Finalmente, creo
que observada desde muy alto la narrativa escrita en nuestra lengua tiende a
dibujar un mapa en el que predomina la zona del realismo. La escritura de ficciones fantásticas, si se me permite
la expresión, ocupa fragmentos pequeños y discontinuos de ese hipotético mapa.
Decir ficciones fantásticas parece un
pleonasmo, pero no lo es, pues todos sabemos que en los dos territorios de la
escritura ficcional podemos encontrar textos realistas (no necesariamente
reales) y fantásticos.
Óscar Bonilla,
joven escritor lagunero, ha publicado en su primer libro cuatro cuentos trabajados
con pulcritud. Bonilla nació en Gómez Palacio, en 1996; en 2017 ganó el premio
internacional de cuento Juana Santacruz con “Las vías del tren” y en 2020
obtuvo el premio nacional Juan Rulfo para primera novela. También en 2020 ganó
la beca Arte Resiliente otorgada por la Secretaría de Cultura de Coahuila; con
este estímulo, precisamente, trabajó El
esqueleto, el hada y otros textos, su ópera prima.
Los cuatro relatos
que integran El esqueleto… se
inscriben entonces en el contexto de lo sobrenatural. En la primera pieza
—breve, de una página—, un esqueleto revive y crece hasta alcanzar dimensiones gigantescas
gracias a la suma de presencias solidarias integradas a su ser; es una alegoría
del imperativo que deberíamos asumir para sacar del olvido, como colectividad,
a quienes han muerto en forma violenta y en el anonimato. “Allá donde fuera,
los muertos abandonaban sus tumbas clandestinas: esqueletos anónimos ejecutados
en noches aciagas, víctimas de la guerra y el olvido. Los vivos, al escuchar su
llanto, también salían a su encuentro, agachaban la cabeza y lloraban con él;
humedecían de lágrimas la tierra por donde el esqueleto caminaba”.
La protagonista de
“Volver a vivir”, el segundo relato, es Columba Sabina, una niña sometida a un
proceso de resurrección. El narrador es un joven científico que, junto con sus
pares, asiste al momento en el que la niña es traída de nuevo a la vida luego
de 400 años sometida a la “criogenización”, es decir, a la preservación de la
vida por congelamiento cuando una enfermedad hasta cierto momento no curable
puede ser, luego, atendida con éxito. Lo que sucede al narrador y a Columba
(paloma en latín, la paloma que acaso anuncia la vida) cuando cruzan sus
miradas es estremecedor/enternecedor, sin más. Al final nos encontramos con un
dilema ético: ¿tiene sentido prolongar la vida más allá de sus lindes
naturales? “Volver a vivir” es un excelente cuento por el tratamiento de su
tema y la agilidad de su prosa.
“El día absurdo”,
tercero del conjunto, ha sido escrito en segunda persona y en clave quizá más
realista. En un hotel, un sujeto ve pasar las horas y los días sin que sepamos con
exactitud el motivo de su encierro. Queda la idea de un amor roto, pero es lo
de menos; el tipo está allí, aherrojado a un dolor que lo hunde poco a poco. De
pronto mira al edificio aledaño y alguien lo observa, una especie de vigilante.
La paranoia de nuestro personaje crece, se compra unos binoculares, pero logra
saber poco de quien lo mira. El final es inesperado y, dentro de los cánones
del absurdo, lógico. No lo revelo.
En “El hada”, un
tipo decide refugiarse en la cabaña que perteneció a su abuela. Será, como él
dice, su “guarida”, lo que nos induce a pensar que perpetró algo. No importa.
Como en los buenos cuentos, muchos hechos quedan aneblados, cubiertos por un
velo de secreto como malicia narrativa. En el bosque, el tipo se vincula con un
hada y ambos construyen una historia de amor alucinante que podría ser infantil
salvo por ciertos detalles algo pícaros.
Óscar Bonilla ha fraguado un primer libro que sorprende por la factura de los cuentos en términos de prosa e imaginación. Es, desde ya, un narrador al que debemos seguir así escriba en clave realista o fantástica, da igual. Lo merece.
La versión digital de este libro es gratuitamente asequible en este enlace.