domingo, noviembre 08, 2009

Leer con las orejas



El miércoles pasado publiqué aquí un comentario sobre la mesa redonda que se abrirá en la FIL 2009 para discutir el futuro del libro ante las nuevas tecnologías. Di allí mismo mi parecer sobre el destino del libro de papel, al que le auguro cada vez menos lectores y, por tanto, un irreversible proceso de extinción. Los lectores, creo, están migrando hacia todas las formas posibles del monitor, incluido el del Kindle o lector de e-books creado por Amazon.
Sobre ese texto recibí una carta que juzgo interesante y por ello deseo compartir; me la mandó Federico Ramos, y dice:
“Jaime: Muy interesante el artículo en el que haces un recuento de las circunstancias en las que se envuelve el futuro del libro impreso en papel. El tema es fascinante.
Tal vez gentes como tú, o yo, quienes crecimos junto a los libros, nos veremos obligados a ser anticuados si mantenemos esa costumbre maravillosa de convivir con el libro de tus preferencias, en una especie de diálogo continuo, o, incluso, de romance perenne, pues por lo menos a mí me pasa que ante una duda que surge, de inmediato resorteo de mi sillón y me acerco a mi librero para tomar la enciclopedia y ejecutar el acto de ‘consultar’ algo: una fecha, una biografía, un dato técnico; no así mi hijo o mi mujer, quienes se movilizan rápido a la computadora, si es que no tienen el artefacto portátil en la mano o sobre sus rodillas, como ya suele suceder (convirtiéndose en los nuevos bebés que acurrucas y meces y los cargas para todos lados).
O quizás seremos de los pocos que quedaremos con una pequeña dotación de libros en el buró de la recámara, para tomar alguno, antes de dormir, sea para usarlo como soporífero, pues es agradable agarrar sueño leyendo algo; o para recrear la imaginación, informarse, divertirse, aprender, experimentar o tantas otras cosas más que ofrece la buena lectura. En reciente viaje por carretera, manejando, tuvimos la oportunidad de escuchar la lectura de La tía Tula y del Robinson Crusoe en un CD, ambos recursos, nuevos para mí, me resultaron muy entretenidos, a pesar de paradas, topes, vueltas y tráfico de todo tipo. El caso es que muy probablemente nos veremos obligados a ‘convivir’ con las nuevas tecnologías, aunque seamos premodernos en esencia y sigamos buscando el papel impreso para satisfacer nuestra costumbre. ¿Por cuánto tiempo más? Quién sabe. Te envió un saludo afectuoso. Federico”.
Además de mi agradecimiento, en mi respuesta le expuse a Federico una pregunta que no hice el miércoles y me parece al menos atendible: “Estimado Federico: Tú y yo, aunque sabemos picarle a la compu, somos animales alimentados con papel. Así seguiremos, pues es muy difícil acabar de golpe con un hábito tan arraigado. Pero he visto a los jóvenes de no más de veinte: ya no les importa el papel, sino su lap con internet. Allí encuentran todo, absolutamente todo. Luego de mandarlo al periódico, pensé que a mi texto de hoy le hizo falta una pregunta. Bueno, ya tendré tiempo para hacerla: ¿puede un hombre actual llegar a ser muy culto sin tocar un milímetro cuadrado de papel? La respuesta es contundente: sí. De allí concluyo, otra vez, que el libro, la revista y el periódico de papel están condenados. ¿Cuánto tiempo les queda? No sé, pero su suerte ya está echada, pese a nuestras nostalgias y/o nuestras alarmas. Mi abrazo más cordial”.
La computadora e internet nos hicieron reflexionar seriamente, pues, en el destino del libro (o, en un sentido más amplio, del papel) como soporte de la comunicación. Desde hace buen rato, sin embargo, convivimos con recursos tecnológicos útiles como avivadores de la letra impresa en papel. El cine, por ejemplo, le dio un empujón muy importante a la literatura, de la que hoy es frecuente complemento pues de hecho no hay historia que antes de ser llevada al guión nos sea primero, en esencia, un cuento o una novela.
Uno de los medios alternos para llegar a la literatura es mencionado por Federico Ramos en su carta. Se trata del audiolibro. Sirve, creo, para situaciones excepcionales, cuando por alguna razón no hay forma de sostener el libro con las manos y leerlo, como sucede al manejar un coche o en la ceguera temporal o permanente. A propósito de esto, recuerdo que de niño escuché varias veces un disco elepé con cuentos infantiles; aunque el exótico narrador tenía un marcado acento madrileño, las historias me resultaban muy atractivas, y hoy conjeturo que de allí acopié una parte del gusto que todavía tengo por la sonoridad de las palabras. El audiolibro puede ser también útil, creo, para que la niñez entre en contacto con la prosódica belleza de las palabras.
Una variante del audiolibro es lo que la UNAM promueve en su colección Voz viva. Se trata de una serie de obras literarias grabadas por varios autores con su propia voz, sin la intermediación de un locutor. Hace algunos días cayó en mis manos uno de sus más recientes ejemplares, el titulado Antología. Contiene 16 fragmentos de obras con igual número de autores al micrófono. Supongo que todo ese material pertenece a la fonoteca de la Universidad, y la verdad es un gusto escuchar tal miscelánea de timbres, cadencias y respiraciones. Puras lumbreras conviven en ese disco: Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Carlos Pellicer, Salvador Novo, José Gorostiza, Pablo Neruda, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. Gracias a este testimonio accedemos a notables textos como “Visión de Anáhuac”, “El otro Borges” o fragmentos de Pedro Páramo y Rayuela, pero mejor todavía es sentir la voz de sus hacedores; desconocía las de Guzmán, Pellicer, Gorostiza y Castellanos, que me parecieron familiares, como la de cualquier amigo cercano. Sentí extrañas, tal vez demasiado juveniles, las voces de Paz, Vargas Llosa, García Márquez y Fuentes. Tal y como los recuerdo de cuando los escuché por primera vez, así sentí ahora a Reyes, Novo, Neruda, Borges, Rulfo, Sabines y Cortázar. Y dejo para el final al siempre reconocible Juan José Arreola, perfecto lector en voz alta, tanto como cuando en otro disco lo oí leer poemas de Nicolás Guillén.
Dentro de poco la discusión ya no se centrará, creo, en los soportes de la información, el conocimiento y la imaginación. Discutiremos más bien qué leemos y cómo lo asimilamos. Por lo pronto, con los nuevos sistemas de digitalización y amplio almacenaje se abre, entre otras, la bienvenida oportunidad de leer también con las orejas.

