sábado, mayo 31, 2008

No debes tener dos equipos



En torno de una mesa de cantina les explicaba a mis amigos escritores Édgar Salinas, César Cano y Salvador Sáenz que los aficionados laguneros de cuarenta años para arriba solemos tener no uno, sino dos equipos favoritos. La razón es, creo, ésta: quienes tienen treinta años, poco más o poco menos, eran niños o adolescentes cuando el Santos comenzó su química con la comarca. Para ellos fue fácil soldar su afición a los de casa porque desde que abrieron sus ojos al gusto futbolero los albiverdes ya estaban allí, batallando primero, luego haciendo travesuras como la del primer subcampeonato que disputaron contra los Tecos. Pero nosotros, los que ya comenzamos a sentir el achaque de los tiempos, los que nos quedamos en ayunas debido a la desaparición de la Ola Verde y de los Diablos Blancos, nosotros debimos encariñarnos con un equipo forastero antes de que el Santos apareciera en la escena futbolera nacional. Mi caso es un ejemplo: fui niño y adolescente en el paréntesis lagunero sin soccer de primera división
Eso significa que además del Santos tengo una querencia legítima por otro equipo. No es una afición aparatosa, fanática, sino un gusto ya añejo y moderado a esos colores. Por nacencia, claro, tuerzo mi afecto por los laguneros, pero no dejo de interesarme por los resultados de mi otro equipo. Cuando juegan entre ellos no la tengo difícil: me da gusto que gane cualquiera de los dos. Ahora bien, cuando alguno de los dos llega a la final, sigo sus partidos con emoción de niño, como ocurre con todos los adultos que se aficionan al deporte profesional.
El jueves, por ejemplo, vi el partido en la covacha medio tenebrosa de lo que antes era el Chava’s Club. Junto a la horda gritona que allí se congregó, Gerardo García, Raymundo Tuda y yo festejamos la victoria de los laguneros aunque coincidimos en que no fue, como se esperaba, un gran choque. Al final decidimos hacer un recorrido por la ciudad efervescente de gritos y banderas. Parece demasiado, pero la gente, se nota, está ansiosa de salir a la calle, de vitorear al ente que pueda ser asociado con la victoria, aunque sea un equipo de futbol. Tengo una teoría exprés: si en La Laguna está perro que el verde tenga vida, si no hay árbol que no muestre mucho o poco los estragos del sol calcinante y del polvo que les mata el color, los santistas representan el verde de mayor intensidad y mayor éxito en el desierto que nos abrasa. Todo verdor perecerá, es el título de aquella novela escrita por el argentino Eduardo Mallea. Sí, todo verdor perece, y en La Laguna no se necesita mucho tiempo para que el sol y la temperatura se encarguen de aniquilar cualquier viveza del verde. Árboles, pasto, arbustos, todo verdor hace la lucha por no perecer en estos lares más o menos despiadados, y con demasiada frecuencia no lo logra. Pero el Santos parece que, como verdor, lejos de perecer da muestras de vitalidad inusitada, tanto que tiene a toda la comarca en un puño, a un tris de provocarle un infarto nacido en la alegría que sólo puede granjear el relámpago del triunfo.
Víctimas en la Morelos del entusiasmo que a veces raya o quiere rayar en el vandalismo, Gerardo, Raymundo y yo fuimos literalmente bañados con espuma de espray. Asombrados en la plaza de armas vimos a los compas del barrio, felices, trepando a lo bestia en los toldos de los coches, vociferando a empujones. La crónica da para mucho, pensé mientras veía a familias enteras que bajaban del cerro y emergían de las colonias populares para amontonarse en nuestro centro histórico. Todavía con espuma en la camisa y en la nuca, sonreí y recordé aquella canción famosa en los ochenta: “No debes tener dos amores”. Y sí, en futbol lo mejor es tener sólo uno, pero qué le puedo hacer. Yo tengo dos: Santos y, desde hace poco más de treinta años, Cruz Azul. Así entonces, desde el domingo pasado soy campeón.

El Hundido en peligro



Qué importante es ver avances, por mínimos que sean, en el respeto a los bienes naturales en riesgo de extinción. Cualquier avance, por ello, es saludado por la comunidad (la científica, sobre todo) como un paso hacia la preservación del espacio físico o la especie animal amenazados por la destructiva mano del hombre. Eso fue lo que pasó hace poco más de un año, cuando por el bien de la zona de El Hundido, en Cuatrociénegas, Coahuila, la principal empresa lechera de La Laguna aseguró que tomaría medidas drásticas. Un boletín enviado por Francisco Valdés Perezgasga me pone en alarma, pues el paso aparentemente seguro hacia la protección de aquel espacio sólo ha quedado en promesas, en tristes y vacías promesas.
Dice Valdés Perezgasga: “Hace más de quince meses, el 21 de febrero de 2007, el Grupo Industrial Lala anunció a los productores de leche que se encuentran establecidos en la zona de El Hundido, cerca de la reserva ecológica de Cuatro Ciénegas al norte de Coahuila, que dejaría de comprarles leche con el objetivo de proteger esa reserva única en el mundo. El vocero de la empresa señaló en esa ocasión que tal medida respondía a un compromiso permanente de Lala con la protección del medio ambiente y que, en el caso de Cuatrociénegas, la empresa tenía un especial interés por tratarse de una reserva natural única en el mundo que debe ser protegida a cualquier precio”.
El ambientalista lagunero comenta asimismo el buen ánimo provocado en su momento por la decisión de la empresa lechera: “La noticia causó una buena impresión entre todos aquellos preocupados por la conservación de Cuatrociénegas al percibirla como un gesto simbólico que señalaba el compromiso de Lala de alejarse de la conducta depredadora e insensible que hasta entonces la había caracterizado. Sin embargo, nos hemos dado cuenta que, a quince meses del anuncio de su retirada del Valle del Hundido, la empresa no ha cumplido con su promesa. Uno de los principales socios de Lala sigue produciendo forrajes en el Valle del Hundido y la empresa sigue comprando la leche que él produce. Para todo efecto práctico, el anuncio de Lala del 21 de febrero de 2007 fue un engaño pues persiste la presencia de Lala y de otras compañías en la zona, poniendo en grave riesgo la viabilidad de este gran tesoro, patrimonio de Coahuila, de México y del mundo”.
Y exhorta: “En Defensa del Ambiente, Pronatura Noreste, Biodesert, The Nature Conservancy, Prodefensa del Nazas y Profauna deploramos que los peligros que asechan a Cuatrociénegas sigan hoy operando, magnificados por el cambio climático que nuestro planeta experimenta. Igualmente manifestamos nuestro disgusto ante la maniobra de relaciones públicas del Grupo Industrial Lala al hacer un anuncio y una promesa que no ha tenido la responsabilidad y la decencia de cumplir. Llamamos a los cieneguenses, a los coahuilenses y a todos los mexicanos a que redoblemos nuestros esfuerzos por rescatar a este sitio maravilloso que tanto nos enorgullece ante los ojos del mundo. Conminamos a Lala a que cumpla su palabra dada en prenda el 21 de febrero de 2007 y a que se retire del Valle del Hundido como lo había prometido”.
No es mucho pedir, agrego, que si ya dieron a conocer una decisión radical en pro del medio ambiente en un lugar específico de Coahuila, es porque reflexionaron a fondo en sus consecuencias. Esto quiere decir que antes de febrero del 2007 ya habían valorado lo riesgoso que era no cumplir con la palabra empeñada, pues muchos laguneros estamos atentos al asunto y deseamos que los avances sean respetados, por mínimos que puedan ser. Ojalá, pues, que esto sea un malentendido y, si no es así, ojalá que Lala ratifique su compromiso en el Valle del Hundido. Ya es mala hora para recular, y eso deben saberlo.

jueves, mayo 29, 2008

Magonismo revolucionario en Viesca



Si no me lo hace ver Saúl Rosales Carrillo por medio de una larga y esclarecedora carta, nunca me doy por enterado de ese tema: Viesca, Coahuila, es un municipio que se ha significado por numerosos acontecimientos notables de nuestra historia; uno de ellos, tal vez no el menos importante, es lo que precisamente explica la misiva del escritor lagunero, a quien cito íntegro:
Este 2008 Viesca, Coahuila, debería celebrar un centenario muy especial, el del movimiento armado precursor de la Revolución de 1910 que la tuvo como escenario significativo. La noche del 24 al 25 de junio de 1908 Viesca fue tomada por los revolucionarios seguidores de Ricardo Flores Magón. El alzamiento debía ocurrir en esa fecha en varias plazas de la república. Sólo Viesca le fue totalmente fiel a la consigna magonista. En otros lugares el movimiento armado estalló con posterioridad.
La Historia de la Revolución Mexicana, de José Mancisidor, dedica un buen espacio al episodio revolucionario de Viesca, con abundantes palabras del magonista Praxedis G. Guerrero. James D. Cockcroft, en Precursores intelectuales de la Revolución Mexicana, anota que se lanzó el ataque contra la dictadura “a los gritos de ‘¡Viva la Revolución!’, ‘¡Viva el Partido Liberal!’ Los rebeldes asaltaron las oficinas del gobierno municipal, la casa del jefe político y la sucursal del Banco de Nuevo León. Por un breve periodo tuvieron el control del pueblo. Para retardar la llegada de los refuerzos federales de Torreón y Saltillo destrozaron los rieles del ferrocarril”.
La Breve Historia de la Revolución Mexicana, de Jesús Silva Herzog (el revolucionario), recuerda: “Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal y sus demás compañeros organizaron un movimiento revolucionario que debía estallar el 25 de junio de 1908. Quizá escogieron ese día en recuerdo de la Ley de Desamortización de los Bienes del Clero, expedida en la misma fecha cincuenta y dos años antes. Hubo levantamientos en Las Vacas [hoy Acuña] y en Viesca, Coahuila; en Valladolid, Yucatán; y en Palomas, Chihuahua.”
Pero una fuente fundamental acerca de la toma de Viesca por los revolucionarios es Praxedis G. Guerrero, quien con información de primera mano, puesto que era redactor de los periódicos magonistas, escribió una crónica que tituló simplemente “Viesca”. En este texto, el periodista del magonismo, de pasada combate a los periodistas gobiernistas que trataban de minar el prestigio revolucionario; muestra también la simpatía popular por los alzados contra el porfirismo.
“Viesca”, de Praxedis G. Guerrero, igual que otro artículo que publicó bajo el encabezado “La muerte de los héroes”, puede ser encontrado en Regeneración, un libro preparado por Armando Bartra que recopila mucho del periodismo y los documentos de Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano. El segundo de esos artículos es de un interés enriquecido por las alusiones a José Lugo, uno de los héroes de Viesca, cuyo centenario luctuoso también debe conmemorarse en 2008.
En la historia de México el mayor acontecimiento del siglo XX es la revolución de 1910 cuya celebración centenaria ya se prepara. La toma de Viesca en 1908 es uno de los acontecimientos que la prefiguraron y por ello debe celebrarse este 2008 su centenario, si no en toda la nación, sí por lo menos en todo Coahuila y de manera especial en ese poblado.

