Traigo la columna "Imaginario colectivo" (16, septiembre, 2007) de Renata Chapa. Aparece los domingos en El Diario de Chihuahua.
Con qué cara
Renata Chapa
Rumbo a uno de los ene sitios que debo atender a diario por afanes de subsistencia económica —de orilla a orilla de una, dos y hasta tres ciudades— continué el doloroso análisis del párrafo que había avivado mi de por sí alertado insomnio de la madrugada de este martes: “Las características de crianza pueden ser alteradas por factores culturales y tecnológicos (…) En nuestras comunidades urbanas, sea por elección de la pareja o por presiones —de índole laboral o social— imperantes de la vida moderna, la crianza, (…) en algunos segmentos no pobres de la sociedad, sufre riesgos. Es decir, también aparece la inestabilidad emocional de la pareja, la tercerización indiferente de la crianza ejercida habitualmente por empleadas domésticas, la interrupción anticipada de la lactancia materna, la aculturización mediática del hogar y la alimentación inadecuada. En los períodos preescolar y escolar, las instituciones educativas en muchos casos compensan algunos de estos aspectos (…). Debería ser estudiado el impacto sobre el desarrollo infantil de este ‘desplazamiento’ de las condiciones de crianza en grupos sociales que se hallan fuera de las condiciones de riesgo social por pobreza” (Colombo, Jorge, Pobreza y desarrollo infantil, Ed. Paidós Tramas Sociales, p. 100). Seguí manejando con las caras y voces de mis hijas en mi recuerdo. Qué hacer. Cómo intervenir. Cuánto cuesta el tiempo “de calidad” para una como madre trabajadora, casada con su profesión, y para los “desplazados” de su familia. Continué el trayecto.
En el siguiente alto, casi por instrumentos, encendí la radio. Lo que escuché cortó por completo mi itinerante autoevaluación (¿autoflagelamiento?) propiciada por las líneas del doctor Colombo. Escuché una voz femenina intrusa, con sofisticado acento capitalino, nada familiar en esa estación grupera. Subí el volumen, puse atención y me alerté. Ese tipo de enlaces a nivel nacional, y a tal hora de la mañana (10:45 a.m.), me llevaron a suponer el vaticinio de un desastre mayúsculo. Esperaba escuchar, quizá, lo provocado por un terremoto, algún atentado en contra de la figura presidencial, trombas, explosiones. No sé. Pero conforme continuaba la narración de la locutora, supe que el asunto iba por otro rumbo: estaciones radiofónicas “hermanas” cortaron su programación para transmitir, en vivo, la participación de concesionarios de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT) y algunos conductores de programas mediáticos en ¡el Senado de la República! De inmediato, luego del asombro, la duda: ¿en el Senado de la República? ¿Y para qué?
Hoy intento describir la sensación que en aquél momento me provocó escuchar a Pedro Ferriz de Con, enardecido, acusando a los legisladores de atentar contra “la libertad de expresión” del pueblo mexicano y sus medios masivos de comunicación. Aunque aún me resultaba nebuloso el meollo de los hechos, y no sabía bien a bien qué sucedía, logré encallar mi juicio en el más cercano “archipiélago de certeza”, como dice el filósofo Edgar Morin. ¿Pedro Ferriz de Con, en el papel de fiscal ético, encarando a los políticos nuestros? ¿Pero cómo? ¿Con qué cara? ¿Desde qué plataforma moral?
Mientras intentaba aclarar más lo que escuchaba, a mi memoria vino un interesante y serio trabajo de análisis mediático abordado en la maestría de Educación Superior de la UACH (1994) que daba cuenta de la voluble posición ideológica de Ferriz en torno a la política nacional. A través de una investigación documental en la que el objeto de estudio fueron las declaraciones del comunicador en su noticiario matutino en la radio durante diferentes periodos de efervescencia política, la autora del trabajo evidenció la manera en que, según el partido y/o político en turno, Ferriz tendía a los comentarios favorables, aduladores, totalitarios de esos actores; sin embargo, al paso de los años, varios de los otrora elogiados, al encontrarse en condiciones de poder menos favorables, eran blanco del furibundo verbo del líder de opinión.