sábado, noviembre 07, 2009

Errores de la guerra



Tendemos a creer en lo que pensamos, es decir, solemos figurarnos un mundo acomodado a lo que vamos apeteciendo. Así, he notado que en las semanas recientes muchos de mis interlocutores habituales o esporádicos se han creado la ilusión de que disminuyó un poco el problema, de que ya salimos de la peor etapa y de que hubo “un pacto”, “una negociación”. Esa percepción parte, por supuesto, de la esperanza que ayuda a crear escenarios deseables, pero inexistentes, tanto que por racimos siguen cayendo ejecutados ora en Chihuahua, ora en Nuevo León, ora en Durango, ora en cualquier otra parte.
Se ha hablado mucho, en este punto del sexenio en el que ya es oportuno ir haciendo severas cuentas, sobre los saldos obtenidos por el actual gobierno en su lucha contra la delincuencia organizada; no parece muy alentador, y las razones son muchas e intrincadas. César Morales Oyervide hace un comentario clarificador al respecto en “Una crítica a la llamada guerra contra el narcotráfico” que he leído en Rebelión. Creo que los cinco puntos de su segundo inciso ayudan a comprender qué pasa en este caso, por qué, pese a que el gobierno actual ha sostenido una política de confrontación militarizada contra los grupos criminales, la realidad da trazas de estar peor.
Resumidos, los cinco puntos plantean supuestos errores de la estrategia militar seguida hasta ahora por el calderonismo:
“1. La pérdida del poder civil frente al castrense. La primera implicación de hacer de la intervención de las FF.AA. la regla en la lucha contra el narcotráfico es el lógico desequilibrio que crea entre el poder civil y el militar. El empleo del Ejército como consecuencia de la debilidad, ineficiencia o corrupción de las autoridades civiles o policiales es un mal remedio pues obstaculiza la evolución normal de las estructuras civiles del Estado y dota de un poder a los militares que puede debilitar el proceso democrático mexicano en un futuro. Esto es peligroso y nunca será baladí advertirlo. Resulta además muy paradójico que precisamente en los años de la ‘democratización’ del país, mientras más democracia formal existe, más poder ganan los militares, que cada vez copan en mayor medida las instituciones de seguridad y procuración de justicia civiles”.
“2. Los problemas de ejecución y coordinación. El siguiente problema que implica el uso de las FF.AA. es que los militares no actúan con una lógica adecuada para el combate a la delincuencia y el trabajo policial en sus operativos: entrenados para allanar y matar, no siempre entregan a los individuos que violan las leyes (o a los sospechosos) a la autoridad competente, convirtiendo esta “mano dura” contra los traficantes en un asunto de castigo y venganza expedita, sin participación del aparato judicial, prácticamente en algo ‘extralegal’”.
3. La (des)confianza y la violación de DDHH. Una de las justificaciones más utilizada en el tema del uso del Ejército es la tesis de la confianza, que se basa en análisis de opinión que muestran que la población considera a las Fuerzas Armadas (junto a la Iglesia) como una de las instituciones más confiables, a enorme distancia de la policía o los políticos. (…) Extraña confianza de la ciudadanía en un Ejército denunciado no sólo por nacionales sino por ONGs como Amnistía Internacional”.
“4. El mito de la ‘miasma’, la incorruptibilidad (…). La otra gran justificación para relegar de la lucha contra la droga a las fuerzas de seguridad civiles es la tesis de la ‘penetración’”, es decir, que las fuerzas civiles han sido infiltradas y que eso hace imprescindible la actuación militar.
“5. Su juego: el golpe que el narco aprovecha. Otra implicación, negativa, de la ‘guerra’ de Calderón es simplemente el uso de una estrategia agresiva. Como apuntó hace poco Gutiérrez en la revista Nexos (septiembre): con un gobierno débil, una política de intervención antidroga agresiva tiende a exacerbar y multiplicar la violencia”. La opinión de Morales Oyervide ayuda a entender algunos de los flecos que tiene la embrollada guerra contra el narco. No sobra reflexionarlos y acaso concluir que en mucho le asiste la razón.

Galería santista 5



























viernes, noviembre 06, 2009

Ya bájenle, trompudos



En los días recientes he recibido cuatro veces, y desde diferentes contactos, un correo electrónico que al parecer está prendiendo entre los usuarios mexicanos de la red. La carta contiene el siguiente ofrecimiento: “Los invito a sumar su voz para exigir que antes del 15 de noviembre se reduzca el presupuesto destinado al financiamiento a los partidos políticos. Actualmente estamos viviendo una crisis económica y presupuestal. El próximo año habrá recortes en el presupuesto de todo: infraestructura, educación, salud, combate a la pobreza, y habrá aumento de impuestos de los contribuyentes cautivos. El único presupuesto que no será recortado es el financiamiento a los partidos. Este presupuesto es el único presupuesto público que está ‘protegido’ a nivel constitucional. Un voto en Brasil cuesta $4 pesos, en Argentina $5, en Panamá $68, y en México ¡$224! Los ciudadanos no podemos seguir permitiendo esto. Es inmoral e inaceptable. Afecta la democracia y los recursos públicos. Les invito a unirse a la campaña ¡YA BAJENLE! Menos dinero a partidos, que Alianza Cívica y otras organizaciones están promoviendo. Su participación es muy sencilla. Cada uno tiene que enviar un correo electrónico a la Cámara de diputados, desde el sitio seguro que envía los correos automáticamente: http://www.yabajenle.org.mx/. Les pido también invitar a más ciudadanos a sumarse a esta campaña. Pueden reenviar este mensaje —o personalizarlo— a todos sus contactos. Necesitamos ser miles para que nos oigan”.
Uno puede adherir con toda facilidad a esa causa con sólo entrar al sitio de yabajenle. Hay que anotar algunos datos personales en un formulario y luego enviar la adhesión, aunque antes es pertinente leer la carta que llegará a los diputados:
“¡Ya bájenle!: Menos dinero a partidos
Estimado Sr. (a) diputado (a)
El único presupuesto blindado por Ley para 2010 es el financiamiento por $3,012 millones de pesos para los partidos políticos. Esta es la única fórmula presupuestal incluida en la Constitución. Habrá reducciones para salud y educación, para seguridad y programas contra la pobreza, para agua y caminos. Si no hacemos algo para evitarlo, el presupuesto para los partidos será intocable.
Un conjunto plural de organizaciones y ciudadanos(as) exigimos al Congreso de la Unión y en particular a la Cámara de Diputados que además de otros recortes a privilegios y gastos onerosos, reduzca el presupuesto a los partidos. Para reducir el monto del financiamiento público a los partidos bastaría cambiar la fórmula de cálculo. Una opción razonable es que en lugar de multiplicar por el número de electores en el padrón, se multiplique por el número de votos válidos.
Esta nueva fórmula puede aplicarse desde el próximo presupuesto para 2010. El monto debe calcularse multiplicando el 65% del salario mínimo por el número total de votos válidos emitidos en la elección de 2009.La fórmula que proponemos permitiría un ahorro de alrededor de 1,700 millones de pesos. Además, genera incentivos para que los partidos políticos promuevan la participación y traten de convencer a la ciudadanía para reducir el abstencionismo. Es una aplicación congruente con un presupuesto por resultados. Exigimos a la Cámara de Diputados que en el Decreto del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2010 que apruebe haya una reducción significativa, de preferencia aplicando la fórmula propuesta.
Atentamente, Un(a) ciudadano (a) más que quiere que la política se haga con argumentos, no con dinero”. Estoy seguro que la propuesta es atendible, pues nadie se ha beneficiado más que los partidos en el jugoso río revuelto que hoy es México. Ojalá que muchos mexicanos se tomen la ínfima molestia de exigir, vía internet, que los partidos por fin le bajen a su olímpica rapiña. Como reza un dicharacho brutal: está bien ser marrano, pero no tan trompudo.