Pilar, gracias, Pilar



Si hay una embajadora internacional de la cultura lagunera, ella es sin duda Pilar Rioja. Durante décadas, su nombre de artista ha pasado por fronteras y fronteras siempre asociado al de su tierra, a Torreón. Por eso, hoy que el Teatro Martínez será sede de su gira de despedida no puede uno dejar de agradecer lo que Pilar, la inmensa Pilar Roja ha engarzado por el mundo para orgullo de quienes nacimos en la estapa del Nazas. Con qué fuerza, con qué talento, con qué disciplina ha dado Pilar su vida por la danza, y es justo entonces que en cada lagunero haya un gesto de agradecimiento al quehacer que sólo ella ha sido capaz de encumbrar a la altura del verdadero arte.
Nació Pilar Rioja del Olmo, como nos recuerda su web, en Torreón, Coahuila, hacia 1932. De padres españoles, desde muy pequeña sintió el llamado de los escenarios: “Mi padre era agricultor y mi madre ama de casa. A él le encantaba torear, le llamaban Belmonte porque era un gran admirador del torero Belmonte. Le gustaba mucho bailar y cantaba muy bien las jotas. Mi madre bailaba las jotas muy finamente y mi padre las hacía muy bruscas. Ambos me enseñaron a bailar las jotas, por eso yo mezclo los dos estilos al bailarlas, es en honor de mis padres que me apoyaron mucho en mis estudios de danza y en mis presentaciones. Mis padres me dieron cariño y libertad, les gustaba mucho que yo bailara”, ha comentado, y más: “Empecé a bailar en Torreón, en las romerías. Bailaba con los paisanos de mi padre. Bailaba muy bien la jota vasca, la castellana y la aragonesa. También veía las películas y tomaba pasos de ahí. Yo solita me ponía mis bailes, desde muy pequeña me gusta bailar. Me montaba mis propias coreografías, siempre me ha gustado eso de ejecutar lo que yo he inventado antes, ya sea en juegos, en sueños, o en la seriedad y la soledad de mí misma”.
Para perfeccionar sus capacidades innatas, Pilar viajó a México en 1950, y poco después a España, donde tomó cursos con los mejores maestros y maestras de la península. Sus estudios no cesaron, y al mismo tiempo sus presentaciones en los mejores foros del país y del extranjero. En 1970 comenzó a recibir los consejos de Manolo Vargas, maestro que a partir de allí logró definir lo que en adelante caracterizó a la danza de la lagunera: la fuerza expresiva y la riqueza de sus trazos.
El talento y el trabajo dan resultados de excelencia. Con el paso de los años es “galardonada con diferentes reconocimientos, a lo largo de todo el interior de la República Mexicana, así como de países de diversos continentes, tales como España, Viena, Bulgaria, Estados Unidos, Canadá, las distintas repúblicas de la ex Unión Soviética, Argentina, Costa Rica, Cuba, Nicaragua, Guatemala, Colombia, sólo por citar unos cuantos. Pilar ha sido musa de escultores como David Narudnisky, José Luis Padilla y Joaquín Arias, pintores como Héctor Javier, Antonio Peyri y Alfaro Siqueiros, así como de grandes poetas como Luis Rius, Juan Duch y Alfonso Simone. Su increíble trayectoria no sólo abarca presentaciones, sino que además incluye la impartición de una serie de cursos a bailarines y escuelas, conferencias, así como la creación de magníficas coreografías”.
El poeta Luis Rius, con quien contrajo matrimonio en 1968, escribió en su honor Canciones a Pilar Rioja (Finisterre, México, 1970), un libro que debe ser traído a la mesa cuando hablamos de la lagunera. Rius se rinde ante la inspiración que estalla en los movimientos de su musa: “En un soplo de gracia, en un momento / de decisión fugaz, de donosura, / ella desaparece al movimiento de sus alados pies y su cintura: su cuerpo es aire ya: mujer, el viento”. Por esto, por lo dicho y sobre todo por lo mucho que no puede caber en unos cuantos párrafos de elogio, gracias, Pilar, siempre gracias de parte La Laguna que hoy, otra vez, aplaudirá en tu nombre.

domingo, mayo 25, 2008

Por amor a la talacha



Bien suponen algunos que la cultura es un ornamento y no deja para vivir. A propósito, no tiré mi agenda de la tercera semana de abril porque en ella tuve, más por accidente que por rutina, sobrecarga de actividades, un ajetreo que me dejó casi noqueado. De vez en vez se me congestionan las actividades, pero aquella semana fui víctima de un embotellamiento de presentaciones que ahora contrasto con las palabras de alguien que una vez me preguntó que qué hacía yo por la comunidad. Con amigos he comentado que andar en estos rollos de la picaresca cultural nos pone en una situación incómoda. Dado que la prensa cubre en general las actividades de ese tipo, no falta que me acusen de protagonismo. Bien, permanezco siempre callado ante lo que digan, pero hoy quiero explicar algunos detalles sobre el tema. Si alguien me invita a presentar un libro o a dar alguna plática, tengo dos opciones: rechazar o aceptar. Si rechazo, no falta que quien me convoca se vaya con ideas terribles: “Es un creído”, “Se siente estrella”, “Es poco solidario”, “Nomás le pedimos una hora de su tiempo”, “Así son de mamones los que se creen escritores”; si acepto, quien me invita queda complacido, pero luego no escasean los comentarios ajenos: “Es ajonjolí de todos los moles”, “Le gusta figurar”, “Nomás anda a ver quién le tira un lazo”, “Se cree vaca sagrada”. Con timidez, como quien siente que se propasa, pregunto a ciertos convidadores, no a todos, si habrá pago de honorarios o se trata de una actividad que deberé asumir por amor al arte. Lo más frecuente es que no tengan preparado nada en ese sentido, que me lancen la convocatoria presuponiendo que lo que yo diga o haga son sólo palabras, puras palabras, y eso no demanda ningún esfuerzo, ni siquiera el del desplazamiento al lugar de la cita. Pese a eso, como ya dije, mi costumbre es aceptar. Acepto a sabiendas de que una negativa puede ser tomada muy a mal, aunque también sé que corro el riesgo de abaratar todo trabajo de esa índole. Pero en fin, me digo, eso es parte del estatus semiprofesional, o nada profesional, que aún tiene el trabajo artístico entre nosotros. Pienso, de paso, que aceptar esos convites que nacen del reconocimiento es una especie de trabajo social, aunque a veces sea percibido con malicia, como cuando me comentan que no sea pendejo, que cobre todo lo que hago, como cualquier electricista o abogado. Qué más quisiera, pues no vivo de aire, como las iguanas, pero el sobrentendido de quienes me ofrecen esas chambas esporádicas es que no soy un plomero o un dentista, sino un escritor, y los escritores no batallan nada para dar una charla o para presentar un libro.
El caso es que, ante la inquietud por saber qué hago por la cultura local, pongo como ejemplo la tercera semana de abril pasado; no lo hago para “referir” nada o para vanagloriarme de lo que en el fondo no tiene mayor mérito que el de estar allí, el de ir y reflexionar un poco sobre lo que supuestamente sé, sino para que se vea cuán clara es la desventaja en la que solemos movernos ante la imagen generalizada de que “lo artístico” es algo etéreo, sin vínculos concretos con la cruda materialidad de la vida. En aquella semana de abril viajé el lunes 21 a Saltillo para presentar la colección Siglo XXI Escritores coahuilenses. El martes 22 ofrecí una charla sobre literatura en una primaria de Torreón; en la tarde, respondí una entrevista de media hora, vía telefónica, a un programa cultural de la UAdeC; en la noche participé en una mesa sobre el fomento a la lectura en el TIM. El miércoles 23 fui a una televisora local para dar una entrevista sobre el día del libro; luego estuve en el Centro de Convenciones Francisco Zarco, de Gómez Palacio, para ofrecer una conferencia sobre libros y lectura; en la tarde, inicié la lectura colectiva de una novela en la UIA, y en la noche presenté mi libro Ojos en la sombra en el Teatro Nazas. El jueves participé en el aniversario del colectivo Nit, en el Canal de la Perla. El viernes di una larga entrevista en Radio Torreón y en la noche presenté el libro Uno es lo suyo, de Roberto Orozco Melo en el Museo de la Revolución. El sábado participé en un programa radiofónico local. Todo ese trabajo —que demanda recibir y hacer llamadas, contestar mails, arreglar un poco la apariencia, trasladarse, leer y escribir, hablar en público, trasnocharse, etcétera— no generó un solo peso para mi bolsillo. No reclamo. Sólo digo que bueno, así anda por aquí la vida cultural, o sea, estamos todavía en el útero.
Ya en otras ocasiones he comentado algo sobre la necesidad de profesionalizar (si así se dice) la labor de promoción literaria, pero parece que ninguna propuesta cala hondo y todos seguimos arando en el terreno del amor al arte. No soy, por supuesto, el único que se va sin pago alguno luego de hacer talacha cultural de ese tipo; yo mismo hago víctimas de dicho lastre a mis amigos, eso cuando los invito a presentar mis materiales. Y soy franco: aunque por costumbre digo sí, no sé qué hacer ante las invitaciones. ¿Las rechazo? ¿Las acepto? ¿Campechaneo los rechazos y las aceptaciones? Si así fuera, ¿a quiénes acepto y a quiénes rechazo? ¿Suena fanfarrón que uno pida pago de honorarios por tales chambas? ¿Debe ser siempre un trabajo voluntario? ¿En qué se basan los que justifican no pagarlo? ¿En qué se basan los que argumentan el cobro de esos servicios? ¿Se le puede decir no a un amigo? ¿Se le puede decir no a un desconocido que nos invita porque para él “sería un honor” que lo acompañemos en la mesa de presentación?
Reitero que mis ideas sobre este tema se entreveran y me confunden. Lo único que me queda claro es que nada, o muy poco, podrán hacer los presentadores, lectores o conferencistas sin el apoyo de quienes encabezan la promotoría cultural en nuestra comunidad. Tal vez, pienso utópicamente, si las instituciones tabularan pagos por ese concepto, otra realidad encararíamos. Pero insisto: no sé con certeza qué se pueda hacer, si es que hay algo qué hacer.

