Una idea excelente de escritoras
chilenas fue retomada —los elegantes
ahora dicen “replicada” — en 2014 por sus homólogas argentinas. Me refiero al
libro ¡Basta!, cien mujeres contra la
violencia de género (Asterión, Santiago de Chile, 2011, 115 pp.). Tres años
luego, cien mujeres argentinas fueron pues convocadas para articular un
proyecto afin: escribir cada una un microrrelato y llevar a la imprenta un
libro homónimo pero, claro, con otras señas editoriales: Macedonia, Buenos
Aires, 2014, 108 pp. Todas las historias comparten un par de características:
son breves, cada una de no más de una página, y todas se refieren a alguna
expresión de la violencia de género, desde el acoso al feminicidio (llamado
“femicidio” en argentina).
Reseñé el primer libro en marzo
del año pasado, y lo que dije sobre él vale lo mismo para éste: “El libro me
deslumbró por lo que tiene de hecho consumado pero más por lo que tiene de
idea. Imaginé a las chilenas en la solicitud del material: era necesario
convocar a cien compañeras escritoras para que cada una apoquinara una
microficción sobre el tema. Supuse que en otras latitudes no sería fácil
concluir tal emprendimiento, pues aquí y allá, en muchas partes, el trabajo
colectivo y solidario se ha tornado muy difícil ante las inercias dominantes de
la ganancia y el individualismo”.
De las cien compiladas ahora por Amor
Hernández, Fabián Vique, Leandro Hidalgo, Miriam Di Gerónimo y Sandra Bianchi,
comparto tres piezas brevísimas y me pregunto si ya es hora de proponer el ¡Basta! mexicano.
“El juez decidió absolver al
acusado de infligir vejaciones a su mujer.
El reo supo muy bien administrar
las dosis de malos tratos, todo a su debido tiempo, sin sobrepasarse” (“Más
sería abuso”, de María Elena Lorenzín).
“El sol de mediodía hace arder la
piel. El hombre no puede despegar sus ojos —como si fuesen manos— de la cara,
del cuerpo de la mujer. Muy cerca se oye el rumor del río. Por el viejo puente
de madera avanzan lentamente los bueyes.
El pueblo está quieto. La gente,
adormilada.
El hombre comienza a caminar. La
mujer está inmóvil. Ni siquiera siente el miedo.El hombre se acerca: paso a
paso, paso a paso…”. (“El puente”, Mirta Zago).
“Lo peor no es el dolor del
cuerpo, la magulladura del alma, el ojo amoratado.
Lo peor es despertarse cada
mañana y descubrir que todavía está allí”. (“Lo peor”, Graciela Falbo.