sábado, octubre 10, 2015

Segundo ¡Basta!




















Una idea excelente de escritoras chilenas fue retomada  —los elegantes ahora dicen “replicada” — en 2014 por sus homólogas argentinas. Me refiero al libro ¡Basta!, cien mujeres contra la violencia de género (Asterión, Santiago de Chile, 2011, 115 pp.). Tres años luego, cien mujeres argentinas fueron pues convocadas para articular un proyecto afin: escribir cada una un microrrelato y llevar a la imprenta un libro homónimo pero, claro, con otras señas editoriales: Macedonia, Buenos Aires, 2014, 108 pp. Todas las historias comparten un par de características: son breves, cada una de no más de una página, y todas se refieren a alguna expresión de la violencia de género, desde el acoso al feminicidio (llamado “femicidio” en argentina).
Reseñé el primer libro en marzo del año pasado, y lo que dije sobre él vale lo mismo para éste: “El libro me deslumbró por lo que tiene de hecho consumado pero más por lo que tiene de idea. Imaginé a las chilenas en la solicitud del material: era necesario convocar a cien compañeras escritoras para que cada una apoquinara una microficción sobre el tema. Supuse que en otras latitudes no sería fácil concluir tal emprendimiento, pues aquí y allá, en muchas partes, el trabajo colectivo y solidario se ha tornado muy difícil ante las inercias dominantes de la ganancia y el individualismo”.
De las cien compiladas ahora por Amor Hernández, Fabián Vique, Leandro Hidalgo, Miriam Di Gerónimo y Sandra Bianchi, comparto tres piezas brevísimas y me pregunto si ya es hora de proponer el ¡Basta! mexicano.
“El juez decidió absolver al acusado de infligir vejaciones a su mujer.
El reo supo muy bien administrar las dosis de malos tratos, todo a su debido tiempo, sin sobrepasarse” (“Más sería abuso”, de María Elena Lorenzín).
“El sol de mediodía hace arder la piel. El hombre no puede despegar sus ojos —como si fuesen manos— de la cara, del cuerpo de la mujer. Muy cerca se oye el rumor del río. Por el viejo puente de madera avanzan lentamente los bueyes.
El pueblo está quieto. La gente, adormilada.
El hombre comienza a caminar. La mujer está inmóvil. Ni siquiera siente el miedo.El hombre se acerca: paso a paso, paso a paso…”. (“El puente”, Mirta Zago).
“Lo peor no es el dolor del cuerpo, la magulladura del alma, el ojo amoratado.
Lo peor es despertarse cada mañana y descubrir que todavía está allí”. (“Lo peor”, Graciela Falbo.