Ofensa al gobernador



Acabo de recibir una carta firmada por varios miembros distinguidos de la comunidad jalisciense agrupados en la Liga de la Decencia de Guadalajara A.C. En sus párrafos se quejan amargamente del tenor que alcanzaron las manifestaciones de rechazo al gobernador Emilio González Márquez luego de que hace un mes, como se sabe, el ejecutivo estatal se pasó de tueste en términos de vocabulario. Los “abajo firmantes” consideran que, en efecto, el mandatario de Jalisco se propasó en aquella cena. Subido de tragos, con un aliento etílico que de inmediato le valió el sobrenombre de “Etilio”, González Márquez mandó a chingar a su madre (sic) a los críticos de las jugosas aportaciones que ha hecho para levantar un santuario en honor de los mártires cristeros.
Los quejosos apuntan en su misiva que luego de la pifia el boquiflojo gobernador reconoció el dislate y prometió moderar sus expresiones, de tal manera que nunca más lo fueran a pillar in fraganti, profiriendo insultos a sus adversarios políticos. Esta disculpa pública ayudó a distender el clima de discordia y de burla que provocó la andanada verbal de González Márquez. La aceptación del error ante sus gobernados fue una muestra clara de arrepentimiento, de pesar ante la batahola de dimes y diretes suscitada por quien, se supone, es el principal encargado de resguardar la armonía en la entidad.
Preocupados, los integrantes de la Liga de la Decencia observan que es por ello inadmisible y de suyo preocupante que el gobernador sea recibido con hostilidad y malas palabras en los lugares donde se apersona, esto en referencia a la visita que recientemente hizo a Lagos de Moreno, municipio donde muchos estudiantes de la preparatoria regional de la UdeG lo saludaron con una apretada salva de abucheos y recordatorios a la mujer que le dio la vida. El ejecutivo de Jalisco, sin cucharadas de alcohol en el espíritu, no respondió en la misma tesitura, sino que, con aplomo y maneras diplomáticas, enarboló un discurso lleno de tolerancia a los jóvenes allí presentes y muy alebrestados: “Primero déjenme decir que respeto y respaldo las protestas de toda la gente que piensa diferente; segundo, a mis amigos manifestantes, yo me equivoqué una vez, me equivoqué y me vi corriente. No se equivoquen ustedes, no se vean corrientes. Yo estaba en una cena y ustedes están en una casa del saber, en un centro de estudios”. Frente al micrófono, el gobernador añadió: “Si yo me equivoqué, es decisión de ustedes si se equivocan como yo lo hice. Ofrecí disculpas porque lo hice mal y está en ustedes si son tan corrientes como yo o no llegan a ese nivel”.
Los integrantes de la asociación acotan que ni con las disculpas ni con las palabras conciliadoras emitidas por el gobernador en Lagos de Moreno, los jóvenes dejaron de “desquitarse”, y siguieron con saña haciendo mella en la señora madre de González Márquez, lo que se convierte en un ostensible indicador de malestar social, pues ¿cómo es posible —se preguntan en la Liga de la Decencia— que tras una sincera retractación ante los medios el gobernador siga siendo objeto de agresiones que sólo tensan más el panorama de crispación que padece la entidad?
“¡Es inadmisible tanta grosería! ¡La vulgaridad tiene límites! ¡Basta ya a la impudicia”, grita la Liga al final de su carta, y firman: Cardenal Gasdás, Ben Halá Melamí (presidente de la comunidad musulmana en Guadalajara), Solicito el Chico (nieto de Javier Solís), Rosa Melcacho Prieto, Enriqueta Nates, Agapito Calvo, Benito Camelo, Aquiles Boy, Iván Tresketecho (cónsul ruso en Guadalajara), Carmela Rosas, Michaira Sakudo (nipón experto en finanzas), Elver González, Pilar Godoy, Dolores del Hoyo, Zacarías Milk (empresario judío de la industria lechera), Elma Canon Thomas y Ziola Vergara (tía de un famoso magnate del futbol tapatío).

jueves, mayo 22, 2008

Humor y lectura



Recuerdo con gusto aquellos separadores amarillos de la librería Gandhi; los daban como regalo a sus numerosos clientes, y uno podía tomar por puños para luego regalarlos más adelante. Con letras grandes, una de las caras del separador mostraba un apellido famoso, y la forma de la tipografía insinuaba en algo cierta característica del autor o de su obra; por ejemplo, el nombre “Edgar Alan Poe” estaba escrito con letras desgarradas, como andrajosas, terroríficas, ideales para un escritor de cuentos de misterio; el de “Darwin” hacía que las letras “evolucionaran” de pequeña a grande, eso para sugerir el paso del mono al homo sapiens; el de “Borges” se veía como borroso, como visto por un miope. Y así otros, todos ingeniosos.
Velia Margarita Guerrero me reenvió un Power Point que trae un rótulo de la librería Gandhi. No sé si es original o apócrifo, pero sea lo que fuere es un documento muy interesante, un promocional de la lectura que juega y desacraliza el tono generalmente grave que asumen las invitaciones a leer. Sus frases se dejan gustar de inmediato, y a propósito de esas frases se me ocurre lo que siempre he creído: no se pueden disociar la lectura y el juego, al menos la lectura literaria, esa lectura que les sirve a todos, independientemente de la profesión que abracen. Cito algunas láminas del Power:
—Siéntate a leer. Libro para albureros.
—Voy a devolver el libro. Libro para anoréxicas.
—Todos los escritores son iguales. Libro para feministas.
—A ver, abra su libro. Libro para ginecólogos.
—Mi libro es más grande que el tuyo. Libro para hombres.
—¡Tráeme un libro, vieja! Libro para machos.
—Mañana leo. Libro para mexicanos.
—Ja, ja, ja, compra, ji, ji, ji, libros, ja, ja, ja. Libro para pachecos.
—Toca mi libro. Libro para pervertidos.
—Te juro que es la primera vez que leo. Libro para “vírgenes”.
—Y soy lector, cuando no sigo a los demás. Libro para rebeldes.
—Dame una “L”, dame una “I”, dame una “B”, dame una “R”, dame una “O”, ¿qué dice? Libro para porristas.
Y otro tipo de anuncio:
—Los ricos también leen.
—Santa: si no leen, no les traigas nada.
—Noche de Paz. O de cualquier autor.
—Y es que amar y leer no es igual. Amar es sufrir, leer es gozar.
—Si bebe, no lea.
—No digas chido porque se escucha gacho.
—Cuatro horas diarias de televisión y medio libro al año. ¡Adelante, México!
—Leer, güey, incrementa, güey, tu vocabulario, güey.
—¿Amigos? Amigos mis libros.
Esta propuesta publicitaria hace pensar, como digo, en el discurso generalmente seco de los profesores a la hora de recomendar libros. Pocas veces se asume que la lectura (insisto que, sobre todo, la literaria) es una actividad que conlleva o debe conllevar un sentido lúdico, de ahí que las amenazas sirvan de muy poco, o de nada, para fomentar ese hábito casi extinto en las generaciones jóvenes.
Es agradecible por ello la propuesta publicitaria que acabo de citar. No creo que logre mucho entre nosotros, pues tenemos un país nutrido de no lectores. Aquí lo interesante es ver qué tanto puede hacer el humor para crear culpa, la culpa de no leer nunca en la vida. Una culpa chica aunque sea, una culpita, una culpititita al menos. Sería ganancia.

miércoles, mayo 21, 2008

Torreón en Madrid, 1915



Fechado en Madrid hacia febrero de 1915, “Floreal” es un relatito casi perdido en la monumental obra de Alfonso Reyes. Lo escribió entonces en el doloroso exilio que vino tras la muerte su padre, un exilio que, como escribió luego en su “Oración del 9 de febrero”, ayudó a descuajar de su corazón “cualquier impulso de rencor o venganza, por legítimo que pareciera, antes de consentir en esclavizarme a la baja vendetta”. Hace casi una década conocí ese texto gracias a un pitazo de Fernando Martínez, y hoy lo desempolvo porque me lo pidió Silvia Castro, directora del Museo de la Revolución.
Para mí “Floreal” es interesante, sobre todo, por lo extraliterario: imaginemos a Reyes en Madrid, metido en sus lecturas y escrituras de joven erudito; de repente, tras un sueño o tras la visión de algo, no sé qué, de golpe le llega a la cabeza el recuerdo de su fugaz paso por La Laguna, si es que alguna vez anduvo por aquí. El caso es que ese recuerdo fue luego escrito, y así nació “Foreal”. Para mí, esta brevísima pieza narrativa es pariente de “Una estepa del Nazas”, el multicitado soneto de Othón.
Conviene pues, en este tiempo todavía celebratorio, compartir la estampa que escribió Reyes en Madrid. Algo tiene de grato saber que allá, del otro lado del charco y en aquel tiempo, alguien cargaba a La Laguna en su memoria: “Estaba recién casada. Vivían en una ciudad del Norte llena del zumbido de las locomotoras. Se cruzaron varias líneas del ferrocarril en medio de unos llanos polvosos, y en el cruce brotó una estación; cercano a la estación, un hotel; al lado dos o tres comercios, y junto a ellos las posadas de los traficantes, los paradores de los viajeros, las casas de juego. La ciudad era una estación grande, un campamento de comercio, con mucha población de chinos y yanquis.
De cuando en cuando bajan del tren unos viejos pálidos, erguidos. Entran en los garitos, echan un peso en la ruleta, ganan ciento, los guardan en el bolsillo del pantalón, vuelven al tren que ya silba, impacientes por seguir el viaje rumbo al Norte. Aquel peso que aventuraron, es el último peso que traían consigo.
Por el andén, un ciego canta al roncar de un descoyuntado acordeón:

Soy transitante de Torreón a Lerdo,
mis sufrimientos son por un amor.

Ella solía enviarme fotografías del pueblo, de su casa, de su jardincillo, donde se la veía muy enflaquecida, junto a un mocetón de buenos ojos que estaba en mangas de camisa, el puro en la boca y el rastrillo en la mano.
Me escribía cartas breves. Como no sabía escribir, me decía las cosas esenciales. Como el polvo de la comarca lagunera flota en el aire durante el verano —me explicaba—, los crepúsculos lucen aquí unos colores, unos tornasoles insospechados.
—Pero ¿qué sal tiene este polvillo que se come los muebles? Mi juego de sala se ha envejecido en unos meses.
Su marido tenía instintos de obrero. Un día quiso hacer una mesa para la cocina: tomó unas ramas y las clavó toscamente en una tabla. Era primavera. (Como los hombres se nos mueren, este recuerdo me es amargo). Los crepúsculos de Torreón estaban como nunca gloriosos. El calor llenaba de ansias las cosas.
Una mañana, encontraron que la mesa había echado brotes, en la cocina, y la llevaron a florecer en paz al jardín.
Los ojos de ella habían cobrado un misterio singular, y, vista de cerca, en su epidermis había también unos como brotecitos pequeños” (el dibujo que encabeza esta nota —obviamente, por malo— yo lo hice).

