Mi recuerdo futbolero más antiguo es rojinegro. Cuento. Viví
hasta los trece años en una casa ubicada en la calle (luego avenida) Madero de
Gómez Palacio. Tenía de frente unos diez o doce metros y un fondo como de
cuarenta. La parte construida ocupaba unos quince metros, así que en la zona
trasera teníamos un espacio que en mi memoria considero inmenso. Lo llamábamos corral, pues su suelo era de tierra;
allí estaban los tendederos de mecate y el bóiler de leña, además de que
llegamos a ocuparlo con gallinas, conejos y otros animales de granja. Hacia 1970
o 71, creo, y no sé por iniciativa de quién, le fueron colocadas unas porterías
de madera similares en tamaño a las del futbol-sala. No tenían red, pero
servían perfectamente para armar piquitas entre los mocosos del barrio.
Una tarde cualquiera de las muchas tardes perdidas en
aquella infancia austera y alegre que me cupo en suerte, quizá la tarde en la
que estrenamos las porterías, todos aparecimos, lógico, con ropa de distinto
color. Había niños de seis hasta diez años, más o menos, y antes de comenzar
alguien preguntó a uno de los más grandes que de cuál equipo era cada jugador
de acuerdo al color de su ropa. Yo vestía playera roja y un short negro, de
esos de tela de algodón con elástico apretado, algo inflados y con una bolsita
en la nalga derecha. Aún no sabía nada sobre futbol profesional, y cuando llegó
mi turno, el dictaminador dijo: “Tú eres del Atlas”.
Poco después, ya clavado en una afición patológica por el futbol, me dominó, hasta la fecha, la querencia por Cruz Azul que luego complementaría con la del Santos Laguna, de manera que vivo dividido entre dos clubes. Sin embargo, la tarde aquella en la que, por culpa de mi ropa, me dijeron “Tú eres del Atlas”, provocó que siempre pusiera atención a los rojinegros, que viera sus partidos todos los sábados por la noche, que los respetara e incluso que los quisiera por su cantera inagotable, por su permanente jogo bonito y hasta por su hermosa combinación de colores anarcosocialistas. De hecho, cuando aflora el tema siempre digo: “Atlas es mi equipo de Jalisco”. Por esto me dio harto gusto lo que sucedió el domingo, y más por mi amigo Beto Rubio, atlista fervoroso y hoy feliz.