La censura de ayer, justificada imbécilmente como error técnico, no hace sino confirmar lo que sabíamos: las televisoras, auténticas filibusteras de la información, manejan sus contenidos en armonía con el poder político y empresarial. De hecho y por lo visto ya no se sabe bien a bien qué fue primero: el poder político o el mediático. El caso es que van de la mano, juntos hacia el despedazamiento del país.