sábado, julio 22, 2023

Memoria de visitantes

 











Llegué a “Francisco Cervantes: la nobleza del canto”, antepenúltimo ensayo de La pequeña tradición. Apuntes sobre literatura mexicana (UNAM, México, 2011), libro de mi admirado Armando González Torres, y el nombre del escritor analizado detonó una inquietud en mi interior. Conocí a Cervantes hace quizá más de treinta años. Fue acá, en La Laguna, región a la que el poeta queretano vino no recuerdo a qué. Recuerdo, eso sí, que le ofrecimos un ágape en la alberca lerdense y casi recién inaugurada de Ana Lucía Matouck y Luis Piña. Tras leer las puntuales palabras de González Torres lamenté no haber tenido el conocimiento ni la madurez para saber quién nos visitaba, y aprovechar mejor aquel momento. Pero no: conocí y tuve cerca una tarde al gran Francisco Cervantes sin saber que era el gran Francisco Cervantes.

Esta frustración retrospectiva me llevó a pensar en algo que quizá sea cierto: que antes recibíamos más visitantes literarios en La Laguna. Tal vez porque había más discrecionalidad en el uso de los presupuestos públicos, tal vez porque todo era menos caro, tal vez porque el mundo digital no existía y por ello no se había creado la idea de inmediatez que hoy vemos con naturalidad, el caso es que cada poco tiempo venía algún escritor de la capital y todos acá teníamos la oportunidad de escucharlo. No traigo esto a cuento para lamentar que ya no vienen a evangelizarnos, sino por hacer notar que hoy este intercambio casi no se da.

En lo personal, no creo haber aprovechado a fondo aquellas visitas, pues era joven y, como tal, no sin estupidez, autosuficiente, además de que las autoridades que los convidaban solían monopolizarlos para cenas privadas luego de las presentaciones públicas. Pese a esto, ahora veo la película del recuerdo con extrañeza, como si no hubiera sido cierto que alguna vez, en alguno de nuestros espacios culturales, no hubieran estado los escritores que a continuación menciono sin atenerme a la cronología de unas visitas que sólo podría establecerse con el socorro de la hemerografía. A todos los conocí aquí, en La Laguna, entre 1982 y, digamos, 2012.

Francisco Cervantes, Edmundo Valadés, Fernando del Paso, Sabina Berman, Vicente Leñero, Enrique Krauze, Ricardo Rocha, Elena Poniatowska, Óscar de la Borbolla, Eduardo Lizalde, Emmanuel Carballo, Beatriz Espejo, Vicente Quirarte, Paco Ignacio Taibo I y II, Hernán Lara Zavala, Carlos Montemayor, Miguel Capistrán, Arturo Azuela, Rafael Ramírez Heredia, León Krauze, Rius, José Luis Cuevas, Gonzalo Celorio, Felipe Garrido, Ricardo Garibay, Sergio Fernández, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, Jaime Augusto Shelley, Eraclio Zepeda, Alejandro Aura, Carlos Monsiváis, Jaime Labastida, Enrique Serna, Luis Humberto Crostwhite, Andrés Henestrosa, Saltiel Alatriste (todavía no caído en desgracia), Juan Villoro, Guillermo Samperio, Raúl Renán, Armando Alanís, José de Jesús Sampedro, Federico Campbell, Adolfo Castañón, Ignacio Padilla y Bernardo Ruiz. De todos retengo, más o menos tenue, alguna anécdota o al menos qué presentaron y dónde pudimos escucharlos. Entre los extranjeros que recuerdo están Fernando Vallejo, Luis Alberto de Cuenca, Juan Gelman, Luisa Valenzuela, Noé Jitrik, Mario Bunge y Eduardo Milán.

Aunque entrevisté a algunos (Vallejo, Gelman, Garibay…) y presenté a otros (Poniatowska, Jitrik, Campbell, Taibo II, Serna, Crostwhite, Azuela, Garrido, Monsiváis…), siento que aquello me pasó de noche, como si no hubiera sido lo que fue. Supongo que así es siempre la vida: no apreciamos el presente hasta que se convierte en inevitable y opaco ayer.