Debo reconocer que las conclusiones de la investigación mencionada reforzaban la percepción propia que, sin estudio cualitativo pormenorizado de por medio, había notado, también desde años atrás, en Ferriz, una retórica desbordada en aplausos o en lo contrario hacia tal o cual invitado. Para él, o redentores o enemigos de México; o deidades o rufianes; o aristócratas o plebeyos. Criterios polarizados en los que la subjetividad del conductor incluso ha criticado, por ejemplo, a los que considera nefastos agitadores del país sin ver que su discurso massmediático también llama a la agitación, al enfrentamiento, a la cerrazón. Eso sí, sus declaraciones están aderezadas con una suficiencia tan sobrada que ha logrado convencer a muchos de su rol como salvador nacional.
En alguna de sus intervenciones, se refería de manera peyorativa a Santiago Creel Miranda, le recomendaba que visitara al doctor; le refería un “descuento” que la empresa Televisa le había hecho en el pasado cuando eran evidentes sus intereses como candidato político. ¿Y qué Ferriz no le abrió también espacios? ¿Por qué si sabía del supuesto descuento a la cuenta de Creel lo calló entonces y hoy lo despepita en cadena nacional? A Carlos Navarrete del PRD, en tono indignado Ferriz le criticó la referencia del poder fáctico de los medios como si éstos no gozaran de tal poder; es decir, como si Umberto Eco o Michael Focault hubieran desvariado al haber sostenido en cualquier cantidad de obras que los medios masivos de comunicación sí detentan un poder: el fáctico. Y Ferriz agregó tajante: “Poder fáctico es Manuel Andrés López Obrador” sin dar más explicaciones.
A punto de llegar a mi destino laboral, no sé por qué, pero las palabras de Ferriz me recordaron dos escenas también mediáticas: la primera, correspondiente a la película “Amores perros”; en ella, en medio de un ambiente sórdido y ruidoso a la vez, los mastines se entrampan en mordidas arteras, con lo ojos rebotados de ira y sangre, para satisfacer al rudimentario público y cuajar de billetes al amo del animal sobreviviente que, desde lejos, vigila su negocio de apuestas. En la otra escena, por curioso que parezca, aparecen Niurka y Juan Osorio, en la tv nacional, con besos, apapachos y más; luego, el golpeteo entre ambos, el divorcio, y la subsecuente llegada de Bobby Larios al lado de Niurka con más besos, apapachos; luego, el golpeteo entre ambos, el divorcio, y la subsecuente llegada de Yanixan y vamos, hasta ahora, en los besos y apapachos entre él y Niurka.
Ya con el Internet enfrente, supe que junto a Ferriz, también estaban Joaquín López-Dóriga, Javier Alatorre, Paty Chapoy y sus “ventaneables”, entre otros, en una escena de inusitada hermandad entre colegas. Confirmé que no los movía la erradicación de la pobreza en México, la explotación infantil, la desnutrición, la indolencia en los sistemas de salud pública, el medievalismo de los sistemas educativos. Nada de eso. El motivo de la unión histórica era comparecer ante las comisiones encargadas de dictaminar la Reforma Electoral ya que ésta, ahora, tenía contemplado prohibir a los partidos la contratación de espots en tiempos de campaña. Este tipo de mensajes ahora deberían transmitirse en los tiempos que por ley dispone el Estado para dichos fines. Ergo, no más cuentas multimillonarias por concepto de transmisión de espots de campañas propagandísticas en horarios triple A. Eso, según los comunicadores, según Ferriz y sus seguidores, es ir en contra de la “libertad de expresión”. ¿Y es que con comunicadores como él y con tantos de nuestros representantes políticos podemos creer que ha existido, que existe, la libertad de expresión en México?
La Reforma Electoral fue aprobada. Quién sabe qué nuevas triquiñuelas preparen los concesionarios y sus emisarios de histrionismo desbordado para poder salirse con la suya y no dejar ese filetazo monetario en manos de otros tanto o más rapaces y hambrientos que ellos.
Mientras ambos grupos preparan sus nuevas tácticas, yo regreso a tatuarme las reflexiones de Jorge Colombo para que, con todo y mi crianza limitada, injustamente desplazadora, las hijas que van conmigo en este sinuoso trayecto tengan algún referente y lleguen a diferenciar las distintas caras de quienes aparecen en esa triste pantalla de TV que, desdichadamente, tanto las acompaña.
