sábado, mayo 15, 2021

Cómo publicar un libro

 








Hay una inquietud planteada en términos de pregunta que con frecuencia me comparten en persona o mediante el mail o el teléfono: ¿cómo publicar un libro? Detrás de esta pregunta hay muchas variantes, de todo. Por ejemplo, quien pregunta es el autor o autora del libro, o también puede ser el padre, tío, abuelo, primo, novio, amigo, vecino, hijo, nieto del autor o autora del libro. La edad de quien escribió el material susceptible de convertirse en libro puede ser la que sea, y también la profesión, el género, la solvencia intelectual y la posición económica. Las combinaciones son numerosas, pero su común denominador es básicamente el mismo: no sabe qué hacer para publicar un libro.

Vamos a descartar de estas variantes a dos tipos de autores de libros: los que por su trayectoria, fama, prestigio y/o número de libros publicados tienen a merced un montón de editoriales comerciales ávidas de publicarles, como, pongo dos ejemplos descomunales, Mario Vargas Llosa o Shakira. La colombiana, que yo sepa, no ha publicado un libro, pero si lo escribiera no tendría que preocuparse de nada, pues cualquier editorial poderosa se lo contrataría y haría todo (incluso escribirlo). El otro caso descartable sería el de quienes sin ser Vargas Llosa o Shakira se dedican a escribir, tienen contactos en editoriales o saben que ciertos gobiernos y demás instituciones oficiales publican de vez en cuando. Ellos no tienen la inquietud que mencioné al principio, han aprendido a moverse en el medio y no falta incluso que los inviten a publicar.

Para responder, pues, la pregunta disparadora de este apunte voy a proceder de manera muy general. Imaginaré a alguien que por primera vez escribe algo o a un amigo de alguien que por primera vez escribe algo. En ambos casos no saben nada sobre el proceso editorial, sólo tienen un archivo de Word con 150 cuartillas, por decir una cifra. Lo primero que se les debe preguntar es qué desean obtener con el libro. Es una pregunta que parece boba, pero no lo es tanto: se plantea porque algunas personas aspiran a ganar fama y dinero con su libro, y otras sólo a publicarlo. Si se desea lo primero, en un ingente número de casos se trata de una aspiración delirante. Quizá leyeron una nota sobre lo que ganó J.K. Rowling con su saga de Harry Potter y piensan: “Yo puedo hacer eso”, y lo intentan, escriben una historia y piensan que ser J.K. Rowling consiste nada más en escribir y ya, sin considerar ninguna de las mil combinaciones que llevaron a la creadora del Colegio Hogwarts a conseguir el codiciado éxito. No me gusta derrumbar sueños de ningún tamaño, pero escribir porque luego de escribir sobreviene sin remedio el prestigio y la fortuna es más ilusorio que convertirse en Pavarotti luego de fungir como vocalista de La Trakalosa. En fin.

El otro caso es el de quienes sólo desean publicar su libro sin ambicionar nada extra, quienes quieren cristalizar el anhelo de ver materializado el fetiche llamado libro y así, quizá, cerrar el círculo según el cual también es imperativo tener un hijo y plantar un árbol. Se trata de una apetencia legítima, sin duda, y para satisfacerla se pueden seguir al menos tres caminos.

El primero, tratar de buscar un dictamen favorable en una editorial comercial. Es una senda tortuosa, pero viable. Hay que enviar el libro y esperar lapsos kafkianos para recibir, en casi todos los casos, una negativa. A veces la respuesta es rápida: cuando la editorial indica que no recibe propuestas.

El segundo es tratar de encontrar una institución pública (gobiernos, centros culturales, universidades…) que tenga presupuesto para publicar. Puede ser que aquí la cosa prospere, pero si es así es necesario olvidarse de cualquier ganancia económica para el autor. Su ganancia será publicar, si es que el proyecto cuaja.

Y última, autofinanciar el libro. En este caso el autor debe saber que el proceso para llegar a la satisfacción de su deseo, el libro, no es del todo económico, pues es recomendable pagar a un editor y luego la maquila del libro. No anoto nada sobre los costos totales, dado que dependen de muchísimos factores, como la calidad del editor y el tamaño, el tiraje y los materiales del libro. Lo cierto es que hacerlo motu proprio provoca con frecuencia desaguisados bibliográficos, libros horrendos.