jueves, marzo 29, 2007

Grabados de lujo



Cunde en la actual comarca lagunera, por suerte, una especie de boom del grabado. Esta semana, para no ir muy lejos, se inaugura en la UIA una retrospectiva de Alonso Licerio, el primer maestro de dicha disciplina en nuestra región. En este favorable caldo de cultivo se presenta, desde hace una semana y hasta el 8 de abril, la exposición “Cien grabados florentinos en los cien años de Torreón”, muestra que nos da una oportunidad única: la de convivir durante un mes con verdaderas obras de arte buriladas hace dos siglos en Europa.
No vacilo al afirmar que se trata de una exposición fuera de serie en el contexto local. Por la antigüedad, el origen y la belleza de las cien piezas exhibidas es indudable que en términos de arte ésta será una de las más ricas actividades organizadas para celebrar el centenario, por lo que merece una sonora felicitación el Museo Regional de La Laguna y, sobre todo, Alejandro Reza Heredia, heredero de una familia de coleccionistas que no sólo ha facilitado las obras, sino que ha querido ponerlas a la venta con un objetivo múltiple: que los laguneros admiren de cerca estas joyas del arte europeo, que los coleccionistas locales puedan hacerse de alguna(s) pieza(s) de su gusto y que la asociación civil Espíritu que Danza se allegue recursos necesarios para seguir atendiendo a cerca de 130 niños en situación de extrema vulnerabilidad.
No me parece baldío insistir en la valía de los grabados. No hablo de su valor en metálico, sino en el aprecio que podemos conferirle a cada pieza merced al impecable trabajo artístico depositado en cada placa. Los temas son diversos; predominan los grabados con motivos sacros, retratos, escenas de vida social y estampas sobre las dos antigüedades clásicas. Como solemos decir, ninguna de esas imágenes “tiene pierde”. Todas delatan el enorme perfeccionismo de quienes las trabajaron y la rotunda belleza que logra la mano del hombre cuando se ha educado con suma exigencia. Son, hay que añadir, piezas originales, imágenes que por su evidente hermosura, por su autenticidad y por su añeja data son una inversión, más que un gasto de quienes se interesen en comprarlas.
Alejandro Reza, experto en arte, me hace ver lo que se oculta a la mirada del observador no especializado: cada obra intentaba ser una especie de “fotografía”, de ahí el enorme detallismo impreso en cada imagen. Labores de esa índole son casi impensables en nuestra época, dado que hay una percepción distinta del tiempo y la paciencia a la hora de elaborar hoy un grabado. En resumen, una exposición espléndida. Vale la pena correr a verla y, si es posible, comprar algún grabado.