En el mar, o mejor dicho en el océano inagotable de los
libros son siempre bienvenidos los que algunos autores dedican a la exploración
de las palabras no tanto con mirada de expertos en filología o lingüística
(aunque algunos lo sean), sino como meros enamorados de la expresión hablada o
escrita. Puedo recordar una lista mínima de títulos en los que asoma esta preocupación.
Para empezar, el que como eco da título a este apunte: Minucias del lenguaje,
de José G. Moreno de Alba, quien fue presidente de la Academia Mexicana de la Lengua;
Historia de las palabras, del argentino Daniel Balmaceda; La
seducción de las palabras, La punta de la lengua y Palabras moribundas,
los tres (y varios más de esta misma índole) del español Álex Grijelmo; Para
saber lo que se dice I y II, de Arrigo Coen; 1001 puñaladas a la
lengua de Cervantes, de Federico Arana; y obviamente varios con las “perlas”
descubiertas por Raúl Prieto Río de la Loza, alias Nikito Nipongo. En
Coahuila, particularmente en Torreón, puedo mencionar Jales sobre habla
lagunera, de Saúl Rosales, e incluso algunos míos como Tolvanera de
palabras y Voces de la calle. A ellos debemos sumar De lo filológico
a lo filo ilógico. Incongruencias y curiosidades del lenguaje, de Abel H.
García. Publicado en 2019 por la Secretaría de Cultura del gobierno
coahuilense, este grato libro examina, como lo indica el subtítulo, palabras y expresiones
que el autor a pescado aquí y allá, todas con diferente nivel de “curiosidad” e
“incongruencia”.
“Yo
no soy un filólogo. Mal haría en presumir de serlo. Yo sólo soy un aficionado a
la filología barata, la que se acerca más a los umbrales de lo neófito. Pero sí
soy un agudo
observador y un crítico de todo lo que
esté mal hecho y dicho”, advierte el autor, quien dividió su asedio en tres
secciones: “Palabras van y palabras vienen”, “Los bemoles de las canciones” y “Cápsulas”.
En la primera sección examina numerosos verbos,
su polisemia y cómo los usamos. También, algunos sustantivos demasiado
genéricos, como “cosa”, del cual señala con
tino: “La palabra COSA la tenemos metida en el cuerpo hasta el tuétano.
Para todo la usamos. Está inmersa y adherida a nuestro lenguaje cotidiano como
una lapa. A todo lo que nos rodea le llamamos cosa. Pero no se trata solamente
de algo material, visible, tocable, sino que a veces es más abstracta y se
refiere a un deseo, a una situación”, y pone como ejemplo (de mal uso) una
canción popular: “Por los años cuarenta, siendo yo niño, andaba de moda la canción
Tres cosas, que a la letra dice: ‘Tres cosas hay en la vida, salud,
dinero y amor…’”, donde es claro que la única cosa enumerada es, y quizá ni eso,
el dinero.
La segunda estancia del libro es tal vez la más atractiva, pues se adentra en un mundo lleno de atropellos a la gramática y sus orillas, el de la composición lírica popular. Con versos de ejemplo, muestra algunos achaques de la escritura de piezas famosas en el cancionero nacional, y da el nombre de sus muchas veces errabundos compositores. Al referirse a una canción archiconocida, observa: “Yo pienso, quién sabe si estaré en lo correcto, que el canto más antiguo del mundo son Las Mañanitas mexicanas, por aquello que dice:
Estas son las mañanitas
que cantaba el Rey David.
Si las cantaba el Rey David nos estamos
remontando a 1050 años antes de la Era Cristiana”.
La sección última del libro es “Cápsulas”,
donde enlista curiosidades del habla, como ésta: “De tanto pensar tengo el
deseo de tomarme un “café negro”, pero no existe tal cosa, porque el color
café, es café y el color negro, es negro. No ambas cosas. Se podría decir, un café
oscuro o sin crema o sin leche”.
De lo filológico a lo filo ilógico. Incongruencias y curiosidades del lenguaje, de Abel H. García, es un libro ameno e interesante, y como no es frecuente que en nuestro entorno nos preocupemos mucho por estos temas, es sin duda agradecible.