miércoles, octubre 21, 2015

Internet como tema literario














No sé si abundan, pero ya hay muchos relatos que usan como tema literario al internet y sus herramientas (webs, mails, chats, tuiter y demás). Hay incluso cuentos o novelas en los que, por ejemplo, se habilita la ficción a partir del diálogo inventado en el formato de correo electrónico, como ocurre en la novela Contra el viento del norte de Daniel Glattauer, libro hace poco comentado en estas páginas por mi amiga Laura Elena Parra. Internet anda pues en la literatura, así que ahora es casi imposible que un personaje quede incomunicado en un café debido a una cita incumplida o sienta decimonónica nostalgia por ver a su familia si la persigue a diario en Facebook.
Yo me he aproximado tibiamente al asunto. Apenas hace poco comencé este relato en el que messenger, el ya extinto messenger, detona una aventura. No sé si va bien, pues apenas llevo cuatro cuartillas. Así comienza (disculpen las maldiciones, son parte del asunto para hacer verosímil al personaje):
“Ahora da risa, claro, pero cuando esto comenzó no era así. Muchos, o todos, los que recién usábamos internet veníamos de la edad de piedra en la que enamorarse era asunto de tratamiento en corto, de cortejar a punta de flores, cenas y todo eso. Yo había tenido sólo dos novias y ambas me habían echado de su amor con una patada en el culo. Creo que en parte tenían razón cuando me eliminaron de aquella fea manera: jamás me he considerado bueno para lidiar con las mujeres. Soy tímido y la timidez, como lo saben bien principalmente los tímidos, solemos cagarla desde que comenzamos a intentar nuestras jugadas. Por esa limitación, a los treinta sólo había tenido un par de novias, ambas de buena traza pero sin llegar ni de lejos a bonitas. Más bien eran como del montón, pero a mí me cuadraron porque no se pusieron tan complicadas, y eso para los tímidos es un tesoro. Así fue como después de mi segundo fracaso apareció internet y todo cambio en la vida de los jodidos tímidos. (…) apareció internet y la cosa se puso interesante, ya dije. Les hablo del año 2002, yo tenía treinta y tantos y por fin decidí, porque ya era una moda, comprar una computadora y enchufarla al internet. El técnico que me enseñó los primeros rudimentos de ese mundo me abrió también una cuenta de chat, el famoso messenger ya desaparecido. Me dijo que servía para dialogar con amigos y para descubrir nuevas amistades, y al decir lo último hizo un guiño que por supuesto entendí. El guiño era la clave de un universo que de inmediato me tentó...”.