Lejos
de apanicarse, enconcharse, limitarse, la llamada “clase política” nacional
sigue en sus arreglos de siempre, más cínica que nunca, exonerando hampones o
amenazando a los “desestabilizadores” sin morderse la lengua. Hay, claro,
indicios de represión dosificada aquí y allá, y la descomposición que podemos
atribuir a la delincuencia conserva el buen ritmo que tuvo en el calderonato
genocida. O sea, no hay mucha novedad en el frente oficial ni en el frente
narco que al final terminan confundidos, enredados, aliados casi
bicefálicamente.
Donde
es muy evidente un ligero cambio de dinámica es en la exhibición pública de los
bienes materiales que poseen quienes detentan alguna forma más o menos grande de
poder político. Como las declaraciones patrimoniales, aunque parciales y
amañadas, ya son públicas, no pasa día desde hace rato en el que no nos
enteremos de las posesiones que, para hacer honor a la justa medianía juarista, acumulan
ostentosa o discretamente quienes han estado/están cerca del queso y lo han
mordido hasta más allá de la saciedad.
Con
la casa de EPN como Transa Insignia de este sexenio, poco a poco se ha ido
desgranando la mazorca y aquí y allá, hasta en medios afines al gobierno, son
balconeados algunos lujos de la élite. Es, digamos, lo ya bien sabido, pero con
evidencias documentales obtenidas de las mismas declaraciones patrimoniales.
Pese a que se trata de riquezas, de lujos, de bienes obscenos, soy de los que
creen que pese a las exigencias de la ley para hacer públicos los bienes, lo
que vemos es apenas la cresta del iceberg, pues con prestanombres o simple
ocultamiento de información se quedan muchas verdades tras el biombo.
Inquieta
por el también descarado caso Videgaray, CNN exploró nomás tantito en el
gabinete de EPN y encontró que la camarilla, obvio, también tiene el colmillo
largo y afilado. La puesta periodística de esa información la hizo en tono
chacotero. Por ejemplo, con incisos como éste: “Las 222.4 hectáreas de Enrique Martínez y Martínez”, donde se
dice que el
actual secretario de Ganadería, Agricultura, Desarrollo Rural, Pesca
y Alimentación cuenta con “una superficie total de 2 millones 224,625 metros
cuadrados, es decir, 222.4 hectáreas. Para dar una idea, los terrenos de este
funcionario equivalen a una tercera parte del área del Bosque de Chapultepec”.
Otra: “Un gusto por los clásicos”, donde se refiere a que “El secretario del
Trabajo y Previsión Social, Alfonso Navarrete Prida, reportó ser propietario de
siete vehículos, entre ellos un Jaguar clásico del año 1960. Entre sus otros
autos se encuentra un BMW 550 GT de 2012 (el cual adquirió a crédito), Mercedes
Benz E 500 de 2012, y un Mini Cooper Country Man de 2011”. Y así, pocos datos
solamente de todo lo que fue reportado en las declaraciones patrimoniales.
Junto con la violencia agudizada en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas,
Estado de México y demás, estamos viendo, así sea lentamente, una mayor
apertura de la información relacionada con el patrimonio de quienes manejan
recursos públicos. Ya sabíamos que en general —por no decir llanamente que
todos— se enriquecían en poco tiempo y si es en mucho se enriquecen más; lo que
no sabemos bien, y no debemos olvidar, es que sólo vemos una parte de todo lo
que acumulan. Por ello lo que queda oculto, lo no declarado, es lo más
interesante y cuando es descubierto, como en el caso de Luis Videgaray, lo
justifican con cuentas y cuentos chinos, con créditos blandos o inversión de
ahorritos o “donaciones” (el clásico de EPN). Ah, lindo
país.