En
la semana que acabamos de cruzar, tres videos hicieron las delicias del
respetable público. Esta columna no se especializa en crítica de productos
audiovisuales —de hecho, no se especializa en nada—, pero fue particularmente notorio que en menos de seis días tuviéramos
tres piezas que por su miserabilidad son dignas de comento. Quizá, por ello, no
es ocioso hincarles el ojo. Veamos.
El “ya chole”. Se trata del espot de gobierno que ha durado menos tiempo al aire
en la historia de la humanidad. Lo idearon, lo produjeron, lo editaron, lo
pusieron a circular y al advertir que se trataba de una estupidez, lo sacaron
de la circulación. Este mensaje presenta en escena a dos carpinteros
pedroinfantescos, es decir, de natural alegre y dicharachero; uno de ellos, sin
embargo, se queja de lo que hace el gobierno y termina por cansar al otro, que
en un rapto de fervoroso peñanietismo le dice: “¡Ya chole con tus quejas!”,
para luego dar paso a una pequeña lista de logros tangibles alcanzados por la
actual administración federal. El escéptico, converso fast track a la verdadera fe, no deja pasar ni veinte segundos para
transformarse en fan de las reformas.
Una tontería.
El
segundo video fue el tráiler —así les llaman ahora a lo que nosotros, los más
rucos, denominábamos “cortos”— de La noche de Iguala, film que sería cómico-mágico-musical si no fuera porque
trata un tema delicadísimo. De género ambiguo entre el documental, la
dramatización y el quién sabe qué chingados, esta cinta refritea el guión de
Jesús Murillo Karam como si hubiera sido una verdad revelada. Actuado con las
pezuñas luego de un casting de manga muy ancha, todo comienza con esta frase de
un chavo fresa, tan fresa que parece participante del Big Brother: “Cambio de
planes, nos vamos a Iguala”. Nomás le faltó decir “o sea, ¿sí me entienden?”. La noche de Iguala tiene una
peculiaridad demasiado enfática: todos los elementos relacionados con la
autoridad visten de azul, son policías.
Por
último, no podía faltar otro video del personaje más importante de México: el
Chapo Guzmán, quien de nuevo ilumina las pantallas caseras con su magnífica
presencia encarcelada y despuesito fugada. El medio, como dijo un famoso canadiense,
es el mensaje, y aquí llama la atención que Televisa haya sido el depositario
de esta “filtración” audiovisual. Todo parece un montaje, una representación,
pero mientras los expertos empiezan a demostrarlo ya llegará otro video que nos
distraiga de la monotonía y, principalmente, de lo importante: insistir en
señalar que todo esto, todo, huele mal, muy mal.