La
palabra “internacional” tiene mucho prestigio internacional. Cuando es
enunciada en el contexto gastronómico (“cocina internacional”) no hay
posibilidad de pensar en algo chafa. Al contrario, de inmediato imaginamos
lujos y exquisiteces propios de paladares sabios. Hay sin embargo ciertos
alimentos que llevan adherida alguna palabra con aire internacional y no son ya
de tanta alcurnia, como si el uso hubiera gastado en algo su semántica
original. Ofrezco diez ejemplos que circulan con éxito en nuestra región.
Cacahuates
estilo japonés. Al parecer fueron inventados en México por el padre del
cantante Yoshio. Hay mil marcas, casi todas buenas sobre todo si son maridadas
con cerveza. La cubierta es básicamente harina de trigo con soya. He comprobado
que una bolsita de estos cacahuates puede engañar a la tripa con mucho éxito.
Comida
china. Nuestra comida china ya incorporó chiles toreados. Nunca he ido a China,
así que no puedo asegurar si la grasosa de aquí es como la de allá.
Empanadas
argentinas. Han ido cobrando alguna popularidad debido al establecimiento de
dos o tres restaurantes de comida argentina y de food-truks. Tuve la suerte de probarlas en su país de origen, donde
son el equivalente a nuestros tacos, y no siento que las de acá se les parezcan mucho en sabor e incluso en aspecto.
Enchiladas
suizas. Todos las hemos probado. Según sé, estas enchiladas son llamadas
“suizas” sin que en Suiza sepan que existen las enchiladas suizas. Sabemos que
son como tacos de pollo remojados en salsa verde y suelen ser espolvoreadas con
queso o crema. Su acompañamiento habitual es el arroz. En nuestra región son
más populares las rojas que las verdes, creo, y les llamamos “enchiladas” a secas.
Helado napolitano. Un gentilicio que suena lindo. Por cierto: Nápoles significa “nueva
ciudad” (neos+polis).
Pan
árabe. Pan sin levadura. Acá ya he visto que sirve para acompañar hasta
frijoles refritos.
Pan
francés. Siempre he dicho que es nuestro baguette, quizá uno de los productos
laguneros más entrañablemente deliciosos.
Papas
a la francesa. Es imposible no haberlas probado. Suelen ser una bomba de grasa
y sal, pero es difícil resistirse a su encanto, además de que son económicas.
Rusas.
Quien inventó esta bebida refrescante tuvo una idea genial: relacionarla con el
frío siberiano.
Salchicha alemana. Cuando es gruesa (y sé que queda abierta la portería para la llegada del albur), le dicen “alemana” aunque de alemana no tenga casi nada. Lo importante es usar en ella el adjetivo.