lunes, mayo 19, 2008

Biografía del artista por el artista



Tenemos muchas en casi cualquier librería, todos los días aparece alguna y no falta que medios como la televisión y el cine (History Channel, por ejemplo) las ofrezcan en incontables oportunidades. Me refiero a las biografías. Abundan, como digo, pero pocas veces reparamos en ellas desde el punto de vista teórico, tanto que las consideramos textos de segundo orden, documentos escritos o filmados porque sí, casi involuntariamente, como si se hicieran solas. Cuando al fin el historiador o el literato se percatan de ellas, es generalmente para verlas un poco por encima del hombro, con cierta indiferencia, como páginas para el populacho que suele divertirse con chismes de vida privada.
Por supuesto, hay de biografías a biografías, como en todo. La escritura biográfica puede ser, sí, el boceto lambiscón, poco serio y más literario que investigativo y veraz, un producto de la imaginación que exalta o demuele sin considerar la búsqueda de testimonios documentales fehacientes. Esa biografía abunda en la historia oficialista y en la farandulera, y se usa sobre todo para deificar (para deshumanizar) bastante mentirosamente a los próceres o, en el caso del mundillo llamado “artístico”, para vender libros con las revelaciones íntimas de la diva o del actorcillo de moda. Hay otras biografías, por supuesto, que no se proponen ni exaltar no demoler gratuitamente, sino informar a detalle, escrupulosamente, la trayectoria de una vida para conocerla, para entenderla, para ponerla como ejemplo sobrio de entrega a una vocación. Su propósito no es escandalizar, sino disponer a los lectores toda la información posible sobre el personaje, de suerte que tras el recorrido por las páginas el lector obtenga el perfil físico y espiritual de un ser humano.
Es esa la razón por la que el trabajo biográfico resulta, más que un juego, un desafío para quien lo emprende. Su compromiso con la verdad debe de ser el más profundo, y su ceñimiento a la documentación disponible debe convertirse asimismo en soporte ineludible de cualquier afirmación. Tal es, estoy seguro, el caso de Arenitas del Nazas. Prócoro Castañeda Casales. Su vida y su obra musical, 1899-1980, trabajo biográfico de Juan Antonio Martínez Morales, quien ha hundido sus manos y sus ojos en la existencia de un músico notable que, como tantos otros artistas sobresalientes de nuestra región, esperó tras su muerte un buen número de años, casi treinta, para recibir el homenaje de una biografía escrupulosa tanto en lo textual como en lo icónico.
Tengo la corazonada de que la escritura de esta índole puede ser más ágil y creíble cuando hay una identificación, aunque sea mínima, entre el biógrafo y el biografiado. Así, un poeta puede ser el mejor biógrafo de un homólogo, como un militar lo puede ser de otro que haya desempeñado el mismo oficio. Esa identificación ayuda sobremanera porque el investigador conoce de antemano los recovecos de la actividad abrazada por su personaje, sabe en dónde puede localizar rasgos interesantes e intuye en cuál renglón debe poner énfasis. De esa forma, un músico profesional puede ser, más que un escritor, quien hurgue con mayor autoridad en la vida y en la obra de un compositor, dado que, como he dicho, hay una serie de sobreentendidos que sólo domina quien está metido de lleno en esa actividad.
Juan Antonio Martínez ha dado en la tecla precisa al escoger en este libro a un compañero de oficio. Alguna vez dije que nuestro periodismo se enriquecería si los músicos, los pintores, los actores, los fotógrafos, escribían artículos y columnas sobre música, pintura, teatro o fotografía, eso en el entendido de que siempre tendrá más autoridad sobre determinado tema quien viva profesionalmente de tal o cual oficio artístico. Hoy, con Arenitas del Nazas, digo lo mismo, pero en relación a los estudios biográficos sobre personajes de la comarca: nuestros artistas podrían encarar la investigación y el conocimiento de los personajes que nos dieron identidad de manera que tras sus investigaciones advirtamos que hemos tenido más, mucho más, de lo que creemos: la fecunda vida de Prócoro Castañeda Casales es digna prueba de que La Laguna ha tenido artistas de primer orden, lo que nos debe enorgullecer y, de paso, afianzar un mayor apego a las actuales tareas vinculadas a la difusión y creación del arte.
Es muy grato para mí observar que, hasta donde sé, la primera biografía que tenemos sobre un músico lagunero es un documento de sumo interés para todos, lo que hace meritorio el apoyo que le dio el gobierno estatal a esta publicación. Felicito a Juan Antonio Martínez por su trabajo, a Prócoro Castañeda Rivas, por brindar los materiales gráficos que complementaron la investigación y, de paso, pues sé que él impulsó este esfuerzo desde un primer momento, a Salvador Hernández Vélez. El arte lagunero sabrá agradecer que vidas como la de Prócoro Castañeda Casales sigan entre nosotros gracias a este libro y gracias también, por supuesto, al disco que complementa inmejorablemente al testimonio escrito.
(Texto leído el miércoles 14 de mayo en el Teatro de Cámara de la UAdeC Torreón. Al final de las palabras de presentación fue ofrecido un concierto con piezas de Prócoro Castañeda; las ejecutantes fueron Natalia Riazanova, al violín, y Mariana Chabukiani, al piano, quienes lucieron con finura sus talentos. Tuve la fortuna de grabar esas versiones con mi grabadora de reportero; la fidelidad no es la mejor, de repente se oyen mis golpecitos a la grabadora, pero creo que dan una idea de la maravillosa ejecución. Trataré de que esas versiones sean escuchadas en el blog, pero no sé cómo subirlas. Luego avisaré si pude).

Lo que el foxismo se llevó



Además de dinero e impunidad, el foxismo se llevó un vicio retórico de pavorosa baratura: el hablar y escribir siempre con la políticamente correcta inclusión del macho y de la hembra. El tic quería ser serio, pero sin remedio derrapaba hasta enlodarse en la caricatura del “chiquillas y chiquillos” y del “ciudadanas y ciudadanos”. Tan mentecata resultó aquella formulita del discurso con botas que hoy nadie en su sano o insano juicio la emplea. Es, como quien dice, una joven antigualla de la comunicación, un recurso que llegó para no quedarse.
En la FIL del año pasado grabé la participación de Gonzalo Celorio en una mesa redonda; días después, Renata Chapa hizo la trascripción; no lo publiqué en su momento, pero todavía es interesante lo que dijo el autor de la novela Amor propio y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. “También la Academia está en contra de la hipercorrección. Siempre hay un mesero, cuando uno llega a un restaurant y pide un vaso de agua, que con cierta sutileza lo corrige a uno y dice ‘un vaso con agua’, como si la preposición ‘de’ no significara también contenido. Ese mesero va en la noche a comprar una botella de tequila y jamás se le ocurriría pedir en la tienda de abarrotes una ‘botella con tequila’.
También habría que luchar contra la anfibología. En México tenemos una peculiaridad para la utilización de la palabra ‘hasta’. Cuando uno se topa con un letrero que dice ‘La taquilla abre hasta las seis’, uno no sabe si a las seis abre o a las seis cierra. Es terrible. Un anuncio de televisión decía ‘Hasta que usé una Manchester, me sentí a gusto’. Eso quiere decir que siempre se sintió a gusto ese señor y hasta que usó la camisa Manchester, empezó a sentirse de la fregada.
También habría que ir en contra del artificio que se utiliza muchas veces por razones de corrección política. Ahora tenemos que decir ‘los ciudadanos’ y ‘las ciudadanas’; ‘los mexicanos’ y ‘las mexicanas’ porque hay una especie de confusión entre especie y género. Ahora, para ser políticamente correcto, uno tendría que decir ‘la perra’ y ‘el perro’ son ‘la mejor amiga’ y ‘el mejor amigo’ de ‘la mujer’ y ‘del hombre’ indistinta y no siempre respectivamente. ¡Carajo!
Hay un columnista semanal del diario Reforma que siempre dice ‘Lectora, lector querido’. Eso quiere decir que la lectora no es querida. Sólo el lector. Me he dado cuenta de que cuando hay dos palabras para diferenciar al hombre de la mujer, las mujeres, en aras de la igualdad, quieren que haya una. Y cuando hay una sola, las mujeres, en aras de la diferencia, prefieren que haya dos. Cuando existe la palabra ‘presidente’ ―no existe la palabra ‘presidento’; ‘presidente’ es el participio activo del verbo ‘presidir’― las mujeres quieren que haya ‘presidente’ y ‘presidenta’, ‘jefe’ y ‘jefa’. Y cuando hay dos, como ‘poeta’ y ‘poetiza’, ‘líder’ y ‘lidereza’, las mujeres dicen ‘Yo no soy poetiza. Soy poeta’. Y ‘lidereza’ tendrá otra connotación espeluznante.
Contra la perífrasis innecesaria. Hace unos días estuvo aquí el señor presidente y no sé si se habrán percatado de que él nunca ‘llega’; ‘hace su arribo’. Es como una especie de desfiguro, ¿no? Todos ‘llegamos’, pero el presidente ‘hace su arribo’; todos ‘dormimos’, pero el presidente ‘pernocta’. Es verdaderamente espantoso. Una perífrasis inútil. Si uno llega, por ejemplo, a una tienda de equipos para hacer ejercicio, el dependiente enseña una caminadora y dice, ‘Esto es muy bueno para lo que es el abdomen’. No es para el abdomen, sino para ‘lo que es’ el abdomen; o para ‘lo que viene siendo’ el abdomen, ¡que es peor todavía! Y si uno llega al taller mecánico con su coche, nos dicen: ‘Es que está mal lo que viene siendo la suspensión’. Y en la medida en que es más perifrástico el asunto, más cara va a ser la cuenta de la reparación del automóvil…”.

viernes, mayo 16, 2008

Educación en andrajos



Voluntaria e involuntaria, una práctica frecuente de los medios de comunicación es exhibir la olímpica ignorancia en la que vive sumido el país. No escasean los ejemplos. Hace poco, a propósito del 5 de mayo, una televisora local hizo el viejo experimento balconeador de la entrevista callejera. Fuera de cuadro, la reportera les pedía a varios ciudadanos que si podían explicar el motivo del asueto. Como ocurre en estos casos, los azarosos entrevistados no sabían absolutamente nada sobre el tema; uno o dos, de los diez ciudadanos amagados con el micrófono, sólo alcanzaron a balbucear que se debía a la Batalla de Puebla o algo así, “no recuerdo”. Otro tanto pasa en el comercial televisivo y radiofónico en el que a varios ciudadanos les preguntan sobre el Poder Judicial de la Federación. Las respuestas oscilan entre lo cómico y lo desgarrador. Uno de ellos enuncia, titubeante, esta perla: “Pues es algo así como un poder de los judiciales, ¿no?”. En alguna ocasión vi ese triste juego aplicado a varios legisladores; dentro de la Cámara, un reportero les preguntaba sobre un artículo clave de la Constitución (no recuerdo cuál) y los diputados se quedaban con la bocota abierta, desconcertados, tratando de inventar cualquier mafufada para escabullirse de la entrevista y salir por peteneras.
Son sólo tres casos, los que se me atraviesan en la mente mientras pienso el feo problema de la educación y la cultura básicas del mexicano. Por supuesto es muy valioso lo que diga la OCDE o cualquier otra institución evaluadora de índices y promedios, pero en el día a día, en el roce cotidiano con la gente podemos advertir cuán lamentable es el nivel de instrucción que tiene el mexicano. Prácticamente no hay materia que domine, y si alguna es su mero mole, ignora todas las demás, de manera que es muy difícil hallar a un mexicano que además de las operaciones elementales de aritmética sepa lo propio, lo básico, de español, de biología, de historia, de civismo, de idiomas, de lo que sea. Es decir, pocos hay que pueden presumir de una cultura general más o menos aceptable, de perdida digna para no hacer el papelazo en El rival más débil, aquel programa de TV Azteca que supuestamente desafía a la inteligencia.
Un poco de autocrítica nos acorrala, de ahí que la televisión sea una ventana maravillosa para ver de qué tamaño es el conocimiento promedio del mexicano, más allá de lo que diga la OCDE. Si la televisión algo refleja, es una pobreza monstruosa de contenidos, de burros tics, de infumables aportes a la ignorancia colectiva. A toda hora podemos caer de espalda ante la redacción oral de un conductor que usa palabras tan imprecisas como burdas, ante la torpeza casi obligatoria de un reportero que no sabe ni concordar el número y el género en una oración, y ante la superficialidad con la que allí es tratado cualquier asunto, por nimio o trascendente que sea.
Me habrán de perdonar, pero al ver y oír entrevistas a los jóvenes, al escuchar en corto a los adolescentes, al atender el discurso habitual de nuestros políticos y de nuestros empresarios, al valorar la misma entrevista eterna que conceden los deportistas, uno termina convencido de que, en efecto, el imperativo de la educación parece que ha llegado demasiado tarde para sacarnos del oscuro bosque de ignorancia en el que los mexicanos vagamos extraviados como Caperucitas Rojas con brújula alterada.
Y en ese panorama cerradamente negro, para acabarla de amolar, el compromiso embustero de siempre entre el sindicato mapache y el Ejecutivo: ayer fue rebautizado “Alianza por la calidad de la educación” y sirvió para celebrar el pomposo día del maestro. Encabezan esa cruzada la profesora Gordillo y su legión de secuaces. ¿Hay alguna esperanza, pregunto, hay alguna esperanza de que los mexicanos sepamos algún día qué se celebra el 5 de mayo o qué es el Poder Judicial de la Federación? Seguiremos en las mismas, seguro. En las sombras, nada más, como decía Javier Solís.

