miércoles, diciembre 30, 2020

Oscuro saldo












Con la muerte del compositor Armando Manzanero, este 2020 cierra en la tesitura fúnebre marcada desde marzo o abril, cuando comenzó el confinamiento obligado por la pandemia. En lo personal mido los fallecimientos en tres ámbitos: el internacional, el nacional y el local, y a cada muerte le doy la misma importancia, aunque no el mismo grado de tristeza. Por supuesto, como a todos, me duelen más las desapariciones de personas con las que alguna vez trabé relación personal, pero esto no quiere decir que no lamente con análoga pena las muertes de personas cuyo trabajo me alegró alguna vez la vida.

En el contexto internacional, este año partieron Rubem Fonseca, Luis Sepúlveda y Luis Eduardo Aute. Del brasileño, a quien alguna vez vi leer en la FIL de Guadalajara, celebro el atrevimiento, el desenfado y la crudeza de su obra narrativa; del chileno, la agilidad y el encanto de historias como Mundo del fin del mundo o Diario de un killer sentimental; y del español, el gran número de canciones que alimentó muchas horas en la soledad de mis habitaciones. En otro plano, lamenté, lamento y lamentaré, con alto grado de pesadumbre, la muerte de Maradona, tal vez uno de los seres humanos que más felicidad le ha dado a la parte lúdica de mi corazón.

De México, ayer recibí la noticia de que había muerto el ensayista Juan José Reyes, a quien tuve el gusto de conocer en Durango. Poco antes había partido Sandro Cohen, de quien tantos buenos consejos gramaticales he hallado en sus libros. Meses antes, y escribí un apunte a propósito, se fue Óscar Chávez, uno de mis ídolos de juventud. Por las mismas fechas también partió el cineasta Gabriel Retes, y meses después, en otros espacios profesionales, el comediante Manuel Loco Valdés y recién el ya mencionado Armando Manzanero.

La suma de compañeros fallecidos en La Laguna es triste. Este año murió el cantante de trova Juan Carlos Esparza, quien con su guitarra y su voz supo alegrar a muchos en nuestra región. También Javier Alcorcha, un silencioso e incansable animador teatral, hombre que nunca demandó reflectores para su persona y siempre prodigó su esfuerzo para el mundo de la escenificación. Perdí asimismo al actor y narrador Alfonso López Vargas, nacido en Michoacán y aclimatado a La Laguna, autor de dos libros de cuentos, uno de ellos para niños. Hace un mes falleció también el profesor y poeta Salvador Espinoza Sáenz-Pardo, compañero de trabajo durante muchos años en la Ibero Torreón y compañero también de espacio en las páginas del suplemento cultural de La Opinión, hace más de treinta años. También compañero de trotes académicos, murió Roberto López Franco, maestro de la Ibero Torreón y la UAdeC, y colaborador algunos años de Milenio Laguna.

Dejo al final dos afectos muy cercanos: este año perdí a mi amigo Antonio Cruz, médico, poeta y microcuentista; vivía en Santiago del Estero, Argentina, y desde que lo conocí, allá por 2007, fue un hombre que se brindó pleno en su generoso apoyo a mi trabajo de escritor. También, hace un mes, el 27 de noviembre, murió en Matamoros de La Laguna, Coahuila, el poeta y cronista Oliverio Rodríguez Herrera, padre de Maribel, mi compañera, y excelente amigo, hombre querido y respetado en su comunidad.

La lista, claro, puede ampliarse. Este 2020 nos deja muchas lecciones. Entre otras, que la vida es mucho más frágil de lo que imaginamos. Que el 2021 sea mejor para todos. Que tengan un excelente año.