jueves, marzo 29, 2007

JLM, suma erudición

Siempre asocié a José Luis Martínez con la suma erudición. Desde mi despertar a la lectura de crítica literaria, lo que ocurrió a mediados de los ochenta, las iniciales JLM fueron las de un santón, las de un hombre que había pasado revista a todo o casi todo lo literariamente escrito en nuestro país. Ayer, al llegar a la página 40 de La Opinión, me enteré de su deceso. Su partida era ya muy previsible: hace algunos meses me enteré que, por su edad, ya no hacía vida social y permanecía encerrado entre sus libros y sus ideas.
La nota consigna de manera sumaria lo que cabe en 89 años de vida entregada al pensamiento. Libros, función pública, diplomacia, periodismo. Nació, como Rulfo, en 1918 y en Jalisco. Estudió letras. Fue secretario particular de Torres Bodet en la SEP, director del INBA en un periodo rico en propuestas (del 65 al 70), embajador en Grecia, gerente de los Talleres Gráficos de la Nación y presidente de la Academia Mexicana de la Lengua. De todo ese largo hacer como hombre público destaca, al menos destaca para mí, su paso, del 77 al 82, por el FCE. En esos cinco años desempeñó una labor notable al frente de lo que era, es, la editorial más importante de México; mandó publicar, en ediciones facsimilares, la colección Revistas Literarias Mexicanas Modernas, un racimo amplísimo de tomos que almacenan, tal y como fueron concebidas, muchas de las mejores publicaciones culturales de nuestro país impresas en las primeras décadas del siglo XX.
A propósito de dicha colección, tuve la suerte de contraer una fiebre bibliomaniaca en los albores de los ochenta. Por aquellos años, cuando todo mi dinero era mío y no me lo quitaban como ahora mis despiadadas paqueñas, compré toda o casi toda la serie, los enormes tomos que el FCE ordenó para contento de quienes apreciamos el valor del periodismo cultural. Tengo todavía, entonces, Letras de México, Contemporáneos, Rueca, El hijo pródigo y tantas otras revistas fundamentales para entender la evolución del arte mexicano durante el siglo pasado, verdaderas minas de oro bibliográfico que JLM mandó imprimir con gran inteligencia.
La obra de JLM es asimismo rica en títulos escritos por su propia mano. Si biografía sobre Cortés, descomunal, es hasta donde sé una pieza de investigación exhaustiva, tan acabada que parece inmejorable. De JLM tengo como obra de cabecera, útil siempre para mis cursos sobre ensayo, los dos tomos de su antología El ensayo mexicano moderno cuya introducción es en sí misma una cátedra para entender los moldes y las posibilidades de la escritura crítica. Salud, pues, por la feraz y sólida trayectoria de don JLM.