viernes, septiembre 14, 2007

El verbo linchar



El diccionario de la Real Academia Española suministra la información de un latigazo: “Linchar. (De Ch. Lynch, juez de Virginia en el siglo XVIII). 1. tr. Ejecutar sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo”. Más claro ni el chapopote. Para ampliar lo definido así por la RAE, cito un fragmento no muy bien redactado de la http://www.argenpress.info/: “El Diccionario de la Real Academia Española nos dice que linchar viene de Charles Lynch, un juez de Virginia en el Siglo XVIII y lo define como ‘ejecutar sin proceso y tumultuosamente a un sospechoso o a un reo’. Y nada más. En cambio el prestigioso ‘Quid’ francés, enciclopedia actualizada anualmente, habla de la ‘Ley de Lynch’ como ‘justicia sumaria llamada linchamiento, practicada por Charles Lynch (1736-1796) plantador, juez y senador de Virginia; la muchedumbre prende a un acusado, lo juzga, lo condena y lo ejecuta de inmediato. Practicado a menudo en el Sud. De 1882 a 1951: 4.700’ casos. Hemos traducido bien: hasta 1951, ayer nomás. Es decir, no es algo del Siglo XVIII, sino también del XIX, XX y XXI. Así lo hemos visto en muchas películas yanquis: Detención del sospechoso, juzgamiento sumario en el ‘saloon’ y sacado de allí para someterlo a la horca ante jubilosos vecinos. Es pues, una práctica muy norteamericana”.
En México, lo sabemos, el linchamiento es una institución que reaparece cada cierto tiempo, sobre todo en el centro y en el sur del país, en el México profundo. Inolvidables resultan las escenas, por ejemplo, de la masacre ocurrida en Tláhuac el 23 de noviembre de 2004, cuando una chusma prendió, golpeó salvajemente y quemó a tres agentes de la PFP, todo por haberlos “confundido” con delincuentes. Las imágenes de ese horripilante cuadro delatan un caso perfecto de linchamiento: detención “en la escena del crimen”, enjuiciamiento “en caliente” y castigo inmediato a los supuestos malhechores, todo bajo el amparo del anonimato y con el impulso de la ira más irracional.
Linchar, sin embargo, no es sólo práctica común a la turba enardecida por algún hipotético delito. Linchar entre nosotros también es una mala costumbre, sobre todo, de las televisoras, que durante años han ajusticiado de diferentes maneras a diferentes personas y procesos históricos. Finos, los dueños de las televisoras no han necesitado salir a la calle con piedras y garrotes para aplastar al presunto violador o raterillo de mercado, pues desde el cinescopio han aporreado a sus rivales mucho antes de que se compruebe culpa alguna, si es que la hay. Asimismo, con su desdén han sepultado en el silencio casos vergonzosos de nuestra historia.
Ya había televisión en México, pero ¿qué dijeron cuando el simio Díaz Ordaz sacó a pasear tanquetas a la Plaza de las Tres Culturas? ¿Y qué dijeron cuando en el 88 se cayó el sistema? ¿Y qué cuando fue infligido el fraude electoral en Chihuahua? ¿Y qué cuando mataron a Paco Stanley? ¿Y qué cuando se consumó el fraude de 2006? Creo que no son ellos los más aptos para hablar de libertad de expresión. Conocen, en efecto, el verbo linchar, y lo están usando ahora por enésima vez.