Tampoco
es para tanto. Eso que salió bien, a lo que se refiere el título de este
apunte, es una secuencia de actividades de condición más o menos rutinaria,
pero no sé por qué me llevó a pensar la frase “cuando todo sale bien”, más
apropiada para título de una novela melancólica con final tenuemente feliz, no
para esta columna. De todos modos guardaré la frase por si en algún momento del
futuro sirve al menos para un cuento que le infunda mayor sentido.
El
asunto es que ayer martes salí desde temprano hacia el periférico. Dadas mis circunstancias
laborales de 2025, cambié de rutinas, una de ellas radicalmente omitida: usar
el periférico Torreón-Gómez-Lerdo. Fue durante mucho tiempo una tortura, y aún
lo es cada que vuelvo a requerir de sus servicios, por suerte ya muy esporádicamente. Casi sin falla, al recorrer esa ruta espantosa me topo con
embotellamientos por cualquier motivo, sobre todo de vehículos varados por
descompostura, choque o falta de gasolina, lo que tapona el flujo y provoca
inmediato caos. Para mi pasmo, el tramo recorrido fue fluido y llegué a mi
primer destino sin contratiempos.
El
segundo asunto fue desahogar una conferencia en la secundaria de la que egresé,
la Ricardo Flores Magón de Ciudad Lerdo, que este año cumple sesenta. Todo
avanzó con normalidad, la atención del público no se dispersó y mi temor de
siempre en estos casos, que fallara algo con la computadora o el proyector, no
se dio. Fue una actividad muy grata para mí frente a maestros y alumnos en mi
querida escuela ya sexagenaria. Segunda palomita del día.
Aproveché
la salida para desahogar un trámite bancario y tuve la sospecha de que un detalle
mínimo lo atoraría. Lo de siempre, una pequeña cagada del destino de esas que impiden
consumar un asunto y obligan a volver o a llamar al call center, lo cual suele inquietar porque jamás sabemos si el
acceso a la atención telefónica será fácil o kafkiano. Pero no, fue el tercer
ítem despachado sin contratiempos.
Al regreso supuse que ya era hora de que en el camino ocurriera algo para estropear la módica felicidad conseguida durante el día. Nada pasó, ni un choque, ni un auto echado a medio puente, ni un tránsito en plan recaudatorio. Nada. Me sentí muy raro, casi incómodo. Esto es lo que pasa cuando todo sale bien.

