La
década de los setenta fue celeste para el futbol mexicano. Cruz Azul, equipo de
Hidalgo que jugaba ya en el DF, ganó un tri y un bicampeonato, y marcó desde
entonces su destino como equipo grande, tan grande que en sólo diez años de
éxito colocó su fama popular sólo debajo del Guadalajara y del América. Hoy,
sin duda, sigue entre los cinco equipos más populares del país; eso se debe a
la etapa de Marín, Quintano, Guzmán, Flores, Pulido, Vera, Bustos, López
Salgado, Lugo, Mendizábal, Jara Saguier, Montoya y otros muchos que ayudaron a
crear lo que Ángel Fernández denominó “La Máquina Celeste”.
Hoy,
sin embargo, la antigua grandeza cementera anda a rastras en el balompié
nacional. Luego del bicampeonato que ya no pudo ser otra vez tri, es decir, de
1980 a 1997, logró un título de liga, ya en torneos cortos, y desde
ese 97 a la fecha la sequía mantiene a raya los deseos ya desesperados de su
afición. Quizá no recordamos con claridad la primera gran sequía, pero la
segunda que Cruz Azul está padeciendo se ha tornado intolerable, un bochorno
para una de las banderías futbolísticas más importantes del país.
El
recuento de los fracasos tiene dos hitos destacados. El primero fue aquella
final en la que los cementeros cayeron contra Pachuca, exactamente en diciembre
de 1999. Fue lamentable. En casa propia y con gol de Alejandro Glaría, Cruz
Azul quedó sembrado en la cancha y de alguna manera allí comenzó la maldición
de los subcampeonatos. Con temporadas buenas y regulares —más las primeras que
las segundas—, los azules han rasguñado varias veces el título, pero no se han
hecho de él. El caso más desgarrador fue sin duda el de la final de mediados de
2013 contra su mayor enemigo: el América, equipo que con diez hombres le birló
el campeonato en los últimos cinco minutos debido al gol inverosímil de Moisés
Muñoz. Aquella no fue una derrota, fue una catástrofe, un hachazo al orgullo
azul.
Desde
hace años he venido pensando en la razón de tan largo ayuno. ¿Ha sido culpa de
los entrenadores? ¿Ha sido la suerte? ¿Han sido los futbolistas que se
achicaron a la hora buena? ¿Ha sido la afición? Adrede omito en estas preguntas
retóricas a la directiva, pues al menos para mí es obvio que en los hombres de
pantalón largo recae gran parte de la culpa. Cierto que en dos ocasiones se ha
estado a punto de obtener el campeonato y que una combinación de actitud y mala
suerte dio como resultado dos terribles derrotas, pero también es verdad que
todo ha cambiado en el equipo, menos su cabeza principal. ¿Y si se experimenta
con un cambio en esa zona? ¿Es posible pensar en la salida de Guillermo Álvarez
Cuevas?
La
temporada que corre comenzó igual, llena de expectativas y sueños de grandeza.
Por desgracia, la llegada de Sergio Bueno a la dirección técnica no auguró para
muchos que las mencionadas ilusiones fueran a cristalizar en la obtención del
título. No se equivocaron: Bueno fracasó, el equipo aún no juega a nada y a
estas alturas ya se ve pequeña la posibilidad de llegar siquiera a la liguilla.
En resumen, una temporada más de sequía y, a medio camino, los cambios que
supone la llegada de un nuevo entrenador, Tomás Boy.
En
fin. Todo cambia en Cruz Azul, menos su cabeza, y tal vez por eso todo sigue
igual.