sábado, diciembre 13, 2014

El carpetazo viviente














Desde los primeros de octubre, hace ya dos meses y medio, la irritación social persiste emblemáticamente en el tag #TodosSomosAyotzinapa sin que se avizore una respuesta sensata y justa al estropicio que lo detonó. Antes bien, el primer intento oficial fue darle carpetazo para que Peña Nieto viajara en paz a China y Australia. Pero esta vez no ha sido posible sofocar el fuego de la inconformidad popular con las salidas tradicionales, al grado de que no ha habido semana sin noticias intensas sobre el tema. Ésta, por ejemplo, nos mostró las agallas del jovencito que en un gesto de valor y claridad colocó la bandera/protesta de millones de mexicanos; su breve solicitud (“Malala, please, México”) y su presencia en la entrega del Nobel de la Paz le dieron la vuelta al mundo con más fuerza que una marcha.
Asimismo, para atizar más el horno, se reveló que Luis Videgaray también ha recibido el cariño del Grupo Higa, lo que impulsó de nuevo hacia los primeros peldaños de la popularidad el nunca suficientemente aclarado tema del conflicto de interés que este gobierno ha lucido como si fuera una medalla.
La semana trajo además un mentís al carpetazo de Murillo Karam, un cuestionamiento severo hacia todas las “certezas” que quedaron sobre la mesa luego de que el cansino fiscal emitió la primera versión de los hechos. Me refiero a la investigación presentada por el doctor Jorge Antonio Montemayor Aldrete, investigador titular del Instituto de Física de la UNAM, y por Pablo Ugalde Vélez, maestro en Ciencias de Materiales y profesor investigador de la UAM Atzcapotzalco. Lo más valioso que aportaron ambos estudiosos no está tanto en las respuestas, sino en las preguntas, es decir, en la construcción de muchas hipótesis que hoy permiten entender esta verdad: que lejos de estar cerrado, el caso está más abierto que nunca, de ahí que me atreva a denominarlo “carpetazo viviente”.
La investigación encabezada por ambos expertos indagó sobre todo en las posibilidades de la combustión y la capacidad incineratoria. Mientras en la versión oficial fue fácil hablar de cremación masiva, en la de los investigadores hay una explicación científica. Si bien las palabras de Murillo Karam desataron el escepticismo de cualquiera, que todos nos preguntáramos, baste este ejemplo, por la columna de humo que nadie vio o por los grados de calor necesarios para convertir cuerpos en cenizas, no teníamos hasta ahora una opinión fundamentada, científica, sobre las posibilidades de cierto material combustible antes y después de ser usado.
El amplio reportaje de Shaila Rosagel (mi amiga, dicho sea de paso) publicado en el portal de SinEmbargo es elocuente desde su título: “Cocula: la versión del gobierno hace agua”. Y la hace porque la ciencia ha confrontado la palabrería elusiva. Ahora bien, como toda la presunta escena del crimen fue inaccesible y no hubo peritos ajenos a la oficialidad, el trabajo de los analistas, luego de explicar la enorme cantidad de madera y llantas necesaria para una incineración de tal tamaño, plantea preguntas a partir de la versión oficial: ¿quién arrimó las 33 toneladas de troncos y las 995 llantas para hacer la hoguera?, “¿Por qué no están quemadas las ramas de los árboles del perímetro del fondo de la barranca? ¿Por qué no se observan las rocas que según los acusados fueron utilizadas para hacer un círculo que encerrara el material a quemar? ¿Por qué no existen rocas en las cercanías que hayan sido rotas bajo el efecto de choques térmicos característicos de incendios prolongados a altas temperaturas durante los cuales escurren fluidos?”.
Como éstas, muchas otras preguntas se desprenden del informe Montemayor-Ugalde. Son pues demasiadas dudas, demasiadas hipótesis, y nula voluntad del gobierno para aclararlas.