No tengo la anécdota textual a la mano, pero alguna vez leí que una mujer le mostró con orgullo sus óleos a Borges y el maestro, fulminante como siempre, sentenció: “No se difame, señora, no se difame”. Esa frase me viene seguido a la mente cuando veo o escucho que alguien presume sus bodrios sin pudor alguno. El martes en la noche, para no ir muy lejos, López Dóriga presentó en su noticiero un fanfarrón reporte (que no reportaje) sobre el exitazo de La fea más bella, culebrón de Televisa que el domingo llegó a su orgasmo con tres despiadadas horas de transmisión en cadena nacional, lo que representó el mayor récord de audiencia en la televisión mexicana al superar los 40 puntos de rating. Ese logro, para empezar, hizo estiércol el rating alcanzado por la entrega de los Óscares, y eso que varios mexicanos estaban nominados y al final recibieron un par de dedos índices.
Los criterios de éxito para Televisa siguen y seguirán siendo estrictamente cuantitativos; el que vende más, el que es más visto, eso es lo que vale para el monstruo de la comunicación mexicana. En sus dañinas políticas no ha regido nunca un estándar de calidad temática digno de aprecio, y se ha dedicado, acaso como ninguna otra empresa en el mundo, a perpetrar una televisión tarada, programas “para jodidos”, como orgullosamente declaró el Tigre Azcárraga cuando ya estaba cerca de la muerte y podía darse el lujo del cinismo.
Han mejorado el aspecto técnico, han comprado más y mejor equipo, han diseñado proyectos altruistas chapuceros, se han expandido y han hecho alianzas estratégicas en todo el mundo para seguir ocupando el primer lugar entre las televisoras de habla hispana, pero nunca han dejado de hacer programas, sobre todo telenovelas, en los que la vacuidad y la chabacanería brillan por su presencia. ¿Qué importa, pues, más allá del dividendo económico, un producto genuinamente babotas como La fea más bella? Se puede pasar, digamos, el “éxito”, acepta uno que los alienígenas Origel o Fabiruchis digan en sus programas de pacotilla que aquello estuvo de poca madre, ¿pero cómo aceptar que López Dóriga propale en su informativo “serio” la maravillosa suerte de una telenovela que, como Rebelde y tantas otras, equivale en términos estéticos (y acaso éticos) a nada, o cuando mucho a basura?
Recalco que sólo vi, por falta de capacidad para la autoflagelación, cortinillas de La fea más bella. Oír la vocecita de Angélica Vale, su “caracterización” mamilísima, y ver al fallido Camil en clave cómica, me resultaba asqueante. Por eso, cierro, Televisa se difama al presumir. Debería darles vergüenza, más bien.