Con qué cara
Renata Chapa
Rumbo a uno de los ene sitios que debo atender a diario por afanes de subsistencia económica —de orilla a orilla de una, dos y hasta tres ciudades— continué el doloroso análisis del párrafo que había avivado mi de por sí alertado insomnio de la madrugada de este martes: “Las características de crianza pueden ser alteradas por factores culturales y tecnológicos (…) En nuestras comunidades urbanas, sea por elección de la pareja o por presiones —de índole laboral o social— imperantes de la vida moderna, la crianza, (…) en algunos segmentos no pobres de la sociedad, sufre riesgos. Es decir, también aparece la inestabilidad emocional de la pareja, la tercerización indiferente de la crianza ejercida habitualmente por empleadas domésticas, la interrupción anticipada de la lactancia materna, la aculturización mediática del hogar y la alimentación inadecuada. En los períodos preescolar y escolar, las instituciones educativas en muchos casos compensan algunos de estos aspectos (…). Debería ser estudiado el impacto sobre el desarrollo infantil de este ‘desplazamiento’ de las condiciones de crianza en grupos sociales que se hallan fuera de las condiciones de riesgo social por pobreza” (Colombo, Jorge, Pobreza y desarrollo infantil, Ed. Paidós Tramas Sociales, p. 100). Seguí manejando con las caras y voces de mis hijas en mi recuerdo. Qué hacer. Cómo intervenir. Cuánto cuesta el tiempo “de calidad” para una como madre trabajadora, casada con su profesión, y para los “desplazados” de su familia. Continué el trayecto.
En el siguiente alto, casi por instrumentos, encendí la radio. Lo que escuché cortó por completo mi itinerante autoevaluación (¿autoflagelamiento?) propiciada por las líneas del doctor Colombo. Escuché una voz femenina intrusa, con sofisticado acento capitalino, nada familiar en esa estación grupera. Subí el volumen, puse atención y me alerté. Ese tipo de enlaces a nivel nacional, y a tal hora de la mañana (10:45 a.m.), me llevaron a suponer el vaticinio de un desastre mayúsculo. Esperaba escuchar, quizá, lo provocado por un terremoto, algún atentado en contra de la figura presidencial, trombas, explosiones. No sé. Pero conforme continuaba la narración de la locutora, supe que el asunto iba por otro rumbo: estaciones radiofónicas “hermanas” cortaron su programación para transmitir, en vivo, la participación de concesionarios de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT) y algunos conductores de programas mediáticos en ¡el Senado de la República! De inmediato, luego del asombro, la duda: ¿en el Senado de la República? ¿Y para qué?
Hoy intento describir la sensación que en aquél momento me provocó escuchar a Pedro Ferriz de Con, enardecido, acusando a los legisladores de atentar contra “la libertad de expresión” del pueblo mexicano y sus medios masivos de comunicación. Aunque aún me resultaba nebuloso el meollo de los hechos, y no sabía bien a bien qué sucedía, logré encallar mi juicio en el más cercano “archipiélago de certeza”, como dice el filósofo Edgar Morin. ¿Pedro Ferriz de Con, en el papel de fiscal ético, encarando a los políticos nuestros? ¿Pero cómo? ¿Con qué cara? ¿Desde qué plataforma moral?
Mientras intentaba aclarar más lo que escuchaba, a mi memoria vino un interesante y serio trabajo de análisis mediático abordado en la maestría de Educación Superior de la UACH (1994) que daba cuenta de la voluble posición ideológica de Ferriz en torno a la política nacional. A través de una investigación documental en la que el objeto de estudio fueron las declaraciones del comunicador en su noticiario matutino en la radio durante diferentes periodos de efervescencia política, la autora del trabajo evidenció la manera en que, según el partido y/o político en turno, Ferriz tendía a los comentarios favorables, aduladores, totalitarios de esos actores; sin embargo, al paso de los años, varios de los otrora elogiados, al encontrarse en condiciones de poder menos favorables, eran blanco del furibundo verbo del líder de opinión.