jueves, noviembre 05, 2009

Destino del libro



¿Cuál es el destino del libro ante las nuevas tecnologías? Esa pregunta, formulada así o de cualquier otra forma, late en el mundo editorial contemporáneo y se ha convertido en la interrogante principal de un negocio que implica millones de millones, el dineral mayúsculo que mueven la información, el conocimiento y la imaginación. Si hace diez o quince años parecía aún tema de ciencia ficción, las grandes corporaciones dedicadas a la impresión de papel, y sus satélites escritores, libreros, publicistas y lectores, ven como hecho irremediable que la edición cambiará de una manera todavía imprevisible. Ya calculamos que todo derivará en la digitalidad, pero no sabemos bien a bien cómo y mucho menos cuándo.
El tema será debatido en la FIL de Guadalajara, como era de esperarse en el foro más importante que tienen el libro y la lectura en América Latina. “La edición y la librería ante los cambios tecnológicos” es la idea sobre la que discutirán los especialistas. La nota amplía que “El foro tendrá como objetivo contribuir al debate y al conocimiento de las diversas implicaciones de los cambios tecnológicos; y parte del supuesto de que analizar el surgimiento del libro electrónico aislado del conjunto de los restantes cambios en curso es reducirlo a una sola de sus dimensiones. Por esto, la innovación tecnológica se abordará en diferentes perspectivas, desde la editorial y la comercialización, hasta el punto de vista del lector y de los propios autores”. Entre otros, “Estarán presentes investigadores como Bob Stein y Chris Meade, del Instituto para el Futuro del Libro en Estados Unidos. También impartirá una conferencia John W. Warren, quien es director de mercadotecnia y publicaciones de RAND Corp, firma que ha realizado una importante investigación sobre el futuro del libro”.
En otras palabras, la crema de la crema en materia de futurismo editorial hará presencia en la FIL, lo que sin duda añade otro ingrediente de valor a ese encuentro ya de por sí atractivo. ¿Y qué es lo que opina este modesto lector y a veces escritor sobre el porvenir del libro y la lectura? Nunca me ha gustado la adivinación, pero en este caso, apoyado en las evidencias positivas, mi idea es que el papel que sirve para leer está condenado a desaparecer. No en el corto plazo ni totalmente, pero creo que ya hay evidencias tangibles de que muchos lectores, sobre todo jóvenes, hacen lo que parecía imposible para las generaciones formadas a la sombra del papel: leer en una pantalla. Los que opinamos, los que tenemos la edad y la experiencia para ser al menos medianamente creíbles, nos formamos o nos deformamos, según se quiera ver, con periódicos y libros impresos en papel. Por eso nos negamos a que el papel se extinga. Venimos del libro material, el mismo que, con diferentes formatos y distintos modos de reproducción, se posaba en nuestras manos para ser leído, esto desde que a alguien se le ocurrió escribir algo sobre una superficie razonablemente duradera. Pero así ocurre en nuestros días: las palabras mudas entran por la vista (o por el tacto, que también hay libros en braille) y nosotros las revivimos, las re-creamos. Es básicamente lo mismo que leer en una pantalla, así que por allí no está el problema; todo es una cuestión de costumbre, de acomodo. Los jóvenes, al convivir muchas horas frente a un monitor, tienen una tolerancia cada vez mayor a la luminosidad de la pantalla, a las letras y las imágenes hechas de luz y no de tinta. Ellos terminarán por abandonar el papel, como de hecho ya lo está sucediendo, esto a medida que se popularizan dispositivos de lectura con internet, audio, memoria y mil funciones más, lo que en definitiva deja al libro convencional convertido en objeto casi primitivo. Y un detalle extra entre los muchos detalles extras que provoca este debate: el almacenamiento. Llegará el día (¿ya llegó?) en el que un lector cargue con su biblioteca, con miles y miles de títulos, a donde se le antoje. Todo será cuestión de llevar un reproductor con buena pila (cada vez las fabrican más poderosas) para acceder, en cualquier playa, a lo que jamás fue soñado ni en Alejandría. Los lectores como yo, de papel, estamos pues condenados a morir. Ya ni llorar es bueno, sino adaptarse.

miércoles, noviembre 04, 2009

España e Inglaterra

Van veinte fotos de estilacho postalero captadas recién por mi vetusta Fuji en España e Inglaterra:







































