sábado, noviembre 27, 2021

Glosa (innecesaria) a un decálogo

 









Quizá porque fue el primero o uno de los primeros, el decálogo latinoamericano de cuento más famoso es el de Horacio Quiroga (Fortaleza, Uruguay, 1873-Buenos Aires, 1937), aquel que desde el arranque empieza con un cross a la mandíbula: “Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo”. Otros objetos semejantes, también armados con diez ítems, de ahí el nombre “decálogo”, ruedan por el mundo con mayor o menor fortuna. Uno de ellos, ciertamente menos conocido que el de Quiroga, es el “Decálogo para cuentistas” del peruano Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994).

Para fines didácticos, lo releí con interés hace dos días y se me ocurrió la travesura de compartirlo con alguna innecesaria glosa. Digo innecesaria porque es muy claro. Comparto pues cada inciso del decálogo ribeyrano y entre paréntesis cuadrados añado el ocioso comentario de mi cuño.


1. El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo. [Ciertamente esta idea es un eco de Poe; urdir más de una historia puede desfigurar un cuento].


2. La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada, y si es inventada, real. [Una genialidad, aunque la verdad la verdad lo que menos debe interesar al lector es que la historia sea real o ficticia, sino eficaz, persuasiva].


3. El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón. [Otra idea propuesta por el bostoniano Edgar. Lo malo es que jamás podremos acordar con exactitud qué es lo breve, qué es o qué no es lo que puede ser leído de “un tirón”].


4. La historia contada por el cuento debe entretener, conmover, intrigar o sorprender, si todo ello junto, mejor. Si no logra ninguno de estos efectos, no sirve como cuento. [De los cuatro verbos infinitivos, al que más adhiero es al último].


5. El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin aspavientos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela. [Cierto, pero en lo personal no me metería mucho con el estilo. Directo o sinuoso, puede ser atractivo si cuenta bien la historia].


6. El cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja. [Sin duda, pues a veces, sobre todo en la juventud, es demasiado visible la maldita tendencia a edificar].


7. El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral. [Claro. Cada cuento pedirá su propio molde. El cuentista que mejor elija será el mejor elegidor].


8. El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino. [Excelente punto. Un cuento sin personaje(s) en conflicto casi es un no-cuento].


9. En el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible. [Siempre he creído que esta es una exageración imposible de cumplir, pero hay que advertir a quien escribe que un cuento siempre debe luchar contra el exceso y la rebaba].


10. El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado. [Lo que Ribeyro quiso decir es que el planteamiento del cuento debe concordar con el desenlace; si hay un planteo inicial, un desarrollo que se le ciñe y un desenlace incongruente con lo anterior, el cuento resbala y termina por ser insatisfactorio].