jueves, mayo 15, 2008

Una propuesta delirante



Hace algunos días deambuló en todos los diarios del país una noticia escalofriantemente extraña: Rosalío Reta, sicario de poco menos de veinte años, había matado por primera vez a los trece. Según las investigaciones, se calcula que al menos había participado ya en treinta homicidios tanto en México como en Texas. Por una acción fallida o algo parecido, el precoz gatillero se vio amenazado de muerte y terminó entregándose a las autoridades.
La vertiginosa historia de Reta en el mundo de la droga me hace inentendible un comentario reciente publicado por Héctor Aguilar Camín en estas páginas. No sé todavía cuál es el espíritu de su conclusión: señaló que las bajas del Estado mexicano han sido mucho menos numerosas que las sufridas por los cárteles en pugna, y si eso es así, algo bueno pasará cuando se agoten las reservas de involucrados en el mundo del crimen. Parece una broma, una broma algo siniestra, pues de ninguna manera suena lógico que a más bajas de los inmiscuidos en el hampa sobrevenga un nuevo escenario de, digamos, relativa tranquilidad luego de las tormentas que hemos visto en estos días.
No es, creo, con bajas en las organizaciones del crimen como mejorará el panorama para el país en el rubro de seguridad; ni remotamente se puede pensar en esa dirección, a menos que haya algo, como ya dije, de broma siniestra en tal aserto. El problema es tan grande y complejo, tiene tantas implicaciones económicas, educativas, geopolíticas y de todo tipo, que el ejército nacional de reserva para el delito garantiza efectivos mientras no se den pasos seguros en todos los sentidos. No es, entonces, sólo con la fuerza de la fuerza, y menos con la esperanza del gradual autoacabamiento del hampa, como desaparecerá el clima de horror que hoy sufre el país.
Es posible que precisamente por eso, porque el avispero se encuentra en plenitud de agitación, las opiniones tiendan a parecer entre delirantes y grotescas. No se acabarán acabando solos ni terminará el dolor con el edulcoramiento de las noticias difundidas por los medios de comunicación, menos con el llamado verdaderamente alucinante que Felipe Calderón ha hecho a los ciudadanos, ese que nos pide a todos, casi en grado de exigencia, delatar a quienes de buenas a primeras percibamos como sospechosos. Es una petición, insisto, absurda, básicamente por dos razones: a) porque los ciudadanos no son empleados de seguridad ni, en general, tienen mínima idea de lo que es el trabajo de inteligencia; dejar la puerta abierta a la delación ciudadana se puede prestar a todos los malentendidos y abusos que uno pueda imaginar, y más que eso; b) porque en caso de que alguien quiera denunciar no tendrá ni remotamente la certeza de que su labor “patriótica” será recibida sin represalias inmediatas. Dicho de manera suave, el grito desesperado que desea alentar el civismo no es más que eso, un alarido en el desierto, la confirmación de que algo anda muy mal y de que los cambios urgen, lo malo es que Calderón, con su pedido, no hace más que convidarnos a un voluntarismo inservible y peligroso.
La participación del ciudadano en esta escalada de violencia no es otra que la de espectador, sin duda, y su ingreso al escenario de los acontecimientos no tiene más camino que el de las urnas. Quienes votaron por Fox, sin saberlo y sin culpa, pues ejercieron su derecho a elegir, apoyaron a un político que como presidente relajó, con desastrosa frivolidad, la autoridad del Estado frente al crimen, y si a eso sumamos el estancamiento en los órdenes económico, educativo, cultural y político debido al fraude, los resultados ahora son visibles: un país sumido en el peor de los males posibles: el de la violencia por dinero.

miércoles, mayo 14, 2008

Otra mirada a Toño Jáquez



Los tuvo, como todos, y seguramente fueron varios, pero ignoro cuántos y quiénes eran. Me refiero a los enemigos de Antonio Jáquez. No sé. El trabajo periodístico que encaró le daba para eso, para ganarse enemistades, cierto, pero también para cultivar, sobre todo, admiradores, lectores que, como yo, sabíamos de lo complejo que era, que es, reportear al “estilo Jáquez”. Un estilo, vale decir, siempre al filo del riesgo, pues pisaba callos de los que de veras le duelen al poder. Era, lo parafraseo, un reportero “incómodo”.
Sobre esto, algunos ya lo saben, publiqué el sábado pasado una justa necrológica y de inmediato encontré las palabras que aquí cito. De Oswaldo Zavala, a quien conozco sólo vía mail, este retrato tomado de su blog (uncopista.blogspot.com, de donde además hurté la foto que encabeza este post): “Conocí a Antonio Jáquez el seis de noviembre de 1999. Era la primera vez que yo visitaba la redacción de la revista Proceso. Tenía apenas unos meses de haber comenzado a colaborar desde Washington, y aunque mantenía comunicación con algunos por teléfono, en realidad no conocía a casi nadie personalmente. Esa tarde, mientras la revista celebraba un aniversario más, yo tuve el privilegio de convertirme en su amigo.
Es raro encontrar en un periodista al arquetipo del hombre universal: Toño absorbía con pasión y agudeza información sobre prácticamente todos los aspectos políticos y culturales del mundo moderno. No sólo deleitaba su juicio y su conocimiento agudo sobre el periodismo y la literatura mundial: por él descubrí nuevos artistas plásticos, arquitectos, música rock, clásica, pop. Recorría la obra de Borges con la misma comodidad que la serie de televisión 24.
En Proceso, el trayecto periodístico de Jáquez es fundamental. Tuve la suerte de discutir múltiples textos con él, de conocer su interpretación de las coyunturas políticas, de escuchar su visión histórica, compleja y amplia, crítica del presente pero rica en su contexto, corrosiva también, pero ferozmente independiente. Seré para siempre un agradecido reportero que aprendió a escuchar, y más importante, a dialogar con su editor. (…) En su trato cotidiano, Jáquez profesó una actitud de libertad que no siempre le cosechó amistades. Explosivo e irreverente, lúdico y de una lucidez cortante, Toño asumió sin temor ni remordimientos el rechazo de algunos que luego se veían obligados a conservar entre ellos su rencor y envidia. Jamás escuché a Toño atacar a uno de sus enemigos, en público o en privado, en la forma cobarde y deshonesta en que con frecuencia esa misma gente lo repudiaba. Para sus amigos, que somos muchos, sí escuché y atestigüé en cambio, las más profundas manifestaciones de generosidad. Recuerdo y recordaré siempre a Toño como una de las más finas y elegantes personas que he conocido, cuya amistad y vasta sabiduría me resultarán entrañables para siempre.
En los últimos meses de su vida, Jáquez se dedicó a viajar. Tuve la enorme fortuna de recibirlo en Nueva York. Asistió a la ópera en el metropolitan, admiró el ballet, se perdió en las casas de música del Village, se deleitó en los mejores restaurantes, compró libros, ropa, CDs, por la noche leía y conversábamos largas horas sobre el futuro. Con la muerte encima, la vitalidad de Jáquez no se permitía el miedo. Como supongo que lo hacía desde su juventud, Jáquez fue tan libre como enormemente feliz.
Ahora sé por qué no dejaba de sonreír en aquellos días. Nueva York me sirve de metáfora: producía en Toño la satisfacción que implica estar abierto a las infinitas posibilidades del mundo, donde todo debe intentarse, el acierto y el error, el arrojo y el retiro meditabundo, la sonrisa irónica y la felicidad de la bondad.
Antonio Jáquez murió esta tarde, mientras llueve y el frío recorre Nueva York. Tengo para mí que, como esta ciudad que tanto quiso, su memoria será desde hoy inagotable y para siempre plena en la libertad que adoptó como única condición de vida”.

martes, mayo 13, 2008

Sumarísima reseña



Me manda Gilberto Prado Galán una reseña sumaria a los primeros nueve títulos de la Colección 101 Años. Es difícil un vistazo de conjunto en este caso, dada la heterogeneidad de las temáticas; el autor de la reseña, sin embargo, recorre con ojos muy abiertos el contenido de los libros y da una idea precisa sobre cada propuesta.
o
Colección 101 Años publicados
Celebración de la literatura heterogénea


Ernesto G. J.

La colección 101 Años Publicados, que realiza el sello editorial Arteletra, está compuesta por nueve títulos de contenidos especialmente diversos. Su cohesión resulta de una diversidad de quehaceres académicos y artísticos. No obstante su constitución heterogénea, tiene la virtud de presentar textos de categorías que invitan tanto al lector curioso como al experto. Desde la creación literaria hasta el ensayo político, la colección incide en puntos, apreciablemente azarosos, pero que defienden por sí mismos su calidad en la lectura.
Sueños diurnos, de Javier Prado Galán, es el título que abre la serie. Una obra constituida por las colaboraciones del autor en las revistas Análisis Plural y Día siete, así como en el diario El Universal. El autor explica en el proemio que el común denominador de los artículos radica en “el anhelo de la esperanza”. Y en efecto, aunque la gran mayoría de artículos están orientados al análisis político, hay en cada uno de ellos vestigios de un soporte ideológico que halla su piedra angular en el concepto del sueño.
En Dialéctica del caos, de Gilberto Prado Galán, encontramos cinco artículos orientados a la crítica literaria. Este libro está construido en un delimitado margen de especificidad temática: el hecho estético. El primer ensayo aborda el escurridizo material semántico de “lo sublime” en la literatura universal. En el segundo ensayo se habla sobre la cualidad ontológica de dilucidación que la poesía proyecta sobre el mundo. En los siguientes ensayos encontramos el tema del tiempo y la lírica; y, en el último, una breve exposición de cuatro autores femeninos. Cabe destacar que en todos estos ensayos las reflexiones vienen acompañadas con ejemplos de lírica.
El tercer libro, La crátera del orbe, es de creación literaria. En éste, el autor, Josefa Buj, presenta diecisiete poemas sin título y de formas caprichosas. El verso libre no está dispuesto de manera azarosa, sino que se rige por sus propias normas de sonoridad. Son poemas que respetan la gramática sólo para luego transgredirla con sentido. Hecho laudable, porque genera su propio universo analítico en la ruptura de lo mismo que expone.
El cuarto título de la colección aborda un problema muy diferente a la de los primeros libros. Homeomatrix: principios básicos que rigen la medicina homeopática, de Mauricio Serratos Pedraza, es precisamente lo que su título manifiesta: un breve compendio, no carente de singularidad, en el que se exponen de manera sucinta los principios de la medicina homeopática. Cada uno de estos principios toma en cuenta los fundamentos del padre de la ciencia homeopática, Christian Friederich Samuel Hahnemann, así como todo el bagaje cognoscitivo que a partir de él se ha desarrollado en el mundo.
Un drogadicto de parranda, un par de estudiantes de pinta, un escritor fracasado, un jugador empedernido y las reflexiones de un joven que acompaña a su novia en un hospital clandestino de abortos, son las cinco historias narradas en el quinto título de la colección: Caballos de fuerza, de Rodrigo Márquez Tizano. Cada uno de los textos responde a sus propias normas y se montan en unidades de espacio y tiempo sin ninguna pretensión fatua.
John Locke, los límites de la razón y el golf de Joaquín Carlos Moya Cussi, es el sexto título de la colección. Su contenido es una aplicación sui generis de los principios empiristas del filósofo inglés. A lo largo del texto se exponen ciertas afinidades entre la teoría de Locke y la práctica de este deporte de acuerdo a los sentidos. Así pues, todo el discurso se basa en la armonía entre la cita erudita y la explicación de la práctica deportiva del golf.
Una costilla de la noche, de Daniel Lomas, regresa al ámbito de la creación literaria. Son poemas que hallan su forma en el verso libre. En ellos el poeta expresa su experiencia con el mundo cotidiano, el amor y la muerte. En muchos sentidos esta poesía no es de ideas (de profunda reflexión) sino de sentimientos, creencias e intuiciones; la voz del yo lírico se desata para comentar el mundo apenas como una percepción en los sentidos. De los veintiún poemas del libro ninguno se escapa del tono de una triste ironía.
El penúltimo título de esta colección es un ensayo, El centelleo de Ereignis, de Miguel Ángel Sánchez Carrión. Aquí se introduce el término de “informacionalismo global”, que pretende definir un nuevo paradigma social: el fenómeno de la sociedad como el determinante en la existencia de los individuos. Sin embargo, y gracias al acompañamiento teórico de Xavier Zubiri, el discurso despliega distintas perspectivas donde es posible entender que la sociedad (el tiempo y el espacio que de ella se desprende en el informacionalismo global) no es la realidad última de los seres humanos, sino una mera configuración de la realidad total.
El último título de la colección, Monterrosaurio de Jaime Muñoz Vargas, es un texto de carácter híbrido: por un lado, el ensayo de crítica literaria; por otro, el ejercicio mimético de la obra más famosa de Augusto Monterroso; luego, una transcripción de dos puntos de vista sobre la misma obra y al final el “Decálogo del escritor”, de Monterroso. Este libro se suma a la inmensa bibliografía que ya se tiene sobre la obra de Monterroso, uno de los padres de la “minificción” en México y el mundo.