Ofrenda al Corona



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Es extraño: no repudio lo moderno, pero me reconozco un hombre inclinado a las tradiciones. La novedad me asusta, aunque sé que es inevitable crear productos diferentes, inventar, desafiar al futuro. Los 39 años del Corona, por ello, me parecían pocos para pensar en su demolición, pero qué le vamos a hacer, si en La Laguna creemos que los cien años de Torreón son la historia de la humanidad. En fin.
No era, ni en broma, un estadio bello, pero fue creando la tradición de que allí, en esa gramilla cercana a las tribunas, en ese elefante gris aledaño al aeropuerto era casi imposible derrotar al equipo local. Y así fue durante muchos años. No precisamente en las épocas de los Diablos Blancos del Torreón, épocas de apuros, de malos resultados, de dificultad incluso para sacar empates.
Luego vino un breve asueto hasta que, en 1983, apareció un equipo microscópico, el Santos Laguna IMSS, que comenzó el más fuerte amorío futbolero que recuerde la historia del balompié local. Los primeros años fueron, como ocurre en casi todos los casos, tortuosos. Si bien los primeros juegos permitieron que el joven equipo destacara en una liga, la Segunda B, no muy fuerte, todo fue que llegara a Segunda A, o que tras la compra de una franquicia llegara a primera división, para saber que la historia no es benévola con los que empiezan, y el que lo dude que les pregunte hoy a los Indios o a los Gallos Blancos. Aquel Santos Laguna de Galindo, de Dolmo, de Flores, de Armendáriz, aquel Santos entrenado por Maturana, por Matosas, se las vio verdaderamente negras para sobrevivir ante los tiburones del máximo circuito, clubes que sin piedad lograron masacrarlo varias veces.
Pero Santos Laguna hizo la hombrada de salir vivo, y eso se debió, creo, al reducto hogareño. Si de visitante cualquiera le ponía la bota encima, de local se mostraba aguerrido, siempre luchón, decidido a no dejarse vencer delante de los aficionados laguneros que pronto acudieron en masa al pequeño pero peculiar estadio para ver cómo se revolvían los verdiblancos frente a quien se pusiera enfrente. El calor, la gente y esa contigüidad estrecha entre la cancha y la tribuna que es propia de los estadios sin glamour, hicieron poco a poco que los Guerreros, como luego serían denominados, sacaran triunfos de la nada, a veces con equipos rabones, faltos de presupuesto pero no de ganas.
Si me pidieran recordar con cuál juego me quedo de todos los que vi, en el estadio o en televisión, del Santos Laguna en el Corona, respondería que con aquel partido contra el América de la temporada 93-94. Lo reseñé en mi libro sobre el tema, y creo que nunca vi ni he vuelto a ver un Santos Laguna como el de aquel choque celebrado el 12 de septiembre de 1993: “Totalmente lleno, el Corona se estremeció durante los 90 minutos y nadie olvidará el desarrollo del cotejo que aquí muy brevemente reseñamos: a pase de Gonzalo Farfán, Antonio Carlos Santos anota el 1-0 con su contundencia habitual; poco más delante, Farfán empuja un balón luego de una jugada entre Zague y Martelotto. América se ponía 2-0, y eso apuntaba a que el marcador sería catastrófico para los Guerreros. Pero esa tarde el Santos salió por todas las canicas y se acercó por medio de Daniel Guzmán, quien remató de cabeza un servicio de Toño Alcántara. Ahora a pase de Adomaitis, Daniel el Travieso clava el del empate con una jugada de torero. Ramón Ramírez, convertido en un maestro de la media, anota el tercero y él mismo, con potente y exacto tiro libre, hace el 4-2 a favor de los albiverdes. Ese día La Laguna abrigó altas esperanzas: si el Santos era capaz de doblar al poderoso América, entonces los grandes logros podían considerarse viables”. Fue la temporada del subcampeonato contra los Tecos, la que preludió los campeonatos venideros. Y todo en el Corona, en ese Corona que ya descansa en paz y al que le doy, con afecto, esta mínima ofrenda de palabras.
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Nota del editor: la luna llena del domingo caminó nostálgica durante la parte final del partido contra los Pumas, él último en el estadio Corona que alguna vez, cuando nació en 1970, fue Moctezuma. El detalle de la luna, creo, le añadió un raro toque simbólico al cierre del viejo escenario. Las fotos que ilustran este post fueron captadas por mi heroica Fuji.

lunes, octubre 19, 2009

Breve paréntesis



Ruta Norte hace una pequeña pausa. Volverá a su ritmo habitual hasta los primeros días de noviembre de 2009.

domingo, octubre 18, 2009

Contorno de la anécdota



A lo largo de dos décadas y poco más me he dedicado a explorar todas las formas posibles de la narrativa. Sé que las más famosas son el cuento y la novela, pero también sé que hay otras. Unas son muy visibles, como el cine o el teatro, que independientemente de sus recursos y sus lenguajes, narran, cuentan historias. De hecho, si nos fijamos bien, casi todo narra, hasta el poema, pero para efectos de definición genérica pensamos que lo narrativo es lo que cuenta algo sobre personajes ficticios que desarrollan una historia o asunto en un determinado plano cronológico. El chiste es también, por ello, narrativo. Ahora bien, ¿en qué sitio se ubican las anécdotas?, ¿qué son? No voy a ser yo el que teorice sobre ellas, si es que requieren una teoría, pero puedo decir, así como de pasadita, que son pedazos de vida real que por algún motivo (una palabra, una frase, un gesto, una situación) mueven a risa o, al menos, a sonrisa.
Tal vez esta primera tentativa que me hago para definirla no es suficientemente clara. No importa. Como en otros géneros o subgéneros, es más importante entrar a ellos que divagar sobre ellos. Así entonces, desde que cobré conciencia de esto anoto las que puedo, sobre todo las que aparecen en mi entorno familiar. Debo decir que lo hago sin disciplina, cada vez que me acuerdo que debo tomar nota de lo que luego podría ser una anécdota. Ofrezco, aquí, algunas que he escrito recientemente; las tres se refieren a Ivana, la más pequeña de mis hijas, quien por sí sola es una fuente de buenas anécdotas para mí, su papá cuervo. Se supone que algún día servirán para un librito de los que a veces hago sin más deseo que el de entretener la mano de editar y tener regalos fáciles a la para los cuates.

Ingenio de mi pequeña
Ivana es una niña muy alegre y sociable. Tiene la virtud del ritmo, y a los cuatro años ya da muestras de su enorme capacidad para inventar pasos o imitarlos a partir de los que ve, sobre todo, en televisión. Sinceramente, y no porque sea mi hija, jamás he visto a una niña de su edad manejando esa sensibilidad motriz, con tanta soltura e ingenio. Lo que en adultos se ve normal, en niños mueve, claro, a risa. Ivana es, pues, como dije, una niña alegre, una niña que baila y canta, que imita voces y caras, que bromea y es burlona, que contragolpea con chispa todo tipo de ataque en su contra. En una ocasión, por juego, le dije que yo era determinado personaje guapo de un programa de televisión de los que suele ver, y que ella era otro, uno feo. Cuando le pregunté cuál es el nombre del personaje que le impuse, me respondió con toda clama, seria: “Se llama Papá es un tonto”.

Calavera adentro
La más pequeña de mis hijas hojea con atención uno de los tomos de la Enciclopedia Snoopy. La información de ese libro es variada, llena de colores y de formas. Vuelve una página más y se detiene en una imagen: la silueta de un cuerpo contiene al esqueleto blanco perfectamente definido en todo su sistema. La niña levanta la cabeza y pregunta con toda su inocencia a cuestas lo que jamás me había planteado así: “Mamá, ¿yo tengo adentro una calavera?”. Su mamá, segura y sin mostrar la sorpresa que la toma por sorpresa: le responde: “Sí, todos tenemos una”. Luego de eso la pequeña se toca la mandíbula, un codo, la rodilla, y concluye: “Sí, aquí está mi calavera adentro”.

La vaca que asusta
Paso a la escuela de mis hijas para recogerlas. Es mediodía. De regreso a casa, platicamos, hacemos bromas. Ivana, siempre atenta al juego, me interrumpe:
—Papá, papá, un juego —dice.
—Bueno, ¿cuál? —pregunto.
—Toc-toc —dice—. Ahora tienes que preguntar “¿quién es?”, papá. Va de nuevo: toc-toc.
—¿Quién es? —sigo el juego.
—La vaca que asusta… —dice—, ahora tienes que decir “¿y quién es la vaca que asusta?”, papá.
—¿Y quién es la vaca que asusta? —pregunto.
—Muuuuuuu —responde.
Luego de eso, repetimos todo, y al final, un poco desconcertado, le comento que no entendí el juego. Le pregunto que si lo ha jugado con sus compañeras, que si se lo enseñó la maestra, y me responde:
—No, lo acabo de inventar.
Tras eso, río a carcajadas y repetimos el juego. Luego la niña me sorprende con una llave doble nelson.
—Te estás riendo porque mi juego no tiene sentido.

