El
mecanismo de procuración de justicia en México es un engranaje perfectamente
lubricado para entorpecer, embrollar, dilatar, opacar y, al final, desaparecer
toda posibilidad de encontrar culpables sobre todo cuando hay indicios de
participación del Estado o intereses del grupo mafioso habitualmente conocido
en México como gobierno. Lo ha demostrado en muchas ocasiones: ocurre algo —por
ejemplo el asesinato perpetrado contra Colosio— y el engranaje actúa de
inmediato: se resguarda a los implicados, se altera la escena del crimen, se
emiten datos a cuentagotas, se siguen líneas de investigación que sólo tienen
de serio llamarse “líneas de investigación”, se adulteran los peritajes
forenses, se invoca al narco y se eligen “fiscales especiales” que equivalen a muppets con corbata.
El
caso de la masacre en Iguala no es la excepción. Cuando el procurador (hoy ex)
Murillo Karam dio a conocer las conclusiones a las que llegó el trabajo de la
PGR, es decir, la famosa “verdad histórica”, era obvio que se trataba de una
versión torcida, pues su dato esencial, la incineración de los cuerpos, no se
atenía técnicamente a nada, salvo a la más siniestra ficción. La lógica lo
contradecía: cremar un cuerpo, convertirlo en cenizas, requiere condiciones
peculiares y tan ceñidas a cierto procedimiento que pensar en la incineración
de 43 al aire libre parecía, porque lo es, un dislate macabro y una falta de
respeto criminal a los mexicanos.
La
idea del gobierno se apegó a la lógica anotada en su manual de operaciones: dar
una versión que pareciera concluyente, la que fuera, para sofocar la irritación
social en ascenso, luego remover al procurador, apuntalar mediáticamente la
fabulación y ganar tiempo, todo el tiempo que fuera posible y con la fe puesta
en el olvido, ese olvido que en México suele curar todos las dolencias
políticas.
Por
la gravedad de los hechos y lo grotesco de su “solución”, sin embargo, miles de
mexicanos siguieron inconformes tanto en las calles como en algunos medios
periféricos y en las redes sociales. Ayotzinapa no se apagó con el carpetazo
disfrazado de Murillo Karam. Ahora, tras el informe del GIEI, terminó el tiempo
ganado gracias a la “verdad histórica”, y el engranaje ha vuelto a operar: el
señor presidente de los Estados Hundidos Mexicanos ya ordenó que sean tomados
en cuenta los “elementos” de la investigación independiente que al final, de
todos modos, cierto que tiene diferencias con respecto de la oficial, pero nada
que no pueda ser “superado” sobre todo si se le dan renovadas largas al asunto.