¿Cómo procesar esta nueva pérdida? ¿Dónde encontrar argumentos que expliquen los caprichos del destino? ¿Por qué los talentos como el suyo se nos adelantan tanto? Uno más de mis admirados amigos, Heriberto Alejandro Ramos Hernández, ha partido. Tenía apenas 57 años y la lucidez entera, con la plenitud que a sus cercanos nos llevaba a motejarlo “Gurú”. Una vez me dijo que el apodo no le cuadraba mucho, que le parecía excesivo. Le comenté que era una cordial forma de reconocer su brillante manera de razonar, su conversación siempre atinada, sus innumerables referencias bibliográficas, su tremenda aplicación de la lógica a la hora de sopesar cualquier idea.
De
muchos amigos cercanos recuerdo el lugar exacto donde los conocí. El sitio en el
que conocí a Heriberto es uno de ellos. Un mañana de 2004 o 2005, en el
umbral de mi oficina en la Ibero Torreón, nos estrechamos las diestras y de
inmediato pude ver uno de los rasgos más salientes de Heriberto: su
cordialidad. Algo debíamos ver sobre un ensayo de su cosecha, pero lo que
realmente nos detuvo en la conversación fueron los temas espontáneos de cualquier
primer contacto. Supe que tenía un gran conocimiento de la economía y las
finanzas, y que durante muchos años había trabajado en ese ramo dentro del
sector privado. Lo que me sorprendió desde el principio fue que, pese a la
lejanía de su especialidad con respecto de la mía, él tenía una formación múltiple, de
lector omnívoro. Cierto: leía vorazmente libros de su ámbito profesional, pero
tenía un profundo respeto de lector por las humanidades, sobre todo por la
literatura.
Lo
que más me asombró fue, pues, algo que de Heriberto podíamos esperar: él, ciertamente,
vivía como profesional del mundo financiero, pero su vocación de lector lo había
llevado incluso a conocer hasta a los escritores de la localidad. “Te conozco
muy bien”, me dijo, y de golpe comenzó a mencionar algunos de mis libros. Luego
supe que Heriberto era así: vivía en su mundo, era un hombre más bien tendiente
a la soledad, pero la ventana de la lectura le había permitido enterarse de
todo. Tenía una memoria espectacular, y él lo sabía, pues alguna vez me comentó
que no olvidaba nada de lo que leía. Y me lo demostró varias veces al citar
frases enteras de las fuentes bibliohemerográficas más diversas.
Poco
a poco fuimos afinando la amistad. Él no forzaba los encuentros, era muy
respetuoso del tiempo ajeno, pero en no pocas ocasiones, menos de las que uno
desearía, nos vimos para conversar él y yo solos o junto a varios amigos
comunes como Jesús Haro, Salvador Perales, Édgar Salinas y Gilberto Prado.
Nuestros puntos de reunión eran algunas de las muchas cantinas de Torreón, sobre
todo el salón Versalles, aunque un par de veces nos convidó al espléndido
jardín de su casa donde hacía gala de una anfitrionía perfecta. Era un
apasionado de la conversación, de las bromas, de la risa, pero en medio de todo
siempre sabía deslizar comentarios cultos, referencias históricas, políticas,
económicas, literarias. Era un erudito, un enamorado permanente del
conocimiento.
Cierta noche de 2014 me invitó a cenar porque tenía la inquietud de pedirme un favor: había armado su primer libro y quería que yo lo ayudara a editarlo. Por supuesto le dije que sí, y comenzamos con ese trabajo que sirvió de pretexto para vernos más seguido. Avanzamos sin apuro, sin impaciencia, y en 2015 tuvimos listo El interés más sincero, un conjunto de artículos brillantes, divulgativo, sin tono grave o pomposo, sobre muchos recovecos de la vida intelectual, el mundo docente, la administración, le lectura y más temas. Heriberto quería el libro para regalarlo a sus parientes y amigos, y no lo presentó. Tuvieron que pasar como seis años para que, en 2021, me recordara esa posibilidad, y el 23 de septiembre de aquel año el talentoso Carlos Castañón y yo lo presentamos con mucha calidez en el Archivo Municipal de Torreón. La contratapa del libro, lo que Heriberto decidió destacar de su exuberante currículum, quedó así: "Heriberto Ramos Hernández (Torreón, Coahuila, 1967) es licenciado y maestro en Administración y en Finanzas, y tiene estudios de doctorado en Alta Dirección. Es profesor visitante en posgrados de Escuelas de Negocios en México y en el extranjero. Ha publicado columnas de opinión y artículos académicos en Expansión, Milenio Diario y en publicaciones del ITAM, IPADE e Ibero. Durante más de veinte años se ha ganado la vida en el ámbito de los negocios como empresario, banquero, asesor, consejero y profesor. Actualmente es director y miembro del consejo de administración de dos fondos de inversión, de una sociedad financiera y de varias compañías en los ramos agrícola, inmobiliario y biotecnológico. Como maestro ha trabajado, entre otras instituciones, para la Universidad Iberoamericana Torreón y la Universidad Autónoma de Coahuila. Le gusta leer mucho y de todo".
No
hace tanto, como un año más o menos, me habló por teléfono para compartirme su
deseo de publicar uno o dos libros más cuyos originales ya tenía terminados o
casi terminados. Gustoso le dije que sí, que cuando estuvieran listos les poníamos
manos a sus obras. Tiempo después ya no volvió a comentarme nada sobre el
avance de aquellos materiales, pero supongo que sí quedaron organizados.
En
los años recientes no nos vimos tanto como antes, pues yo cambié de domicilio,
me alejé mucho del centro de la ciudad y comencé, por la edad a la que voy
llegando, un proceso de aislamiento social que en teoría me permitirá organizar mejor mis
cosas sobre todo literarias. Eso no significó incomunicación con Heriberto,
pues con mucha frecuencia entablamos largas conversaciones escritas por Whatsapp. En ellas, agradezco que siempre me alentó a seguir, que siempre, como pocos, leyó y aplaudió
mi trabajo de escritura. La última conversación que guardo ocurrió el domingo
pasado, cinco días antes de su adiós.
A Claudia, su amada esposa, a Heriberto, su amado hijo, y a toda su familia y sus amigos, no puedo no compartirles estas palabras y un abrazo que apenas describe muy superficialmente al extraordinario ser humano que fue Heriberto, nuestro querido Gurú.
Descanse en paz.
Nota. En la foto, Heriberto (de pie, camisa negra), junto a Gilberto Prado Galán, Miguel Teja Aranzábal (también de pie), Héctor Matuk Núñez y yo. Patio del bar La Terminal, Torreón, abril de 2018.