Elecciones hoyEsto ya no es una anécdota, sino el recordatorio de que hoy debemos ir a votar por el partido o el candidato queramos. Esta vez tengo la suerte de saber que votaré confiado, sin titubeos, por el pediatra de mis hijas, un hombre sensible e instruido, con juicios bien apuntalados en el estudio de la realidad. Adelante, doctor Velasco, y gracias por el ejemplo de participación política que a muchos nos ha dado.

Aviso de viaje
Si todo sale como espero, estaré de viaje del 19 al 31 de octubre. He acordado en La Opinión que trataré de seguir con la columna, pero no sé si pueda cumplir, dada la agitación que presupone ese periplo. Lo intentaré.

sábado, octubre 17, 2009

Eternamente bella bella



Lo mismo que un muñeco que necesita cuerda o que un presente incierto que nada nos recuerda, así quedan lo cuerpos, y sobre todo las caras, de muchos divos y divas de la farándula que pasan por el quirófano como quien entra y sale de un Oxxo. Es la tragedia de la belleza: los años no perdonan y todos somos o seremos sometidos al declive, hagan lo que hagan o puedan hacer los cirujanos en los quirófanos donde se alquilan algunos tiempos extras para la hermosura según los estándares actuales de lo que eso es: en las mujeres, tetas macrobolimórficas levantadas hacia el infinito y más allá, labios gruesos y voluptuosos, nariz sin erratas, cintura de avispa, nalgas respingadas y piernas que obligatoriamente exigen el adverbio y el adjetivo “bien torneadas”; en los hombres, nada de panza, músculos marcados, depilación de pecho y piernas, nariz de Kid Acero, barba de tres días deliberadamente descuidada y gesto de perdonavidas con mazorca Colgate.
Para llegar a eso, la naturaleza, claro, hace, aunque en muy escasas ocasiones, su chamba. Poco después, los gimnasios y los bisturíes cooperan, perfeccionan, esto a medida que la actriz, actor, cantante, modelo o lo que sea van entrando en los exigentes laberintos de la fama. Luego, pasados los 30 o 35 o 40, la carne empieza con sus diabluras, se cae, se estría, se arruga, se hincha. Es allí donde la mona o el mono deben tomar la Gran Decisión de sus vidas: apechugar ante el advenimiento del primer crepúsculo o meterle marcha atrás. La mayoría prefiere lo segundo: entrar al quirófano, ponerse en las manos de un experto que con sus navajas y su silicona no sólo “detienen” el proceso de envejecimiento, sino que tumban varios años de encima. Hay sonados ejemplos de esa magia, tantos que casi sobra cualquier lista. Sólo, para no dejar, menciono el de la tica Maribel Guardia, quien tenía un cuerpazazo natural ya a los 18 (ver escena de Pedro Navajas parte 3 en YouTube) y a sus nosecuántos se conserva en forma, aunque ya con evidentes huellas de esculpimiento quirúrgico. Como ella, decenas, aunque no todas con la misma buena suerte.
Casos existen, por supuesto, de lo contrario: seres que se mueven en la farándula y se ven por ello obligados a conservar el look que los hizo “famosos”. Entonces pasan por la cirugía “estética” y quedan irreconocibles, como pedroinfantescos muñecos que necesitan cuerda. La raza normal, los no famosos, nosotros, no nos explicamos cómo puede alguien aceptar tratamientos que dejan el rostro, sobre todo el rostro, tan inexpresivo como el de un mono de futbolito. Los personajes más célebres por haber preferido la plastificación de sus gestos a las arrugas son, por supuesto, la vedette Lyn May, el estilista Alfredo Palacios y la actriz Irma Serrano (Michael Jackson se cuece en otra olla, pues su cambio de imagen fue brutal, una cosa que no se puede describir si cierto horror).
Lucha Villa, Lucila Mariscal y ahora Alejandra Guzmán son ya algunos casos notables de intervenciones fallidas. En el afán de “dar lo mejor a su público”, muchas y muchos han caído en manos de científicos locos de película de Santo que inyectan lo que sea a quien se deje con tal de ganar un buen dinero. La Guzmán, como sabemos, recién pasó el amargo trance de sentir que la vida se le escapaba por su ya de por sí majestuosa zona glútea. Vaya manera de arriesgar el pellejo: por el deseo de tener unas nachas más grandes o más redondas o más echadas para acá, la hija de Silvia y Enrique provocó un vendaval de notas que dan testimonio, quitado el sensacionalismo propio de ese periodismo, de lo peligroso que puede llegar a ser el anhelo de lucir eternamente bella bella.
Alguna vez escribí sobre Miriam Yuki Gaona, alias la Matabellas. Esa tipa fue capaz de inyectar cualquier marranada a sus pacientes, incluido aceite para bebés. A la Guzmán, según las notas, le sacaron de las nachas unas bolas de plástico similar al usado para hacer cajas de discos compactos. Y todo por no resignarse a lo que finalmente, pocos años después, ocurrirá: el irremediable anochecer de la belleza.