Debo reconocer que las conclusiones de la investigación mencionada reforzaban la percepción propia que, sin estudio cualitativo pormenorizado de por medio, había notado, también desde años atrás, en Ferriz, una retórica desbordada en aplausos o en lo contrario hacia tal o cual invitado. Para él, o redentores o enemigos de México; o deidades o rufianes; o aristócratas o plebeyos. Criterios polarizados en los que la subjetividad del conductor incluso ha criticado, por ejemplo, a los que considera nefastos agitadores del país sin ver que su discurso massmediático también llama a la agitación, al enfrentamiento, a la cerrazón. Eso sí, sus declaraciones están aderezadas con una suficiencia tan sobrada que ha logrado convencer a muchos de su rol como salvador nacional.
En alguna de sus intervenciones, se refería de manera peyorativa a Santiago Creel Miranda, le recomendaba que visitara al doctor; le refería un “descuento” que la empresa Televisa le había hecho en el pasado cuando eran evidentes sus intereses como candidato político. ¿Y qué Ferriz no le abrió también espacios? ¿Por qué si sabía del supuesto descuento a la cuenta de Creel lo calló entonces y hoy lo despepita en cadena nacional? A Carlos Navarrete del PRD, en tono indignado Ferriz le criticó la referencia del poder fáctico de los medios como si éstos no gozaran de tal poder; es decir, como si Umberto Eco o Michael Focault hubieran desvariado al haber sostenido en cualquier cantidad de obras que los medios masivos de comunicación sí detentan un poder: el fáctico. Y Ferriz agregó tajante: “Poder fáctico es Manuel Andrés López Obrador” sin dar más explicaciones.
A punto de llegar a mi destino laboral, no sé por qué, pero las palabras de Ferriz me recordaron dos escenas también mediáticas: la primera, correspondiente a la película “Amores perros”; en ella, en medio de un ambiente sórdido y ruidoso a la vez, los mastines se entrampan en mordidas arteras, con lo ojos rebotados de ira y sangre, para satisfacer al rudimentario público y cuajar de billetes al amo del animal sobreviviente que, desde lejos, vigila su negocio de apuestas. En la otra escena, por curioso que parezca, aparecen Niurka y Juan Osorio, en la tv nacional, con besos, apapachos y más; luego, el golpeteo entre ambos, el divorcio, y la subsecuente llegada de Bobby Larios al lado de Niurka con más besos, apapachos; luego, el golpeteo entre ambos, el divorcio, y la subsecuente llegada de Yanixan y vamos, hasta ahora, en los besos y apapachos entre él y Niurka.
Ya con el Internet enfrente, supe que junto a Ferriz, también estaban Joaquín López-Dóriga, Javier Alatorre, Paty Chapoy y sus “ventaneables”, entre otros, en una escena de inusitada hermandad entre colegas. Confirmé que no los movía la erradicación de la pobreza en México, la explotación infantil, la desnutrición, la indolencia en los sistemas de salud pública, el medievalismo de los sistemas educativos. Nada de eso. El motivo de la unión histórica era comparecer ante las comisiones encargadas de dictaminar la Reforma Electoral ya que ésta, ahora, tenía contemplado prohibir a los partidos la contratación de espots en tiempos de campaña. Este tipo de mensajes ahora deberían transmitirse en los tiempos que por ley dispone el Estado para dichos fines. Ergo, no más cuentas multimillonarias por concepto de transmisión de espots de campañas propagandísticas en horarios triple A. Eso, según los comunicadores, según Ferriz y sus seguidores, es ir en contra de la “libertad de expresión”. ¿Y es que con comunicadores como él y con tantos de nuestros representantes políticos podemos creer que ha existido, que existe, la libertad de expresión en México?
La Reforma Electoral fue aprobada. Quién sabe qué nuevas triquiñuelas preparen los concesionarios y sus emisarios de histrionismo desbordado para poder salirse con la suya y no dejar ese filetazo monetario en manos de otros tanto o más rapaces y hambrientos que ellos.
Mientras ambos grupos preparan sus nuevas tácticas, yo regreso a tatuarme las reflexiones de Jorge Colombo para que, con todo y mi crianza limitada, injustamente desplazadora, las hijas que van conmigo en este sinuoso trayecto tengan algún referente y lleguen a diferenciar las distintas caras de quienes aparecen en esa triste pantalla de TV que, desdichadamente, tanto las acompaña.
centrosimago@yahoo.com.mx
A las amables palabras del doctor José Fernández de Rota,
escritas desde la península ibérica.
A los que han soportado todos o
algunos de estos
casi cuarenta años,
cerca.