre todo el de Clarín, que se dedica a sabotear con
la información todo lo que hace el gobierno federal encabezado por Cristina
Fernández. Mi pregunta es ésta: ¿en dónde debe ubicarse el periodismo, cuál es
la zona que debe ocupar?”
Ricardo Forster, autor de varios libros, dirigente del grupo Carta Abierta y uno de los
intelectuales más salientes de Argentina en este momento, respondió algo que,
creo, calza bien a México; por ello lo reproduzco aquí en un solo párrafo,
íntegro, tal y como lo “redacto” Fortser de botepronto casi al final de la mesa
redonda:
“Es
muy difícil abrir la caja de Pandora de los medios de comunicación, es un poder
sellado, cifrado, entramado con intereses que siempre aparecen como en una zona
de niebla. Creo que hay momentos de las sociedades donde se producen rupturas.
En Argentina eso ocurrió a partir del 2008 por distintos motivos que no es
importante narrar ahora, pero que generaron algo insólito: que una parte no
menor de la sociedad comenzara a preguntarse por su manera de ver la realidad a
través de los medios de comunicación. Cuando una sociedad comienza a
preguntarse eso, cómo mira el mundo mediado por los medios, y cuando pierde,
entre comillas, la inocencia, cuando deja de ser virgen frente a una verdad y
una objetividad y una autoridad que determinaba su manera de ver el mundo, algo
importante está sucediendo en esa sociedad, algo se rompe y algo se abre; a mí
me parece que hoy gran parte de la sociedad argentina, esté con quien esté, ya
no puede inocentemente ver un periódico, escuchar la radio o ver la televisión,
porque sabe que es parte de una gran disputa, porque sabe que es parte de una
enorme querella de interpretaciones, que ya no hay una realidad narrada de
manera objetiva o verdadera, sino que la realidad también es un campo de batallas,
de ideas contrapuestas, que hay poder en el modo de representar la realidad.
Entonces yo creo que eso es fundamental. Me parece que lo que está pasando en
México ahora, a partir de un desgarramiento muy profundo y de un acontecimiento
atroz, puede generar también que una parte importante de la sociedad mexicana
salga de una cierta aceptación de lo irrevocable de un orden. Lo peor que le
puede pasar a una sociedad es sentir que el orden es irrevocable, y los medios
de comunicación, sobre todo los medios de comunicación concentrados, que
representan poder económico o político, pero sobre todo representan poder
cultural-simbólico, se encargan de señalar que el mundo fue y será una
porquería. Bajo esa lógica, la catástrofe, la tragedia, el horror, la miseria,
el crimen, la violencia, la corrupción dominan todas las esferas de la vida, y
al dominar todas las esferas de la vida ya no hay ninguna oportunidad para
imaginar que la sociedad puede ser distinta, que es posible construir derechos,
ampliarlos, que se puede construir una democracia que no esté vaciada, sino que
la democracia puede ser un ámbito de participación real, que hay un presente
que no es el lugar del agobio, de la miseria cotidiana en todos los órdenes,
porque el dispositivo mediático es una máquina cultural. Entonces cuando se
abre esa máquina cultural y una parte de la sociedad puede discutirla, algo
importante está pasando, y en nuestros países, cada uno con su historia, de
algún modo esto se está notando, lo están notando los brasileiros, los
bolivianos, los venezolanos, los argentinos… los mexicanos ya no aceptan que
los cuerpos que se hallan cada día en fosas comunes sean parte de eso
irrevocable que seguirá siendo así. Me parece que este es un punto de inflexión
para la sociedad mexicana, y que descubrir en la complejidad del lenguaje de
los medios de comunicación una parte de la responsabilidad en sostener esa
suerte de velamiento es un paso extraordinariamente significativo, que amplía
democracia, amplía derechos y le devuelve a la política un lugar tremendamente
importante. No es lo mismo sentirse afín a un gobierno que representa intereses
democráticos, populares, y hacerlo desde un trabajo periodístico, que estar en
disputa por un gobierno encerrado en una visión autoritaria, represiva y
antipopular. Esto es parte de lo que se está discutiendo en América Latina y
también en otras partes del mundo. No deja de ser sorprendente que en Europa
los medios llamados ‘progresistas’ tengan una visión espantosa sobre América
Latina. Todo lo que sucede en América Latina bajo experiencias populares,
democráticas, es inmediatamente tachado de (y la palabra para ellos es
horrible) populista, demagógico, autoritario, una especie de Macondo invertido,
digamos, no sólo el exotismo macondiano sino el exotismo de la barbarie
latinoamericana. Es interesante invertir esos términos, también preguntar cómo
narra El País de España lo que pasa
en México y lo que pasa en la Argentina, cómo narra Le Monde, cómo lo hace el New
York Times, porque ahí también hay que quebrar la idea de una prensa seria,
objetiva, que quiere decirnos lo que sucede. Esto, me parece, es lo que está
pasando, en parte, en estos momentos sudamericanos y que en México implica una
pregunta inquietante: ¿cómo se abre, desde el horror, la posibilidad de una
reparación? Me parece que este punto es central, cómo es posible la reparación
de una historia que hoy llegó a un límite. No es fácil”.