viernes, octubre 16, 2009

Vientos de protesta



Dudo mucho que la cúpula gubernamental no haya calculado hasta en sus más intrincadas minucias las secuelas del movimiento nada ajedrecístico conocido como sabadazo. Si algo tiene o ha tenido el poder en nuestro país, es el cálculo de daños luego de las sistemáticas catástrofes inducidas desde oscuros escritorios. Con esto quiero decir, pues, que dudo mucho que el arponazo a Luz y Fuerza del Centro haya sido planeado sin pronosticar, con total frialdad y anticipación, sus consecuencias inmediatas y mediatas. Estamos todavía en las primeras, en las inmediatas, pues todavía no ha pasado una semana y ya contamos con una megamarcha de protesta, la de ayer.
Queda claro que hubo una orquestación en todo esto. No puede ser de otra forma: era necesario planear todo en conjunto, aceitar bien la maquinaria que al amparo de una coyuntura ideal (la postcelebración futbolera del sábado) permitiera a las autoridades federales tomar las instalaciones de LyFC para, al día siguiente, arremeter con todo desde las televisoras para fijar la historia que venimos oyendo desde el domingo, siempre con los voceros oficiales Gómez Mont, Carstens, Kessel y/o Lozano. Lo malo es que aquí se vieron todas las costuras del traje: al neutralizar la voz de los opositores, es evidente que no hay siquiera el mínimo deseo de debatir. La pregunta es por qué, por qué no debatir y poner frente al público el tema de la inoperancia o no de LyFC.
En un plano hipotético, el más hipotético posible, imaginemos que, en efecto, quedan abiertos los canales de la discusión y hay un verdadero análisis, no sólo el que ha hecho el gobierno, de la situación que guarda LyFC. Probablemente no haya mucho que añadir sobre los resultados del análisis: la compañía encargada de la electricidad en la capital del país arrojaría números cercanos al desastre, pifias de todo tipo, sangrías en innumerables áreas y por incontables conceptos. La conclusión sería ésta: purguen a LyFC, hagan algo para mejorar su eficiencia, para evitar sus excesos y para colocarla en un plano de respeto al buen servicio que merece la ciudadanía. Todo eso, insisto, en un plano hipotético.
En ese mismo plano hipotético, digamos, puede ser debatido, abiertamente, en las Cámaras y antes las cámaras, el papel que han jugado otras empresas y sus sindicatos, y otras instituciones también, como la SCJN, o las mismas Cámaras, o las secretarías, o los medios de comunicación, o los grupos empresariales, o los partidos, o los gobernadores, o las universidades. En una palabra, las llamadas grandes transformaciones del país no pueden ser operadas en lo oscurito y desde el exclusivo análisis que hace el mandarín de turno con su séquito. Muchos recortes se han dado (recordemos lo que pasó durante el calvario del salinato) desde las sombras sin que eso le haya reportado bienestar real a la ciudadanía. ¿Por qué habríamos de creer, ahora sí, al gobierno? ¿No hemos escuchado ese mismo choro en otras ocasiones? En diferentes palabras, los decretos de estilo sabadazo sólo son viables en un régimen fuerte y, sobre todo, no deficitario en términos de legitimidad. Si no es así, como en el actual, el gobierno debe dialogar, acordar, parlamentar.
Toda proporción guardada, los aires de protesta que tal vez no han sido bien calculados por la oficialidad recuerdan otros tiempos. No es nuevo esto de que los trabajadores salgan a las calles y reclamen. Pasó en 1959. Pasó en 1968 (en aquel momento sumados a la vanguardia estudiantil). Pasó en 1988, cuando muchos trabajadores añadieron su empuje a la causa de una renovación nacional que derivó en la artera imposición de Salinas. Pero hacía tiempo que los trabajadores no eran golpeados de esa forma tan poco sutil, y por eso han salido a la calle. Claro que el poder apuesta a la modorra ideológica de los sindicatos, a la desorganización y al desgaste que introduce el tiempo en todo movimiento político. Apuesta también al control por medio de las televisoras. Pero el huacal no es muy grande y puede estar formándose un movimiento que trascienda lo eléctrico y vaya más allá: que sea la base social para impulsar una plataforma que ahora sí, por enésima, toque los intereses de los verdaderos privilegiados en nuestro país.

jueves, octubre 15, 2009

El arco del triunfo



Supongo que el español de cualquier parte es maravilloso, pero a mí me gusta el mexicano. Tal vez, por cercanía sentimental, hallo eufónico el argentino y el cubano, pero el mío, mi español, el mexicano, es el que me gusta. No podía ser de otra manera. Sin notarlo, todos vamos archivando una cantidad descomunal de modismos, de giros, de metáforas, de expresiones que terminan por convertirse en parte del patrimonio espiritual más sonoro y querido, un patrimonio que nos deja reconocernos donde estemos, casi como si fuera un password de nuestra identidad.
Una de esas expresiones sin abuela, tremenda como pocas, es “pasar por el arco del triunfo” algo, lo que sea. Es sinónimo de soslayar, de no atender, de ignorar, de menospreciar o no pelar cualquier orden, ley, sentencia o llamado de atención. Es pasar por calva sea la parte, allí donde tiene su centro el arco formado por las piernas masculinas, aquello que nos ha sido ordenado. En México no nos referimos pues, en sentido estricto, el hermoso monumento parisino ubicado en los Champs-Élysées, sino al soberano acto de mandar algo a chiflar su máuser con lujo de prepotencia, restregando incluso la orden en el aguacatamen de la varonil anatomía.
En México somos expertos pasadores por el arco del triunfo. Lo hacemos a diario con cuanta minucia perturba la paz de nuestra vida cotidiana. Los amos de esto que es una forma arraigada de la impunidad son, quiénes más podrían serlo, nuestros políticos. Se puede afirmar por ello que nuestro país es el líder mundial en pasamiento por el arco del triunfo de cuanta acusación, sanción, recomendación o castigo llega a las pezuñas de la casta polaca. Hay muy pocas excepciones, claro, pero no obedecen a la observancia de la ley, sino a vendetas procesadas en las cañerías más profundas del poder, como pasó con Díaz Serrano, la Quina, Mario Villanueva y otros pocos que podemos contar con algo de esfuerzo memorístico.
Los casos faraónicos de pasamiento arcotriunfal de la ley son bien conocidos, pues muchos de sus ejecutantes siguen en activo, pasándose por el arco, a diario, todo lo que se diga o tramite sobre ellos. ¿Hay alguien que supere en esto, por ejemplo, a Echeverría? Pues no, por eso allí está el viejo demagogo, instalado cómodamente, desde hace cinco sexenios y medio, en su vejez impune.
No vayamos tan lejos, sin embargo: el gobernador de Puebla se pasó por el arco las grabaciones que lo delataban como flagrante violador de la ley al hostigar, fuera de todo proceso judicial, a quien había denunciado con pelos y señales una red de pederastas. Los intereses, la complicidad, permitieron que el llamado “precioso” hiciera con la opinión pública lo que Juan Camaney hace cuando le piden que pague las caguamas que debe en la tiendita: pasó por el arco toda crítica.
Y otro cercano: Ulises Ruiz, quien estuvo en apuros pero al fin logró reprimir con sobrada ferocidad a sus opositores en Oaxaca. Le tocó la suerte de hacer eso, reprimir, en 2006, año en el que los intereses del PAN y del PRI convergieron para cerrar el paso a la opción incómoda. Por eso Fox, para no romper con el PRI necesario, no puso en su sitio a Ruiz y lo dejó hacer canallada tras canallada, sin freno y hasta ahora sin castigo.
Ayer, por eso escribo esto, la “Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró al gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, responsable de la violación grave de una serie de garantías individuales que se registraron en el conflicto magisterial, político y social que se vivió en la capital de su entidad, de mayo de 2006 a enero de 2007”. La resolución exculpó a Fox, y sólo tiene el carácter de “recomendación”, pues “durante este periodo se violaron de manera grave los derechos al acceso a la justicia, a la integridad personal, a la vida, así como las garantías a la libertad y a las libertades de tránsito, de trabajo, de pensamiento y expresión, de educación, de propiedad, a la paz, y al acceso a la información”. No pasará nada por ello. También Ulises Ruiz y sus secuaces conocen el arco del triunfo. Lo adoran, es su salvación.

