Los laguneros todavía podemos gozar de la exposición de grabados que ofrece el Museo Regional de La Laguna. Gracias a mi amigo Alejandro Reza he visto nacer esta propuesta e incluso he dado algunas ideas para lograr su mejor difusión y su mayor lucimiento. En un exceso de amabilidad, Alejandro me ha invitado a decir algunas palabras sobre los grabados y eso haré esta noche a las 8 de la noche en la sede del MRL, lo cual me da la oportunidad de enfatizar el valor de este inventario de preciosidades.
He dicho en una entrega anterior de esta columna que las obras presentadas tienen implícitos tres méritos que destaco en orden de importancia: el artístico, el histórico y el geográfico. En el primer caso, se trata de imágenes que con maestría impar captan una obra de arte, la sacan del lienzo o de la piedra (en el caso de las esculturas) para después volcarla mediante tinta en un papel. Se trata de reproducciones originales de los cuadros y las esculturas que albergaba en aquel momento la Galería de Florencia, obras que un grupo de franceses dibujaron y reprodujeron para deleite de sus suscriptores. Esto debo explicarlo con más claridad: a finales del siglo XVIII, el gusto por los viajes y el conocimiento de la alteridad ya estaba bien arraigado en Europa. Muchos franceses pudientes habían tenido la oportunidad de conocer otras naciones, y sin duda los museos de Italia provocaban fascinación a los visitantes. La falta de medios para “retratar” lo visto era frustrante; fuera del dibujo (en el que pocos eran expertos) no había forma de obtener imágenes de lo visto en otras latitudes. Así, los franceses de los que hablo tuvieron la idea de dibujar perfectamente las joyas de la Galería de Florencia para después grabarlas y venderlas bajo convenio de suscripción; de esa manera los interesados podían obtener una imagen fiel de cada obra florentina, algunas de las cuales atravesaron el Atlántico y, pasados dos siglos, están ahora en exposición y venta por razones de nuestro centenario y con fines altruistas, respectivamente.
El valor histórico, ya lo insinué, es alto: en La Laguna es infrecuente el ofrecimiento de obra con tal edad, máxime si se trata de productos con elevada calidad estética. Los grabados fueron elaborados entre 1780 y 1810, es decir, durante los años más efervescentes de la Francia del Terror, como los historiadores le llamaron al periodo en el cual la guillotina hizo de las suyas.
El tercer valor, el geográfico, está supuesto en lo que llevo dicho. Los invito a todos esta noche. Es a las 8 en el Museo Regional de La Laguna. Proyectaré imágenes. Espero verlos.