miércoles, diciembre 09, 2020

Vuelta de Oribe


 








Sabemos que es un negocio, que allí se mueven millones y millones, pero algún pequeño margen puede quedar en ocasiones para el romanticismo. Me refiero al futbol, un deporte manejado ahora como máquina para hacer dinero, de ahí su frialdad cuando echa números: si algo reditúa, adelante; si algo no deja, ni para qué darle cuerda. Esta es la razón, quizá, por la que no se da un fenómeno que me parece viable en el caso de ciertos jugadores. Si es imposible que los futbolistas queridos vistan una sola camiseta, como lo hicieron Ricardo Bochini con Independiente o lo ha hecho Messi con Barcelona, no sé si sea igualmente imposible que en el ocaso de sus carreras vuelvan quienes se han ido. No todos, por supuesto, sólo quienes han dejado una huella visible en la identidad de sus equipos, como sucedió con Oribe Peralta en Santos Laguna.

Lejos estoy de saber cómo se manejan los contratos y cómo danzan los millones en el mundo futbolístico, pero sí sé que las carreras futbolísticas, así sean muy prolongadas, terminan alrededor de los cuarenta años. En enero, Oribe cumplirá 37 y comenzará, si no ha comenzado ya, a vislumbrar el retiro. No lo estoy retirando, sé que se ha cuidado mucho y está entero, pero es un hecho que su etapa de mayor gloria quedó atrás, y fue la que vivió precisamente en su paso por Santos Laguna y al mismo tiempo por la selección mexicana. Basta ver el documental producido por la Coca Cola para reconstruir la hazaña de Londres en 2012. El oriundo de La Partida fue allí el mejor jugador, anotó los dos tantos del triunfo en la final contra Brasil, era la estrella, y tras eso se dio su entendible pase al América, donde prosiguió su buen desempeño. Tras su llegada a Guadalajara (en una segunda etapa que arrancó a mediados de 2019), Oribe comenzó el lento camino a un crepúsculo que hoy no queda tan lejos, y esto es lo que motiva mi inquietud.

Así como Benjamín Galindo dio un rodeo por varios equipos y al final volvió a las Chivas para retirarse a los 41 años, me hace ilusión pensar que Oribe, el mejor futbolista lagunero de la historia, termine en el equipo de su tierra. Quizá le quede un rato más en Guadalajara; quizá, si lo descartan de allí, busque acomodarse en otro equipo mexicano o incluso intente un periplo por la MLS. No sé. Con mucho optimismo puedo imaginarle cinco años más en las canchas antes de que llegue su despedida. No es posible adivinar lo que venga para él. Lo que me gustaría, pase lo que pase, es que tanto la directiva como él puedan llegar a un acuerdo y Oribe pueda reservar su último año como futbolista al Santos Laguna. No importa que no sea titular, pero que esté allí, enfundado en los colores verde y blanco como homenaje en activo a su trayectoria. Supongo que ningún aficionado vería mal tal contratación. Este es el romanticismo del que hablé al principio, un gesto nada frecuente ya en el gélido futbol profesional.

Jared, el Pony, Benitez, pocos son los jugadores a los que imaginé terminando sus carreras en Santos Laguna, el equipo donde triunfaron y son reconocidos como ídolos. Otro es, sin duda, Oribe, quien todavía está a tiempo de pensar en el regreso a su querencia.