miércoles, octubre 14, 2009

El gran chatarral



Supongo que a muchos mexicanos les/nos encantaría escuchar en televisión abierta, con Alatorre o López Dóriga o Loret de Mola, la opinión de los sindicalistas de Luz y Fuerza del Centro y de sus simpatizantes. Como es costumbre, eso no ha ocurrido, o al menos no equitativamente, lo que torna sospechosos los soportes argumentales que dieron pie al decreto para extinguir LyFC. ¿Por qué, si vivimos en un régimen democrático y al Estado afirma que tiene la razón, no son escuchadas en la misma proporción todas las opiniones? Sencillo: porque no vivimos en un régimen democrático, sino en uno que simula apertura pero golpea permanentemente con la macana de las televisoras, órgano propagandístico del régimen. De entrada, pues, es de creer que algo no anda bien cuando vemos que la granizada sólo pega a un gremio y los demás (el de maestros, el de petroleros, que no son precisamente monjes tibetanos así como el grupo gobernante no es un hato de hermosas ovejas) quedan exentos de toda visita de la policía federal. La cosa jiede, con jota.
Y como la grilla chatarra disfrazada de política gourmet, la comida ídem. Cambio de tema abruptamente porque no le creo un céntimo al gobierno mientras no deje de mostrar que sus instrumentos mediáticos le sirven sólo a él. En fin. Pero no me alejo mucho, pues sigo en otra de las numerosas miserias que nos caracterizan, la del consumo grosero pero sabroso de comida chatarra. Ayer, el PRD demandó en la Cámara de Diputados que los alimentos chatarra y los productos que son vendidos como medicamentos milagrosos sean gravados con un 15% de IVA. El diputado chuchista-calderonista Guadalupe Acosta Naranjo emitió un enfático basta a la trampa de muchos remedios embusteros que no pagan impuestos y sólo sirven para adelgazar, pero los bolsillos de su incauta clientela.
Para justificar la propuesta, Acosta Naranjo ofreció un dato aterrador, pero seguramente falso, de la Secretaría de Salud: que el 50% por ciento de los mexicanos tiene/tenemos problemas de sobrepeso. Afirmo que es falso, pues cualquiera puede agarrar a cien mexicanos y segurito setenta o poco más andarán/andaremos con equipaje extra. “Nuestros hijos tienen graves problemas desde muy chicos al consumir muchas más calorías de las que se deberían de consumir con una alimentación sana y cuidadosa. La Secretaría de Salud dice que el Estado mexicano gasta más de 60 mil millones de pesos en combatir problemas de obesidad, diabetes y problemas derivados de una mala alimentación”, señaló el legislador.
Lo cierto es que no suena tan disparatado eso de cobrar un impuesto más alto a los chatarrizadores de la alimentación, pues no es mentira que hay un gasto muy alto de dineros públicos por atención a enfermos con obesidad y sus padecimientos derivados. En muchos casos será difícil saber, sin embargo, qué es chatarra y qué no, lo que, de aprobarse la iniciativa, obligará a las autoridades de salud a determinar los grados de bienestar o escoria que cada producto contenga en su ser. No es un rollo subjetivo, pero la diversidad de productos hace complicada la clasificación.
Para efectos caseros, inmediatos, todos sabemos lo que es mugre y lo que no. De hecho, el paladar del mexicano actual (un joven de 25 años, digamos) no falla, pues ha sido minuciosamente adiestrado para degustar toda la mierda envuelta en celofán que anuncian en la tele. En tiempos de uno (o sea, todavía en la época prephotoshopera de la publicidad), lo máximo era echarse unas Sabritas con una Coca (la Coca sólo tenía dos presentaciones, la grande y la pequeña), o un Gansito, o unos Submarinos (a los que Quico, el del Chavo, les decía “esponjositos, esponjositos”), o un Carlos V, o un Tico. Esa era la poca basura verdaderamente basura a la que podíamos acceder. Hoy, al contrario, nomás en materia de frituras hay mil variantes. En una palabra, cuando los arqueólogos del futuro estudien al mexicano actual concluirán que se desplazaba poco, que pasaba mucho tiempo sentado viendo tele y comiendo algo extraño que sólo contenía grasa y conservadores. Por todo, parafraseo al jabalí Pumba para definir nuestra comida chatarra: roñosa pero sabrosa.

domingo, octubre 11, 2009

Penuria del verdor



Como todos, yo tengo mis parques. Lagunero al fin, alguna vez, de niño, fui asiduo a un espacio verde que permitía el juego, la diversión al aire libre. De pequeño uno percibe diferente, así que en la memoria tengo un recuerdo grato, por ejemplo, del parque Morelos, de Gómez. Recuerdo sus patos, unos pobres animales que seguramente la pasaban mal, pero allí debían estar, sin remedio. Luego, con el cambio de casa a Torreón, la llamada plaza Margaritas fue un nicho cercano. Era, es, ideal para caminar, pues esa zona no parece muy contaminada ni rebosa de gente.
Hay, por supuesto, otros paseos de ese tipo que frecuenté luego. Con el tiempo, tal vez porque uno va mirando con otros ojos, todos los parques de La Laguna me fueron pareciendo uniformemente feos, descuidados. El bosque, por ejemplo. Lo sé necesario, indispensable, y claro que lo quiero, pero nunca me ha parecido bello. Eso se debe a la pobreza de su verdor, a la pobre inversión que denota, a su atmósfera terregosa y no pocas veces a la irresponsabilidad de los ciudadanos que tiran los vasitos de elote, las bolsas para agua fresca, las servilletas enchiladas y todo un mugroso etcétera donde se les antoja, no en los botes. Y eso que es “el principal pulmón de la ciudad”.
Desde hace casi diez años, mi espacio verde más cercano es la plaza del Eco. Ya he dicho alguna vez que, en general, luce sucia. Mientras los ciudadanos no cooperen, es verdad, no habrá ejército de barrenderos que la limpien. Pese a ello, por rachas de mínima disciplina deportiva salgo a caminar y, cuando eso ocurre, lo hago en ese sitio. Ni modo.
Comento mi experiencia con el verdor público por un texto que me envió Iván Hernández. Me parece, porque lo es, excelente. No podría ser para menos: Iván es, pese a sus pocos años, un notable poeta. Con Iván confirmo que el talento literario de La Laguna es pródigo y contrasta con las pocas oportunidades que tiene para desarrollarse. Sé que su obra inédita, armada hasta ahora en dos poemarios (La danza nocturna y Bautismos cotidianos, entre lo que le he leído), tarde o temprano será publicada y entonces sí muchos lectores más sabremos que la poesía de Iván es lo que es: muy buena.
Lo es tanto como sus artículos. La prueba, el que traigo aquí con su autorización. Lo tituló “Fundadores desaparecidos”, y es éste: “El tres de octubre de 2008, un árbol fue tragado por la tierra. Personal y paseantes fueron desalojados para evitar pérdidas humanas. Desde entonces el parque Fundadores ha permanecido cerrado a los vecinos que, desde el perímetro del sitio de recreo, anhelan la rutina de caminar, jugar o noviar a la sombra de este pulmón de Torreón. La conmemoración ha pasado desapercibida, después de todo, la opinión pública está ocupada en temas como elecciones, crisis económica, inseguridad y el decisivo partido de la selección mexicana contra el Salvador.
Dos boquetes, dos abras provocadas por la avenida del río Nazas le recordaron a las autoridades y a la sociedad que el cuerpo de agua busca, por vías subterráneas y superficiales, sus antiguos cauces y terrenos. A partir de esa fecha mucho se habló de la necesidad de analizar los hundimientos, cosa que harían el servicio geológico mexicano o el instituto mexicano de tecnologías del agua, para evaluar las condiciones del subsuelo. Se dijo que Conagua, municipio y estado se coordinarían para realizar los estudios, pero las autoridades no han cumplido y las cosas siguen sin cambios, sin solución. Esto no es privativo de las abras del Fundadores, en las colonias Plan de Ayala, Maclovio Herrera, Nueva Rosita y Vista Hermosa también aparecieron hundimientos, la mayoría de esos pozos fueron rellenados a pesar de que no se contaba con la investigación ni las recomendaciones expertas que tanto se cacarearon.
Al principio se dijo que el Fundadores permanecería cerrado al menos tres meses, esa cantidad ya se multiplicó por cuatro y nos dio la oportunidad de poner la primera velita en el pastel. Para los que gustan de llenar el calendario con efemérides, ahí tienen un aniversario más a tomar en cuenta.
También hay que mencionar que el destino hace muy bien las cosas, basta con referir que el honor de convertirse en el primer presidente del Fundadores, le correspondió al hoy alcalde saliente, José Ángel Pérez, quien tomó posesión del principal encargo municipal precisamente en las instalaciones del parque. Ubicado en el lugar donde se encontraba otro parque de diversiones llamado la zona de tolerancia, que por ahorro de saliva era conocido simplemente como ‘La Zona’, el Fundadores se convirtió en parte de la vida de quienes gustan de salir a caminar o se dan su tiempo para la convivencia familiar en sus juegos, bancas y jardines. La cancha de basquetbol techada rápidamente se hizo de una clientela fiel al igual que la de babyfut. En el 2007, como parte de un taller de fotografía que impartí a niños del Cerro de la Cruz, uno de los sitios que visitamos fue ese parque y quede maravillado con lo familiarizados que estaban con sus atracciones: la cascada, el puente de madera, los sauces llorones, el auditorio eran paradas obligatorias para la foto.
Hoy sólo se observa a la gente sentada en las afueras de este lugar, cerrado, desaparecido, secuestrado por la presencia de los hundimientos, que, como ladrones, han despojado de una parte de su rutina a los asiduos clientes del parque. Es sorprendente la capacidad de algunos lugares para generar pesadumbre. La nostalgia avejentada de algunos todavía escucha la música y el desenfreno en aquel espacio de sórdido recreo que era La Zona; por otro lado, la nostalgia juvenil de otros rememora aquellos domingos de cascaritas en el Fundadores; aquel túnel del amor que era uno de sus pasillos.
Las banderas situadas en su acceso principal, que daban la bienvenida a los paseantes, hoy son las insignias de una huelga forzada, que no tiene para cuando resolverse”.

