El lugar común ha etiquetado a las mujeres como “sexo débil”. Nada, creo, más lejano a la verdad para juzgarlas. Si algo es fuerte en este mundo, lo digo sin chantaje y con suficiente conocimiento de causa, son las mujeres. No creo en general, pues, en la idea que les asigna un rol de fragilidad. O, dicho desde otra perspectiva, su fortaleza nace de su debilidad: como físicamente lo son con respecto del hombre, se adaptan con mayor facilidad a la adversidad, se rompen (si es que se rompen) con más dificultad, son resistentes y a la larga terminan salvando obstáculos mejor que los machos. No por nada la madre es el pegamento principal de millones de familias, la figura que cohesiona y a partir de la cual se percibe la noción de unidad.
Tan fuerte como la mujer, o más, es quien ha decidido abrazar otra opción sexual a la convencional. No idealizo, por supuesto, ya que entre heteros y homos hay de todo. Ningún género ni opción es, per se, malo o bueno. Lo que sí debe tomarse en cuenta es la carga de agresión histórica que pesa sobre quienes optan por una sexualidad distinta. Los gays, y con menos encono las lesbianas, cargan sobre sus espaldas el peso de prejuicios seculares, de ahí que, cuando asumen y hacen pública su condición, se vean forzados a resistir, a vivir en una especie de nado de salmón.
Hay, por fortuna, ciertos espacios en los que se ha hecho cada vez más respirable el ambiente frente a la diferencia, aunque por supuesto sobreviven sectores de la sociedad que por extremo conservadurismo se oponen y en algunos casos llegan hasta la agresión. Uno de esos espacios es el de la literatura. Gracias al recurso de la palabra que de entrada impide la inmediata explicitud del cine o la fotografía, estos temas pueden ser desmenuzados con más calma; por ejemplo, en la novela Mariposa de cristal, obra escrita por el matamorense (matamorense de Matamoros, Coahuila) Raúl de León Alcocer (1966). Publicado por la Universidad Autónoma de Chapingo, este relato cuenta las experiencias iniciáticas en política, educación y sexo de varios personajes que forman un mosaico de apetitos tan sincero como conmovedor.
Aunque son muchos, los sujetos más salientes en la trama son Leo, Demetrio, Eleim y Margot. La novela se ubica en la década de los ochenta y tiene como escenario el centro del país, particularmente la atmósfera universitaria de Chapingo. En este sentido, se siente que es una historia de corte testimonial, aunque esta etiqueta venga a valer poco si pensamos que en cualquier parte del mundo, sobre todo en aquellos lugares donde convergen los destinos de miles de estudiantes foráneos, el aprendizaje se da como una revelación cotidiana y a veces algo abrupta, como les pasa a Leo y a Demetrio en sus primeros encontronazos sexuales con sus “chicas”.
Como lo advierte Pedro Cabrera, Mariposa de cristal narra “las andanzas de un ser mítico en el ámbito universitario, Margot, un varón cuya peculiaridad consiste en desear ser mujer en un espacio predominantemente masculino. Su iniciación sexual, el miedo al envejecimiento, sus venganzas y frustraciones, las cortesanas de su reino, sus aventuras amorosas, la fragilidad de su belleza… con este entramado, el autor logra un gran retrato del personaje [y consigue la] Recreación de un mundo perdido”.
Si no me equivoco, éste es el cuarto libro con tema homosexual escrito por un lagunero. Cada uno con sus peculiaridades, uno contiene relatos: Tu lagunero no vuelve más (1999), de Wenceslao Bruciaga; otro es de poesía: Chacal y susceptible (2008), de Sebastián Margot, y otro es la novela Travesti (2009), de Carlos Reyes. A estos se suma, entonces, Mariposa de cristal (2009), texto que además de dibujar la mentalidad todavía politizada de los ochentenos, orienta su trama a las vivencias de Demetrio y Leo, dos jóvenes en plenitud de fortaleza, frente a Margot y Eleim, las entrecomilladas compañeras elegidas para descubrir el pasmo de la carne. Más allá de lo duro que puedan sonar ciertas escenas a la visión de una moral estándar todavía reacia a suponer valor estético a las obras que trazan rutas no convencionales en lo sexual, Mariposa de cristal, reitero, conmueve por la sinceridad del relato. De León Alcocer ha procedido con honestidad, revelando los entresijos del descubrimiento amoroso sin retórica evasiva, y eso se agradece cuando ya estamos plenamente dispuestos a leer obras con tal tema. Yo lo estuve, salí satisfecho de sus páginas, ante todo por el valor de Margot, la cristalina y acerada mariposa de este libro recomendable a quienes sospechen que puedan disfrutarlo.