domingo, mayo 11, 2008

Pienso en bicicleta



Hallé perdida en mis carpetas una entrevista que en febrero me hizo el joven reportero Sergio Guajardo de La Opinión. Creo que la usó para una especie de encuesta sobre los hábitos de los universitarios frente a la escritura.

¿Cómo impacta la tecnología en la vida de los jóvenes estudiantes?
La tecnología siempre ha servido, se supone, para mejorar las condiciones de vida del ser humano. Hablo de toda la tecnología, desde unas simples tijeras hasta la computadora más sofisticada. Por supuesto, el desarrollo tecnológico en masa ha traído aparejada (como bien lo observa Ernesto Sábato) una paradójica tragedia para el ser humano: se supone que el progreso tecnológico nos iba a liberar de la infelicidad, y resulta que el desarrollo de los instrumentos que nos van a dar esa “felicidad” conllevan la destrucción del planeta, la vuelta a la barbarie del hambre y la incultura. Eso no es tan errado: los países tecnificados y hegemónicos han visto crecer su bienestar, pero a costillas del desangramiento planetario. En general, pues, la tecnología nos impacta a todos, estudiantes o no: a unos para bien, para darles una vida más cómoda, y a otros para destruirles lo poco que tenían antes del boom tecnológico.

¿Qué se debe hacer para mejorar el uso del idioma español?
Leer mucho y con atención. No sólo literatura, por supuesto, pero sí la suficiente, pues es un hecho que allí, en la literatura, está vivo el mayor propósito del hombre por manejar bien los instrumentos del idioma. Hay muchas formas de escritura, tantas como disciplinas del arte y del conocimiento, pero es la literatura la que trabaja directamente con la palabra como materia prima: en ella vale tanto el fondo como la forma, de ahí que la literatura sea imprescindible para todo aquel que quiera comunicarse rica y eficazmente.

¿Cuáles son los signos o abreviaciones más comunes que usan los jóvenes al mandar sus mensajes ya sea por chat o por celular?
No tengo idea, pues no uso estas herramientas de comunicación. Ahora bien, toda escritura es visual y opera de acuerdo a convenciones (salvo el sistema Braille, que también obedece a una convención). Yo sé que la palabra “sí” está constituida por una “s” y una “i” con tilde, y sé lo que significa. Pero también sé que eso mismo lo puedo “enunciar” con un leve movimiento, de arriba-abajo, de cabeza. Sé que el chat ofrece hoy la posibilidad de los “emoticones” con movimiento, lo que no permite la fijeza de la escritura. Eso a llevado a que muchos jóvenes digan “sí” en el chat con una carita que en efecto hace un movimiento afirmativo. Es un código, pues, con un referente en la realidad; lo único que ha cambiado en ese caso es el medio de transmisión.

¿Es una nueva cultura de expresión?
Sí y no. Sí porque contrae, apocopa, resume o iconiza lo que antes sólo podíamos expresar con palabras desatadas. Dada la rapidez del diálogo internético, era un hecho que la comunicación tendería a eso, a la abreviatura. Y no porque, pese a eso, se abrevia a partir de algo ya conocido; en otras palabras, sé que alguien que escribe “xq” quiere decir “por qué”; lo entiendo a partir de que entiendo que existe su forma no abreviada: “¿Por qué?”

¿Los jóvenes usan abreviaciones en textos ya sea de literatura o español en asignaturas que ofrece la universidad?
No sé a dónde nos vaya a llevar esa mezcolanza. La mutación gradual de una lengua es parte de la vida de la lengua, de cualquier lengua. Le ocurrió al latín, cuando pasó de ser latín a español, portugués, italiano, francés, sardo, provenzal, rumano. Lo que pasa es que en aquellos tiempos el cambio era en realidad gradual, y pasaban siglos para que se notara. En nuestra época, los cambios son vertiginosos: de una década a otra han variado los hábitos de escritura, y eso alarma a muchos. Yo no me alarmo, pero como estamos en una etapa transicional sí exigiría que aún usáramos la forma antigüita para la universidad y la forma moderna para el chat: es una especie de extraño bilingüismo.

¿Esta nueva forma de comunicarse es benéfica o dañina?
No es fácil responder a eso, pues depende del lugar donde nos coloquemos para saber sí hace daño o no. Hoy es dañina si estamos en un examen profesional y presentamos así nuestra tesis, pero es benéfica si conversamos con los amigos en el chat. Ellos nos marginarían si comenzamos a escribir correctamente, con mucha propiedad. Recordemos que gran parte del apetito juvenil está en ser aceptado, y hoy es aceptable (entre ellos) un joven que maneja esos códigos. Estamos, insisto, en un momento de cambio vertiginoso, pero todavía hoy me parece claro que todos sabemos donde sí y dónde no hay que comunicarnos con apresuradas abreviaturas.

¿Cuál es la realidad que quieren ofrecer los jóvenes con el uso de esta forma de expresión?
Rapidez en la comunicación (aunque sea de puras banalidades) y aceptación por parte de la tribu. El código-chat sirve para eso: para decir lo más que se pueda en menos tiempo y ser aceptado por ello en la comunidad chateril. Eso nos resulta incomprensible a muchos, pero es una realidad que debemos ir asumiendo sin alarmarnos tanto. Más bien hay que pensar en el fondo, no tanto en la forma. No me asusta tanto cómo escriben los jóvenes en el chat, sino qué frivolidades comunican. Eso nos habla de un vacío de contenidos que se quiere llenar con rapidez. Hay que decir lo que sea, pero que sea rápido. Para eso es indispensable la abreviatura o, en el colmo de la velocidad, los “emoticones”. En mi caso no es necesaria la abreviatura por una razón simple y que está más allá de mis aversiones: el ritmo de mi pensamiento no requiere turbo. Yo pienso en bicicleta, así que necesariamente tengo tiempo de escribir las frases y las palabras completas. En suma, la ultravelocidad a mí me estorba, pues de qué me sirve escribir como metralleta si no sé lo que estoy comunicando.

Otra colección para Coahuila



Hace ya cinco o seis años me invitaron a formar parte del consejo editorial de la Universidad Autónoma de Coahuila. Tal iniciativa fue planteada por Roberto Orozco Melo y Gerardo Segura, amigos que me hacían un honor que sigo sin merecer, pues no me parece flaco reconocimiento pertenecer a una instancia que dentro de nuestra máxima institución académica busca seleccionar y publicar a los escritores de (o radicados en) Coahuila.
Desde las primeras reuniones del consejo, a las que asistí gustoso desde Torreón, vi que el proyecto iba en serio, que se trataba de un emprendimiento digno de total apoyo. Sumé mi opinión a varios colegas escritores y entre todos, en una verdadera labor de consejería editorial, articulamos una primera colección de escritores coahuilenses ya emblemáticos en las letras de la entidad y en ciertos casos del país: Julio Torri, Artemio del Valle Arizpe, Magdalena Mondragón, Rafael del Río, Raymundo Ramos, Enriqueta Ochoa y muchos otros fueron abrazados en libros de estupenda factura y muy decorosa distribución.
Pensé en aquel momento que había concluido el trabajo del consejo editorial configurado para armar la colección citada, pero no: de inmediato fui convidado nuevamente, esta vez a decidir sobre una nueva tanda de autores que complementaría a la anterior. La idea era publicar libros originales, no reediciones ni reimpresiones. Fue así como los consejeros dimos con la decisión de confeccionar una convocatoria que planteara a los coahuilenses la posibilidad de publicar. Pasado el plazo de recepción de originales, los consejeros nos reunimos en la rectoría para establecer los mecanismos de selección. Allí fue formulada, con aprobación unánime, la necesidad de dictaminar cada propuesta con lectores expertos en cada materia abordada en los originales concurrentes, de suerte que la colección pudiera salir con la mayor garantía posible de calidad.
Menciono estos mecanismos por una razón simple: el armado de la colección Siglo XXI Escritores Coahuilenses siguió un procedimiento, un derrotero trazado con causa y pausa por los miembros del consejo editorial siempre atento al logro de la mayor democratización posible en todos los sentidos: origen y edad de los autores, géneros abordados y temáticas. Este esfuerzo por establecer claridad en el mecanismo de selección y apertura a toda propuesta dio como resultado la colección a la que me refiero aquí: un racimo variado de libros que de golpe, a simple vista, describe grosso modo la actual salud de las letras en Coahuila.
Me da especial gusto que la universidad pública se haga responsable de esta labor editorial. Si bien hay otras instancias dedicadas a la edición, principalmente dependientes del gobierno estatal, de los municipios y de algunas universidades privadas, es el máximo recinto del saber en Coahuila el que debe auspiciar el trabajo de edición más constante y decidido no sólo de obras literarias y periodísticas, sino también científicas y didácticas.
El papel de la universidad no es, por ello, un solo papel: entre sus múltiples haceres debe hacer énfasis en lo editorial, dado que así se logra un objetivo doble: difundir ideas y resguardar el pensamiento y la emoción de quienes en Coahuila escriben para reflexionar y quienes lo hacen para emocionar.
El catálogo de títulos y autores de Siglo XXI Escritores coahuilenses atraviesa la poesía, el cuento, el teatro, el ensayo, la narrativa testimonial y el periodismo de opinión y cultural. La poesía ocupa al contingente más numeroso, con cinco de los catorce títulos: Una llaga en el rostro del tiempo, de Carlos Reyes; Dialéctica de la pasión, de Saúl Rosales Carrillo; Cuatro vientos, de Juan Martínez Tristán; Días inciertos, de Adriana Luévano; Época sin nombre, de Lucero Chamé; luego, con cuatro volúmenes de la colección, tenemos los de periodismo (periodismo que me atrevo a apellidar “cultural” en estos casos): Abraxas, prosas circunstanciales, de Alfredo García Valdez; Breves historias y otros temas, de Antonio Malacara Martínez; Corazón de boina verde, de Julián Herbert y La Laguna de tinta, de Vicente Alfonso; en narrativa hay tres títulos: dos de cuentos y otro testimonial: Miel de maple, de Miguel Báez Durán; Ojos en la sombra, de quien esto escribe y Con estas manos digo, colectivo; en teatro, un título: Nueva dramaturgia coahuilense, de José Palacios, y en ensayo, de Sanjuanita Torres Ruiz, Fray Servando a la luz de Astey.
Por deformación profesional le doy preferencia como lector a los títulos de narrativa y periodismo, pero no me incomoda apreciar los que trabajan otros géneros. Sea como sea, el menú de libros de esta colección reitera que en Coahuila, pese al sol y a la sequedad del paisaje, florece la escritura. Hace muy bien la UAdeC en permitir que la voz de nuestros escritores sea escuchada. Excelente me parece la noticia de que esto continúe, y para lograrlo acaba de ser lanzada la segunda convocatoria; que sean pues muchísimos más los libros que en el bien finquen nuestra aspiración de sentir y de saber.