sábado, octubre 10, 2009

La importancia de llamarse Hugh



Leo de pasadita una nota sobre Hugh Hefner y no puedo resistir la tentación de sentir injusta lástima por él. Digo injusta porque nadie en sus cabales sentiría lástima, se supone, por el capo de todos los capos en materia de compañía femenina, nada menos que el creador del emporio Playboy, un sujeto que tiene a sus pies un megamercado de carne calidad delicatessen. Pues sí, siento un poco de lástima, qué le puedo hacer. El asunto no está para llorar, por supuesto, y a Hefner seguramente le importa un pepinillo de McDonalds lo que opinen los seres humanos e incluso los extraterrestres de sus encuentros sexosos de la tercera edad, pero la nota sobre sus andanzas recientes da con tranquilidad para una columna juguetona, de sábado rascaombligo.
Cuando pienso en el imperio de Hefner acude sin remedio a mi cabeza un verso de Joaquín Sabina, aquel que ubica entre sus largas enumeraciones en “El pirata cojo” (cojo, rengo, del verbo cojear, no de otro verbo), tema que sin duda quintaesencia la mentalidad un tanto importapuraverguista de la lírica posmo. Recordemos que, en esa canción, Sabina enlista las profesiones u oficios que hubiera querido abrazar. Entre otros, recuerdo que desea ser “boxeador en Detroit”, “gitanito en Jerez”, “tabernero en Dublín”. Aunque algunos versos rompen la secuencia con imágenes más poéticas, la mayoría establece el paralelismo entre un oficio y un lugar en el que definitivamente se ha fijado el estereotipo para la práctica de cierta actividad, por ejemplo, “pintor en Montparnasse”. Es allí donde figura el verso que me llega cuando leo algo sobre Hefner: “fotógrafo en Playboy”. Sabina ha logrado amarrar en tres palabras el lazo entre la “revista para caballeros” (así les dicen, aunque la mayoría de los “lectores” sea, seamos, puros barbajanes) y el envidiable oficio que presupone, el de fotógrafo.
En efecto, ser fotógrafo en Playboy fue sinónimo para muchos de mi cuarentona generación —y acaso para la cincuentona y sesentona y hasta setentona— de profesión envidiable. En los añejos tiempos de tejido de chambritas con alguna inspiratriz de magazín en technicolor, no creo que alguno de aquellos adolescentes que fuimos no soñara con ser fotógrafo de la revista fundada por el hoy vetusto magnate de la industria cárnica. Allí radicaba el encanto, el misterio de la publicación que todavía, ya casi a rastras, capitanea: lograba hacernos creer que nosotros, espinilludos adolescentes de alebrestadísimas hormonas, éramos el fotógrafo. Cuando, en algunas ocasiones, salía una imagen de Hefner, envidiábamos a ese caradura con facha de marinero en plenitud de facultades. Lo envidiábamos porque manejaba un arsenal de conejitas y de fotógrafos, de escritores, de periodistas. Hoy, el otrora joven y apuesto marinero, el galán que seleccionaba lo mejor de lo mejor en el contexto de la belleza mundial, se ha convertido casi literalmente en un Popeye con todo y la ridícula gorrita de jubilado gringo vacacionando en Aruba.
Pero eso no ha sido suficiente para el osado Hefner. La nota que acabo de leer explica que, además del papelazo que ya de por sí hace en un programa de televisión donde sale con sus “novias-nietas”, el infatigable rucailo planea hacer una obra de teatro sobre su vida, más precisamente un “musical”, esa suerte de representación escénico-coral de estilo Broadway que (a mí) suele dar(me) ñáñaras de tan espantoso que es ver a José el Soñador o Anita la Huerfanita. Y sí, Hefner quiere eso, que su agitada existencia sea contada en un espectáculo de luces y sonido, con un ejército de conejitas deambulando en el escenario tal y como dios las trajo al inmundo, sólo que con algunos años más. Si la obra cubre toda la vida del maese Hugh, fácil es conjeturar que llegará hasta la época actual. La pregunta que surge de inmediato es quién hará el papel del Hugh octogenario. Ya sé: el mismo Hefner. Que sea él quien se presente frente al público flanqueado por sus novias-nietas. Sólo suplico que nos haga un favor: que no se quite la gorrita de Pepeye, el signo inequívoco de que todo playboy pasado fue mejor.