Tan fuerte como la mujer, o más, es quien ha decidido abrazar otra opción sexual a la convencional. No idealizo, por supuesto, ya que entre heteros y homos hay de todo. Ningún género ni opción es, per se, malo o bueno. Lo que sí debe tomarse en cuenta es la carga de agresión histórica que pesa sobre quienes optan por una sexualidad distinta. Los gays, y con menos encono las lesbianas, cargan sobre sus espaldas el peso de prejuicios seculares, de ahí que, cuando asumen y hacen pública su condición, se vean forzados a resistir, a vivir en una especie de nado de salmón.
Hay, por fortuna, ciertos espacios en los que se ha hecho cada vez más respirable el ambiente frente a la diferencia, aunque por supuesto sobreviven sectores de la sociedad que por extremo conservadurismo se oponen y en algunos casos llegan hasta la agresión. Uno de esos espacios es el de la literatura. Gracias al recurso de la palabra que de entrada impide la inmediata explicitud del cine o la fotografía, estos temas pueden ser desmenuzados con más calma; por ejemplo, en la novela Mariposa de cristal, obra escrita por el matamorense (matamorense de Matamoros, Coahuila) Raúl de León Alcocer (1966). Publicado por la Universidad Autónoma de Chapingo, este relato cuenta las experiencias iniciáticas en política, educación y sexo de varios personajes que forman un mosaico de apetitos tan sincero como conmovedor.
Aunque son muchos, los sujetos más salientes en la trama son Leo, Demetrio, Eleim y Margot. La novela se ubica en la década de los ochenta y tiene como escenario el centro del país, particularmente la atmósfera universitaria de Chapingo. En este sentido, se siente que es una historia de corte testimonial, aunque esta etiqueta venga a valer poco si pensamos que en cualquier parte del mundo, sobre todo en aquellos lugares donde convergen los destinos de miles de estudiantes foráneos, el aprendizaje se da como una revelación cotidiana y a veces algo abrupta, como les pasa a Leo y a Demetrio en sus primeros encontronazos sexuales con sus “chicas”.
Como lo advierte Pedro Cabrera, Mariposa de cristal narra “las andanzas de un ser mítico en el ámbito universitario, Margot, un varón cuya peculiaridad consiste en desear ser mujer en un espacio predominantemente masculino. Su iniciación sexual, el miedo al envejecimiento, sus venganzas y frustraciones, las cortesanas de su reino, sus aventuras amorosas, la fragilidad de su belleza… con este entramado, el autor logra un gran retrato del personaje [y consigue la] Recreación de un mundo perdido”.
Si no me equivoco, éste es el cuarto libro con tema homosexual escrito por un lagunero. Cada uno con sus peculiaridades, uno contiene relatos: Tu lagunero no vuelve más (1999), de Wenceslao Bruciaga; otro es de poesía: Chacal y susceptible (2008), de Sebastián Margot, y otro es la novela Travesti (2009), de Carlos Reyes. A estos se suma, entonces, Mariposa de cristal (2009), texto que además de dibujar la mentalidad todavía politizada de los ochentenos, orienta su trama a las vivencias de Demetrio y Leo, dos jóvenes en plenitud de fortaleza, frente a Margot y Eleim, las entrecomilladas compañeras elegidas para descubrir el pasmo de la carne. Más allá de lo duro que puedan sonar ciertas escenas a la visión de una moral estándar todavía reacia a suponer valor estético a las obras que trazan rutas no convencionales en lo sexual, Mariposa de cristal, reitero, conmueve por la sinceridad del relato. De León Alcocer ha procedido con honestidad, revelando los entresijos del descubrimiento amoroso sin retórica evasiva, y eso se agradece cuando ya estamos plenamente dispuestos a leer obras con tal tema. Yo lo estuve, salí satisfecho de sus páginas, ante todo por el valor de Margot, la cristalina y acerada mariposa de este libro recomendable a quienes sospechen que puedan disfrutarlo.