Bien intuyo que no es un problema menor y que, en el actual estado de podredumbre social, los ciudadanos debemos cuidar detalles en apariencia insignificantes, como el uso mañoso de nuestras direcciones. Ayer, y a propósito de lo que escribí (ya está en este blog), el señor Miguel Ramírez Jáuregui, de Torreón, me compartió pormenores de un problema con su banco y otro sobre el mal uso que alguna vez cierto abogado tracalero hizo de su dirección. Seguramente hay muchos casos parecidos, así que debemos levantar la guardia y aclarar, como lo hizo el señor Ramírez Jáuregui. Esta es su carta (la publico con su autorización; omito algunos datos):
“A propósito de su artículo de hoy [ayer], tengo algunos comentarios. Soy tarjetahabiente del banco Fulano desde la fecha en que se implantó en México este servicio. Pertenezco a los que en la jerga bancaria se llama ‘totaleros’. Es rarísima la ocasión en que no liquido puntualmente todo mi saldo. La última vez sucedió hace cerca de 10 años. Dejé de pagar 1000 pesos del saldo total, aunque la cantidad que aboné fue muchísimo mayor al saldo mínimo a pagar asignada por el banco. Pensé que lo que se me podría cobrar por intereses no rebasaría los 100 pesos, el 10% mensual de lo que había quedado pendiente. Pero no, cuando llegó mi estado de cuenta vi que los intereses ascendían a algo más de 400 pesos. Este informe se me entregó aproximadamente en el mes de julio de ese año. Al preguntar telefónicamente cuál era la causa de este cobro, la persona que me atendió me fue haciendo cuentas desde el mes de enero de ese año. Le señalé que en este mes había pagado la totalidad del saldo. Lo aceptó, pero dijo que los intereses ahora se me cargaban porque el banco me había dado crédito durante ese mes. Y así siguió con febrero, marzo, etc., meses en los que también liquidé todo mi saldo. Sólo el agiotista más rapaz puede igualar a los bancos.
Otro asunto que quiero mencionarle es el relativo a la correspondencia que llega a nuestro domicilio pero dirigida a otra persona. Tengo una casa que ya no habito ni rento desde hace poco más de 5 años. Parte de la mañana estoy en ella para aprovechar lo céntrico de su ubicación. Está en la Av. Zutana, del lado oriente, muy cerca de la Colón. En el año 2004 me fue depositado un citatorio de un juzgado de materia penal de Torreón, dirigido al Lic. Fulano, que era el defensor de oficio de una persona a la que se acusaba de un delito equiparable a violación. Lo primero que pensé es que se debía de tratar de un domicilio del lado poniente, lo que resultó falso, pues la numeración de esa cuadra se corta antes del número 100, y la de mi domicilio es mayor.
Después de un mes, me dejaron un nuevo citatorio, lógicamente a nombre del mismo Lic. Fulano, lo que me obligó a presentarme en el juzgado con la documentación necesaria para probar que esa casa era mía, y que no conocía ni al licenciado ni al fulano al que se acusaba. Después de la cuarta o quinta visita, pues se daba la mala suerte de que cuando iba el empleado del juzgado no estaba yo en la casa, se convencieron de que había algún error y yo no tenía vela en el entierro. Hará cerca de 3 años, cuando nuevamente fueron a buscar en mi domicilio al Lic. Fulano; afortunadamente estaba presente su servidor e informé que esa persona no vivía ahí y que desconocía la razón por la que lo buscaban en mi casa, como anteriormente lo habían hecho. Ahora la causa por la que buscaban a este licenciado era porque había firmado como aval en un préstamo que otra persona había obtenido de un banco para la construcción de una casa. La persona que llevaba el citatorio me comentó que la razón por la que el Lic. Fulano diera mi domicilio como suyo era únicamente retrasar los juicios. Le menciono lo anterior porque posteriormente me enteré que el tal licenciado es regidor en el cabildo de Torreón. ¡Imagínese la total falta de ética y de honradez de este representante popular!”.
“A propósito de su artículo de hoy [ayer], tengo algunos comentarios. Soy tarjetahabiente del banco Fulano desde la fecha en que se implantó en México este servicio. Pertenezco a los que en la jerga bancaria se llama ‘totaleros’. Es rarísima la ocasión en que no liquido puntualmente todo mi saldo. La última vez sucedió hace cerca de 10 años. Dejé de pagar 1000 pesos del saldo total, aunque la cantidad que aboné fue muchísimo mayor al saldo mínimo a pagar asignada por el banco. Pensé que lo que se me podría cobrar por intereses no rebasaría los 100 pesos, el 10% mensual de lo que había quedado pendiente. Pero no, cuando llegó mi estado de cuenta vi que los intereses ascendían a algo más de 400 pesos. Este informe se me entregó aproximadamente en el mes de julio de ese año. Al preguntar telefónicamente cuál era la causa de este cobro, la persona que me atendió me fue haciendo cuentas desde el mes de enero de ese año. Le señalé que en este mes había pagado la totalidad del saldo. Lo aceptó, pero dijo que los intereses ahora se me cargaban porque el banco me había dado crédito durante ese mes. Y así siguió con febrero, marzo, etc., meses en los que también liquidé todo mi saldo. Sólo el agiotista más rapaz puede igualar a los bancos.
Otro asunto que quiero mencionarle es el relativo a la correspondencia que llega a nuestro domicilio pero dirigida a otra persona. Tengo una casa que ya no habito ni rento desde hace poco más de 5 años. Parte de la mañana estoy en ella para aprovechar lo céntrico de su ubicación. Está en la Av. Zutana, del lado oriente, muy cerca de la Colón. En el año 2004 me fue depositado un citatorio de un juzgado de materia penal de Torreón, dirigido al Lic. Fulano, que era el defensor de oficio de una persona a la que se acusaba de un delito equiparable a violación. Lo primero que pensé es que se debía de tratar de un domicilio del lado poniente, lo que resultó falso, pues la numeración de esa cuadra se corta antes del número 100, y la de mi domicilio es mayor.
Después de un mes, me dejaron un nuevo citatorio, lógicamente a nombre del mismo Lic. Fulano, lo que me obligó a presentarme en el juzgado con la documentación necesaria para probar que esa casa era mía, y que no conocía ni al licenciado ni al fulano al que se acusaba. Después de la cuarta o quinta visita, pues se daba la mala suerte de que cuando iba el empleado del juzgado no estaba yo en la casa, se convencieron de que había algún error y yo no tenía vela en el entierro. Hará cerca de 3 años, cuando nuevamente fueron a buscar en mi domicilio al Lic. Fulano; afortunadamente estaba presente su servidor e informé que esa persona no vivía ahí y que desconocía la razón por la que lo buscaban en mi casa, como anteriormente lo habían hecho. Ahora la causa por la que buscaban a este licenciado era porque había firmado como aval en un préstamo que otra persona había obtenido de un banco para la construcción de una casa. La persona que llevaba el citatorio me comentó que la razón por la que el Lic. Fulano diera mi domicilio como suyo era únicamente retrasar los juicios. Le menciono lo anterior porque posteriormente me enteré que el tal licenciado es regidor en el cabildo de Torreón. ¡Imagínese la total falta de ética y de honradez de este representante popular!”.