Quizá
porque fue el primero o uno de los primeros, el decálogo latinoamericano de
cuento más famoso es el de Horacio Quiroga (Fortaleza, Uruguay, 1873-Buenos
Aires, 1937), aquel que desde el arranque empieza con un cross a la mandíbula: “Cree en un
maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo”. Otros objetos
semejantes, también armados con diez ítems, de ahí el nombre “decálogo”, ruedan
por el mundo con mayor o menor fortuna. Uno de ellos, ciertamente menos
conocido que el de Quiroga, es el “Decálogo para cuentistas” del peruano Julio
Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994).
Para fines didácticos, lo releí con interés hace dos días y se me ocurrió la travesura de compartirlo con alguna innecesaria glosa. Digo innecesaria porque es muy claro. Comparto pues cada inciso del decálogo ribeyrano y entre paréntesis cuadrados añado el ocioso comentario de mi cuño.
1. El
cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha
hecho para que el lector pueda a su vez contarlo. [Ciertamente esta idea es un
eco de Poe; urdir más de una historia puede desfigurar un cuento].
2. La
historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer
inventada, y si es inventada, real. [Una genialidad, aunque la verdad la verdad
lo que menos debe interesar al lector es que la historia sea real o ficticia,
sino eficaz, persuasiva].
3. El
cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.
[Otra idea propuesta por el bostoniano Edgar. Lo malo es que jamás podremos
acordar con exactitud qué es lo breve, qué es o qué no es lo que puede ser
leído de “un tirón”].
4. La
historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o
sorprender, si todo ello junto, mejor. Si no logra ninguno de estos efectos, no
sirve como cuento. [De los cuatro verbos infinitivos, al que más adhiero es al
último].
5. El
estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin aspavientos ni digresiones.
Dejemos eso para la poesía o la novela. [Cierto, pero en lo personal no me
metería mucho con el estilo. Directo o sinuoso, puede ser atractivo si cuenta
bien la historia].
6. El
cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja. [Sin
duda, pues a veces, sobre todo en la juventud, es demasiado visible la maldita tendencia
a edificar].
7. El
cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple,
epístola, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se
diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral. [Claro. Cada cuento
pedirá su propio molde. El cuentista que mejor elija será el mejor elegidor].
8. El
cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un
conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.
[Excelente punto. Un cuento sin personaje(s) en conflicto casi es un
no-cuento].
9. En
el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es
absolutamente imprescindible. [Siempre he creído que esta es una exageración
imposible de cumplir, pero hay que advertir a quien escribe que un cuento siempre
debe luchar contra el exceso y la rebaba].
10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado. [Lo que Ribeyro quiso decir es que el planteamiento del cuento debe concordar con el desenlace; si hay un planteo inicial, un desarrollo que se le ciñe y un desenlace incongruente con lo anterior, el cuento resbala y termina por ser insatisfactorio].