sábado, mayo 10, 2008

El mejor



No lo digo yo, lo dice por sí misma, y muy elocuentemente, su trayectoria como periodista: José Antonio Jáquez Enríquez (San Juan de Guadalupe, Durango, 26 de julio de 1952) ha sido hasta hoy el mejor reportero formado en la historia de la comarca lagunera. Espero no repetir lo que Mario Gálvez apuntó ayer con harto tino. Como muchos, como tantos actores del periodismo, la literatura y/o la política desarrollados en La Laguna, tuve contacto alguna vez con Toño Jáquez, quien ayer a las 12:37 del mediodía murió en el hospital Medical Sur de la Ciudad de México. Mi relación con él fue breve, pero quiero suponer que significativa, pues desde que lo conocí supe que estaba ante un periodista de corte inusual en nuestra región: inquisitivo, memorioso, agudo, culto, irónico siempre, Jáquez estaba muchos metros adelante de todos en materia de reporteo. Nadie como él para trazar verdaderos reportajes de investigación, textos perfectamente escritos y, lo más importante, profundamente punzantes, llenos de esos datos y esa jiribilla que sólo pueden ofrecer los genuinos profesionales del oficio. En un ambiente que privilegiaba la nota informativa a veces no manejada con toda la calidad requerida, Jáquez solía bucear en las profundidades del hecho noticioso: indagaba, preguntaba, leía, hundía su mirada de periodista moderno hasta tocar el meollo de realidades políticas y económicas descompuestas, ideales para los reportajes de gran calado, trabajos que hacían crujir estructuras de poder por lo general amenazantes para otros, no para un reportero como Antonio Jáquez.
Tuve la fortuna, como digo, de convivir con Jáquez en el mismo espacio laboral durante, al menos, un par de años. Por lo regular era serio y conversé poco con él, pero las veces que pudimos trabar alguna charla fue siempre sobre literatura. Además del periodismo, su vocación, era un lector voraz de novelas, cuentos y poesía. Su pasión por el cine y por la música, igual, no tuvo coto. Era un tipo culto en extremo y eso lo pude constatar en varias ocasiones, cuando a propósito de cualquier asunto no escaseaban en su plática citas de Paz o de Borges o de Sabines o de Monsiváis (quien fue su amigo, vale decir). En cierta ocasión, luego de dialogar sobre nuevos narradores mexicanos, mencionó que tenía interés en leer algo del joven (en aquel momento joven) novelista Enrique Serna. Le dije que yo tenía, de él, Uno soñaba que era rey, y se lo ofrecí a préstamo. Aceptó. Poco después, en reciprocidad, me regaló un lote de seis o siete libros distintos. Cuando los revisé, vi que uno de ellos tenía entre sus páginas una credencial, ya caduca, que acreditaba a Jáquez como reportero de La Opinión. Quise devolverla, pero por esos ajetreos de la vida el tiempo se fue yendo, Jáquez emigró a Monterrey para ser corresponsal de Proceso, luego al DF, donde merced a su talento alcanzó casi las puertas de la dirección en aquella revista. Su reportaje más logrado (él llegó a considerarlo así) fue el que inmortalizó a Raúl Salinas como “el hermano incómodo”.
Hijo de Martha Enríquez y Antonio Jáquez Medina, Antonio Jáquez pasó su infancia en Simón Bolívar, Durango, donde hizo la primaria en la escuela Elpidio G. Velázquez. La secundaria y la preparatoria las cursó en la Pereyra, de Torreón; estudió la carrera de contador público en la antigua ECA de la UAdeC. Tras egresar, trabajó en el Fideicomiso de la zona industrial de Torreón, luego en la Secretaría de Programación y Presupuesto. De ahí pasó a la lid periodística en La Opinión, lid que en adelante ya no abandonó. Pasó por el Taller Literario de La Laguna, coordinado por José de Jesús Sampedro, y se enorgullecía de haber recibido clases de la maestra Blanca Trueba, cuya enorme y muy selecta biblioteca heredó. Creo que no exagero si reitero que de todos nuestros reporteros ha sido, por sus méritos, el mejor.

viernes, mayo 09, 2008

Este blog en Siglo Nuevo



El sábado pasado (3 de mayo), Luis Guillermo Hernández Aranda, editor de El Siglo de Torreón y colaborador de la revista-suplemento Siglo Nuevo, publicó un amplio, generoso y creo interesante (año 2, número 49, pp. 60-62) acercamiento a mi relación con el blog, este espacio que ahora sirve para escribir estas palabras. Las preguntas y las respuestas que sirvieron de base a su trabajo fueron las que aparecen aquí abajo. Agradezco a Luis Guillermo el tiempo que me dedicó y la calidad de su atención.

¿El blog puede ser un espacio para fomentar una mayor participación ciudadana en diversos temas?
No sólo puede, es un espacio que permite la participación abierta de quien lo desee en el tema que desee. Sin embargo, veo una paradoja un tanto cruel en esa explosión de oportunidades para la exhibición de nuestras ideas. Son tantas las voces, son tantos los participantes en el diálogo que al final hemos construido una especie de babélica comunidad en la que todos hablamos y nadie escucha en serio lo que afirma el otro: es tanta la información y son tantos los interlocutores que luego de rondar por varios blogs uno termina congestionado, con una sensación de asfixia e impotencia. Entonces, la ilusión de comunicación real es eso: una ilusión, pues el diálogo se ha vuelto gritería, barullo. Es lo mismo que el mail: cuando recién era popularizado, hace poco más de diez años, nos vendían la idea de que podíamos estar comunicados con el mundo entero; eso es cierto: hoy podemos estar comunicados con el mundo entero; lo único que debemos saber es qué tanto quiere comunicarse el mundo entero con nosotros. Uno recibe, digamos, diez cartas electrónicas al día, por decir poco: a todas las respondemos, si las respondemos, con un renglón apresurado y mal escrito, muchas veces impreciso y ambiguo. Eso no es comunicación. En una palabra, la red congestiona, es inhumana y al final debemos terminar sabiendo que en Babel sólo tengo a dos o tres interlocutores de calidad, los mismos que antes tenía en el café del centro.

¿Qué beneficio y riesgos existen cuando e cualquier persona puede subirsus textos sin que estos pasen antes por un editor o corrector de estilo por la mano de la censura?
La libertad que ofrece la red es, en muchos casos, absoluta, de ahí que en ciertos temas, como el sexual o el político, resulte peligrosa. Para moverse en ella, por ello, hay que ser primero mínimamente responsables, hay que saber respetar y aceptar la diferencia, hay que ser tolerantes. Lo malo es que, creo, no hay mucha responsabilidad a la hora de crear páginas y difundir información. De ahí que los jóvenes estén expuestos a extremismos políticos, a toneladas de información basura, a la dictadura de la imagen, al facilismo y a la desconcentración, además de las más torcidas formas de la pornografía. Eso está allí y parece incontrolable. De eso no tengo duda. Así que más vale instruir a los niños, sobre todo a ellos, para usar la computadora y el internet como herramientas, no como juguetes o instrumentos de evasión y estupidización. El asunto es complejo: uno puede sonar conservador si habla de esto (procuro no serlo, no lo soy), pero nunca antes la humanidad estuvo expuesta a esta libertad para transmitir y recibir ideas de toda índole, de ahí que sea necesaria una reformulación de nuestras responsabilidades frente a esta forma libérrima de comunicación.

¿Cuando empezaste a escribir imaginaste algún día que una pantalla sustituiría al papel?
Conservo con orgullo cientos de cuartillas (mis “originales”) escritas en una máquina mecánica. Como a muchos que somos cada vez menos, a mí me tocó la transición del papel a la pantalla. Empecé en 1993. Al principio fui reticente, pero cuando vi, como todos, las posibilidades que ofrece una computadora, ella se convirtió no en un aparato indispensable, sino en el Aparato, con mayúscula. Los jóvenes creen que eso es normal. No. La computadora es un monstruo, una invención que está más allá de todo delirio. Todavía, en ciertos momentos de paz, mientras escribo en el Word (el único programa que venero) me pregunto asombrado: ¿qué es esto? El Word, el simple Word, es una criatura apabullante.

Como ávido lector, ¿qué prefieres: el papel o la pantalla?
En broma y en serio: cuando estoy frente al libro, el papel; cuando estoy frente a la computadora, la pantalla. Creo que son dos espacios de lectura muy distintos y a cada uno le concedo su lugar y su importancia. Por ejemplo, sería imposible para mí leer una novela en la pantalla, así como ya me habitué a leer periódicos y cartas en línea. Siento que al final el soporte de las ideas no será importante. El papel será desplazado, sin duda, y el ojo terminará educado para leer letras virtuales más que reales.

¿Los blogs pueden ser una herramienta para fomentar la lectura, así como el oficio de escribir?
Sí, fomenta la lectura, en efecto. Lo malo es que, quizá, no sea de mucha calidad lo que se lee. Esto va atado con lo otro: ¿cuántos blogs pésimamente escritos hay en la actualidad? Es tan fácil crearlos que cualquiera picotea teclas y cree que escribe. Un buen internauta debe ser hoy, principalmente, un gran cribador, un cedazo.

¿Cuáles son tus blogs favoritos?
No tengo blogs favoritos. Si acaso, por amistad y admiración a su persona, leo muy seguido el del doctor Corona Páez (cronicadetorreon.blogspot.com). De hecho, no leo blogs, no chateo, ni oigo ni “bajo” música ni videos en la computadora; escribo, edito libros, leo periódicos y revistas, atiendo mi correspondencia, alimento mi blog y ya. Como se podrá notar, le doy un uso aberrante a la computadora, pues nunca la he considerado un centro de entretenimiento, sino una herramienta de trabajo literario y periodístico, la mejor de todas.

