Ese
tipo de verbos no me gusta, pero qué se le puede hacer; alguien los acuña y
entran a la conversación o al periodismo sin que haya poder humano capaz de
detenerlos. El más feo de todos fue el usado en una campaña de empadronamiento:
“fotocredencializar”. Espantoso y por supuesto ya extinto. El que me detiene aquí
es “ciudadanizar”, que es igualmente feo aunque trata de expresar algo digno:
la suma y la participación de los ciudadanos en espacios antes sólo ocupados
por los gobernantes y sus aparatos.
En
países como los nuestros, con lastres atávicos, “estructurales”, dejar todo en
manos del gobierno ya es inviable. La participación ciudadana es fundamental
por varias razones: no sólo porque supone el planteo de demandas nacidas en el
seno de la propia ciudadanía, sino porque las viabiliza y muchas veces las
opera, esto en todas o casi todas las áreas de la vida comunitaria, como la
cultural.
Pongo
un ejemplo recién vivido. Ahora que estuve en Buenos Aires fui invitado a
varios “ciclos” de literatura. Esa modalidad, llamada genéricamente así,
“ciclo”, consiste en la organización de lecturas, presentaciones de libros y
algo de música. Grupos de amigos arman cada mes una mesa. Los dos conductores dirigen
y tienen invitados. Las sedes son cafés, bares, hoyos de la ciudad, espacios
privados donde no faltan el trago y la cenita. Ese es el arreglo con los dueños
de los establecimientos: el ciclo les acarrea clientes un viernes o un sábado
de cada mes. Las convocatorias caminan por las redes sociales y los ciclos más
acreditados ya casi ni las necesitan, sólo quizá el recordatorio.
Lo
fundamental en este caso es que no son pocos ciclos y que todos son
emprendimientos ciudadanos. Para mí es evidente que en materia de presupuesto
para la cultura, México es una potencia, de ahí que acá no existan ciclos así como
no es tan alto el número de autores que se autoeditan. En el caso de los ciclos
que vi en Buenos Aires, es obvio que llenan una zona sin cobertura
gubernamental.
Pero
aquí y allá, los ciudadanos deben participar de alguna manera en el espacio
público, cada uno según sus intereses o apetitos. Es el caso del ciclismo visible
aquí, en La Laguna. No se trata sólo de una práctica deportiva y/o recreativa,
sino de una respuesta ante el secuestro del espacio público debido al miedo
provocado hace poco por la hiperviolencia. De una manera abierta, contundente,
los ciudadanos hicieron su parte, se organizaron, salieron a la calle y allí
siguen. Es una pequeña pero muy significativa victoria en una realidad atestada
de males.