Acuses bibliográficos 2


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Cruda realidad. Producción, consumo y fiscalidad de las bebidas alcohólicas en México y América Latina, siglos XVII-XX, Ernest Sánchez Santiró (coordinador), Instituto Mora, México, 2007. Contiene: “Introducción: La historia de las bebidas alcohólicas como observatorio del cambio económico, social y político”, por Ernest Sánchez Santiró; México: “La producción y consumo de vinos y aguardientes legítimos de Nueva Vizcaya. Siglos XVII y XVIII”, por Sergio Antonio Corona Páez; “Fuentes documentales para el estudio del vino mezcal en los archivos de Jalisco. Siglos XVIII y XIX”, por María del Pilar Gutiérrez Lorenzo; “La fiscalidad del pulque (1763-1835): cambios y continuidades”, por Ernest Sánchez Santiró; “Las bebidas espirituosas en Sonora: notas sobre su producción, consumo e impuestos (1850-1920)”, por Juan Ramón Romero Gil; “Antes había borrachos pero no alcoholizados. Tequila genuino y mezcal adulterado; la alteración histórica del ‘vino mezcal’ y de sus patrones de consumo”, por Luis Anaya Merchant; “El nacimiento de la industria cervecera en México, 1880-1910”, por Gabriela Recio; “¿Modernización fiscal? Impuestos sobre bebidas alcohólicas, 1884-1930”, por Gabriela Márquez; “La persistencia de una tradición: consumo de pulque en la ciudad de México, 1900-1920”, por Mario Barbosa Cruz; “De crudas y moralidad: campañas antialcohólicas en los gobiernos de la posrevolución (1916-1931)”, por Jesús Méndez Reyes; América Latina: Oro y cachazas: minería y producción de aguardiente de caña en Minas Gerais, 1744-1818”, por Ángelo Alves Carrara; “La chicha colombiana en las reflexiones científicas del siglo XIX”, por Óscar Iván Calvo Isoza y Marta Saade Granados; “Aportes para una caracterización económica del complejo vitivinícola del Cuyo (Argentina) en la etapa inicial de la reestructuración neoliberal, 1976-1989”, por Jorge Cernadas y Karina Forcinito. Me lo regaló el doctor Sergio Antonio Corona Páez.
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Tres poetas perros, Carlos Velázquez, Carlos Reyes y Adrián Román (palabras previas de Eusebio Ruvalcaba, antologador), La Cábula Ediciones, Hermosillo, 2007, 97 pp. Tríptico de poetas que por comodidad hemos convenido en llamar “malditos”, es decir, escritores que trabajan en el subsuelo de las emociones y suelen encontrar allí pedruscos de insolencia que por lo general alarman a las almas de confesionario. Ruvalcaba advierte en sus palabras de apertura: “Hay malicia, mucha malicia literaria atrás de cada uno. Son adrenalina pura”. Me lo regaló Carlos Reyes.

Sombras otoñales, Dolores Díaz Rivera, s/e, Torreón, 2007, 100 pp. Libro que contiene 14 cuentos de temática y extensión variadas. La autora ha pensado siempre que desdeño su obra literaria; la desmiento: tiene un valor muy cercano a lo testimonial y rico en matices; sé que tiene muchos lectores y que su trabajo es apreciable. Me lo regaló su autora.

Los alebrijes, Jorge Valdés Díaz-Vélez, Hiperión, Madrid, 2007, 91 pp. Torreonense, el diplomático y escritor Valdés Díaz Vélez ganó con este libro el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2007. Con este título anuda un eslabón más a su ya larga cadena de títulos premiados y no premiados, todos igualmente reconocidos como reveladores de una poesía viva, de timbre muy bien articulado. Me lo regaló su autor.

La existencia sitiada, Eduardo Subirats, Fineo, Monterrey, 2006, 290 pp. Libro extraordinario, de agudeza crítica que desmadeja los densos temas que encara en el camino. Por su autor sabemos que el libro fue concebido (“en el confinamiento académico”) en Nueva York entre la primera guerra de Irak y el lanzamiento mediático de la guerra global. Dice Subirats que sus ensayos “responden tentativamente a tres preguntas: qué puedo saber en la cultura del espectáculo, qué podemos recordar desde las ruinas de las memorias culturales, y qué puede esperarse ante la dominación nuclear y biológica del planeta”. En suma, es un ingrato, pero necesario, recordatorio de la barbarie, una barbarie tan devastadora que yo nos malacostumbró a mirarla sin tragedia, como si fuera natural y no artificio del salvajismo ilustrado. Me lo regaló Laura Eraña, directora del Icocult Laguna.

Museo Arocena, exposiciones temporales 2006-2007, Fundación Arocena, 2007, 153 pp. Textos de José Pinto Mazal, Sergio Antonio Corona Paéz, Rosario Ramos, Adriana Gallegos Carrión Rodrigo Witker Barra, Faviola Favila Gallegos, Gerardo Traeger Mendoza, Eduardo Pinto Escandón, Xavier Moissén Lechuga. Fotografía Gerardo Suter, Roberto Ortiz Giacomán, Porfirio Sosa Torres, Francisco A. Kochen Beristáin, Jesús Flores Valenciano. Edición finísima, la mejor que he visto en un libro lagunero. Como corresponde a una obra de (para el) arte, el papel, la impresión y el encuadernado alcanzan una calidad, por llamarla de algún modo, europea, una calidad que cuadra muy bien con la inteligencia de los textos y la perfección de las fotos. Un trabajo inmejorable.

Juan Rulfo: perspectivas críticas, Pol Popovic Karic y Fidel Chávez Pérez (coordinadores), Siglo XXI / Tecnológico de Monterrey, México, 2007, 260 pp. Compilación de “ensayos inéditos” sobre la obra del escritor jalisciense. Contiene: “Prólogo” de Pol Popovic Karic; “Juan Rulfo: un maestro del cuento moderno”, de Rafael Olea Franco; “Pedro Páramo: y nomás se vuelve un puro corretear”, de Steven Boldi; “Los caminos hacia Pedro Páramo”, de Pol Popovic Karic; “Pedro Páramo, un artefacto terrestre”, por Jaime Concha; “La historia textual de Pedro Páramo”, por José Carlos González Boixo; “La piedra y el laberinto: notas sobre el arte de Juan Rulfo”, Manuel Durán; “‘Los muertos no tienen tiempo no espacio’: el cronotopo en Pedro Páramo”, por Cristina Fiallega; “La presencia de Hambre, de Knut Hamsun, en la obra de Juan Rulfo”, por Zarina Martínez Borrasen; “El amor en Pedro Páramo”, por Federico Patán; “Equívocos y enredos en Pedro Páramo”, por Florence Olivier; “Ideas que hacen carne: aproximación fenomenológica a El llano en llamas”, por Angélica Tornero; “Las formas del tiempo y la percepción en la obra de Rulfo”, por María Isabel Filinich; “El tema religioso en Pedro Páramo”, por Rafael Camorlinga Alcaraz; “El gallo de oro: su género y sus relaciones hipertextuales cinematográficas”, por Carmen Dolores Carrillo Flores. Me lo regalo Renata Chapa.

Uno es lo suyo, textos periodísticos, Roberto Orozco Melo, Gobierno de Coahuila / Miguel Ángel Porrúa, México, 284 pp. Compilación realizada por el autor de sus textos para la columna “Hora Cero” publicada, sobre todo, en varios periódicos de Coahuila. Está dividido en cinco estancias: “Sobre gobiernos y gobernantes”, “De salud y enfermedades”, “Reflexiones”, “Aventuras propias y ajenas” y “Personajes y personalidades”. Contiene una presentación de Armando Fuentes Aguirre. Me lo regaló su autor.

Imaginario de voces, Julio César Félix, Colibrí / Ayuntamiento de Torreón (colección As de oros), 2008, 81 pp. Poemario del autor nacido en Navolato, Sinaloa, en 1975. La mayoría de las piezas son sumamente breves y de sentido un tanto hermético. Libro finalista del Premio Internacional de Poesía Desiderio Macías Silva que convoca la Editorial Azafrán y Cinabrio junto con el Instituto Cultural de Aguascalientes en 2006. Me lo regaló la Dirección de Cultura de Torreón.

Amor convenido, Rodolfo Naró, Vinciguerra (colección Metáfora), Buenos Aires, 2006, 78 pp. Poemas breves que tienen como rasgo más visible el registro de lo cotidiano casi en clave prosística. Me lo regaló su autor.

Canción del alma, Jaime Torres Mendoza, Gota de agua editorial (colección Lluvia de temporal), Saltillo, 2006, 26 pp. Libro artesanal, bellamente editado. Contiene poemas cortos y evocativos, además de un espléndido grabado original firmado por Torres Mendoza. Me lo regaló su autor.

Punto de partida, No. 148, Nueva época, UNAM, 2008, 77 pp. La famosa “revista de los estudiantes universitarios” contiene poesía, cuento y crítica de varios autores. Me la regaló Carlos Velázquez, quien colaboró aquí con el cuento “La condición posnorteña”.

La vitrina mágica, Armando Alanís, Icocult / Aldus, México, 2007, 178 pp. Novela de iniciación, narra la vida de un provinciano extraviado en el laberinto del DF. Está dividida en 58 trancos que recorren con detalle muchos puntos de la capital del país vistos con la atónita pupila del protagonista. Lo recibí del Icocult.

Brevedades de Julio Torri, prólogo y selección de Serge I. Zaïtzeff, Icocult, Saltillo, 2004, 79 pp. Colección de textos breves (microensayos, microrrelatos, aforismos…) escritos por Torri, acaso el primer escritor mexicano conciente del uso de la forma sucinta como recurso literario. Las páginas liminares de Zaïtzeff apuntan que el saltillense es un autor moderno, un escritor que no ha padecido los estragos del envejecimiento. Lo recibí del Icocult.

Arena de hábito lunar, Marco Antonio Jiménez, Icocult / Aldus, México, 2006, 86 pp. Ya con varias distintas ediciones, esta obra del poeta torreonense es quizá su libro más logrado hasta el momento. Se trata de un trabajo ya emblemático de la poesía lagunera de mejor cuño. Lo recibí del Icocult.

Canciones del búfalo, Marco A. Márquez, Icocult (colección La Fragua 7), Saltillo, 2007, 76 pp. Poemas de respiración amplia, desolados, tristones todos, con algo de retador en el gesto de cada verso. Lo recibí del Icocult.

Signos de viaje, Gerardo Carrera, Icocult (colección La Fragua 8), Saltillo, 2007, 63 pp. Poemario de miniaturas esculpidas con esmerado lente de aumento, varias de ellas dedicadas a consagrados como Borges, Paz, Gelman, Pessoa. Lo recibí del Icocult.

Ética y política universitaria. Comentarios en torno al quehacer político en la universidad pública, Icocult (colección La Fragua 9), Saltillo, 2007, 127 pp. Ensayo que trabaja a profundidad lo que insinúa su título; se apoya en una amplia bibliografía y, sobre todo, en la experiencia universitaria y política del autor. Lo recibí del Icocult.

Algunas hojas, Gerardo Monroy, Icocult (colección La Fragua 10), Saltillo, 2007, 99 pp. Poesía que abraza con sutileza los asombros de la percepción, poesía que palpa la vida con inquietud y jugueteo de niño. Hay varias piezas que atreven experimentos tipográficos (como caligramas) y otros riesgos. Lo recibí del Icocult.

El cuerpo incorrupto, Marina Herrera, Icocult (colección La Fragua 11), Saltillo, 2007, 110 pp. Cuentos, la mayoría, trazados con muy buena mano. No es común ver a una cuentista desenvolverse con tanta seguridad por el cuento en su sentido genérico más redondo. De suave registro tragicómico, los micromundos de Marina Herrera divierten y sorprenden, o, dicho de otra forma, con un simple retruécano, sorprenden porque divierten. Lo recibí del Icocult.

La división y otros muertos, Joel Plata, Icocult (colección La Fragua 12), Saltillo, 2007, 100 pp. Un poemario importante, sin duda, de un escritor afantasmado y poco a poco convertido en mito por sus bastantes pero algo silenciosos admiradores. Contiene un prólogo de Carlos Reyes. Lo recibí del Icocult.